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Kuroko saca un paraguas de su bolso y me lo tiende. Lo abro y me acerco a él mientras me encamino a la parada de autobús. En silencio esperamos a que el nuestro llegue.

Por algún motivo, la tensión entre nosotros aumenta y no logro entender qué fue lo que lo provocó. Tampoco tengo idea de cómo deshacerme de esta extraña sensación del aire crepitando a nuestro alrededor. Pero como siempre, Kuroko parece totalmente inmune.

Suspiro y me paso la mano por el cabello mientras miro la parte superior de su cabeza. Hace solo unas horas, me sonreía en el almuerzo, ¿por qué las cosas volvieron a ponerse así de extrañas?

Cuando acabaron las clases, fuimos con el capitán y la entrenadora, y Kuroko le explicó que debía ir al hospital, y yo les dije que iba con él. El capitán pareció entender todo sin que necesitara explicar nada. Y la entrenadora sonreía como si supiera algún secreto del que yo no soy consciente.

Kuroko alza su mirada hacia mí, y me sorprendo al verlo tan normal, sintiendo mi rostro calentarse ante la sensación incómoda que solo yo siento.

—Creo que debería ir yo solo después de todo —. Dice, y se ruboriza.

—¿Qué estás diciendo? Ya te dije que... —Mi voz se desvanece cuando su dulce aroma flota hasta mi nariz. Mis músculos se tensan con anticipación y antes de que pueda pensar claramente, empujo a Kuroko contra el cartel del horario de los buses.

Empujo mi cuerpo contra el suyo y bajo mi rostro a la altura de su cabeza, respirando profundamente el olor que sale de su cuerpo. Sus feromonas inundan mis pulmones y mi pene se levanta firmemente en mi ropa interior cuando el aroma se vuelve más intenso.

—Kuroko —. Dejo salir mi aliento entre su cabello y mis manos comienzan a empujarse sobre su cuerpo pequeño y delgado. Mi boca se hace agua y pierdo prácticamente toda mi consciencia.

Sus manos se apoyan en mi pecho, pero lo hace tan despacio, que no se si de verdad quiere que me detenga. Pero cuando mis labios rozan su oreja, y un sonido estrangulado sale de su garganta, mis músculos se congelan.

Me aferro a ese momento de cordura antes de perderme por completo, y retrocedo un par de pasos. Kuroko me mira con el rostro completamente ruborizado y sus pupilas dilatadas. El hambre en su mirada solo inflama mis ansias de devorarlo, pero me muerdo el labio intentando controlarme.

Siento la sangre llenar mi boca y aparto mi mirada de él antes de perder el control.

—Inyéctate. Ahora —. Le digo con los dientes apretados. Puedo sentir mi propio temblor y la tensión en mis músculos. Mi propia mente me recrimina no haber aprovechado la oportunidad de tomarlo, de violarlo.

Escucho el sonido de un cierre al abrirse, pero no me volteo a mirarlo hasta que el olor lentamente se desvanece una vez más.

No puedo aguantar más la tensión y caigo de rodillas ahí mismo, respirando pesadamente. Kuroko se arrodilla junto a mí y pasa sus manos por mi cabello.

—Lo siento mucho, Kagami-kun —. Dice, y puedo escuchar el nudo en su garganta.

—Está... bien —, jadeo. El temblor en mi cuerpo es casi incontrolable, y nos quedamos en la misma posición por varios minutos antes de poder volver a tener el control de mí mismo.

El autobús que esperábamos se detiene en la parada, y Kuroko toma mi mano, llevándome con él. Aún puedo sentir mi erección empujando el frente de mi ropa interior al caminar, y la sensación es tanto un alivio como una tortura. Al igual que las continuas miradas de Kuroko a mi entrepierna.

Un gruñido sale de entre mis labios cuando su mirada se queda ahí por mucho tiempo, y él se voltea rápidamente, evitando mi mirada, pero aún puedo ver su cuello y orejas ruborizadas. Una sonrisa jala las comisuras de mis labios, y tomo una profunda respiración, intentando calmar mi acelerado corazón.

—Como esto siga así, podría llegar de verdad a atacarte —. Murmuro en su oreja.

Kuroko da un salto en su asiento, y me mira completamente ruborizado, haciendo que me ruborice yo también.

—...

—...

El silencio se extiende entre nosotros, y una vez más puedo sentir la tensión tirando de nosotros.

Nos bajamos al llegar al hospital y con su mano en la mía caminamos hacia el interior. Kuroko sabe a dónde dirigirse, y yo solo lo sigo. Lo espero fuera mientras él habla con el doctor.

Apoyo la espalda y la cabeza en la pared mientras miro hacia el techo. Mis pensamientos vagan una vez más. Últimamente su comportamiento parece estar afectándome más y más, y parece que pronto perderé el control. ¿De verdad son solo sus feromonas las que provocan todos estos sentimientos en mi interior?

No hace mucho podría haber creído que nada de esto me afectaría, pero cuando se trata de Kuroko, pierdo rápidamente el control. Me preocupo por él aún más de lo que lo hacía con Tatsuya y me gusta cuidar de él.

Dejo escapar un suspiro y la puerta por la que entró Kuroko se abre. El doctor está parado ahí y mira alrededor.

—¿Kagami Taiga-kun? —Dice en voz alta. Me acerco a él y él me recorre con la mirada —. ¿Tú eres Kagami Taiga-kun?

—Sí —. Le digo. Él se hace a un lado y me indica que ingrese al interior.

Confundido entro y el olor a feromonas me golpea fuerte en el rostro. Cubro mi boca y mi nariz con mi mano, pero es demasiado tarde para evitar que el aroma me afecte. Mis procesos mentales parecen haberse detenido en un solo segundo y me lanzo hacia a adelante, en busca de la fuente de ese dulce aroma.

Kuroko está sentado en una camilla y me mira con los ojos bien abiertos. Saco mi mano de mi rostro y me acerco a él como en un trance. Todos mis movimientos se sienten como si acechara a mi presa, impidiéndole cualquier ruta de escape.

Mi corazón se dispara en mi pecho cuando un gemido sale de la garganta de Kuroko y me empujo con rapidez hacia él. Acerco mi nariz a su cuello e inhalo profundamente.

El dulce olor hace que me maree, pero no puedo dejar de absorber su aroma con gula. Mi boca se hace agua y saco mi lengua, lamiendo su cuello. Kuroko gime y se empuja hacia mí. Yo abro mis brazos y los envuelvo a su alrededor, atrayéndolo hacia mi pecho, y siento el rápido ritmo de su corazón.

Su mano en mi pecho se hace un puño mientras sujeta la chaqueta de mi uniforme. Un gruñido de apreciación sale de mi pecho, y ya puedo sentirme completamente perdido.

—Kuroko... —El sonido ronco de mi voz hace que yo mismo me sorprenda, pero ya no puedo controlarme. El mismo olor ha estado rondando en mi cabeza por demasiado tiempo, y he perdido toda mi fuerza de voluntad —. No puedo detenerme.

Siento como una gota cae por mi mejilla cuando lo empujo hacia atrás, acostándolo en la camilla. Los ojos de Kuroko están muy abiertos y sus mejillas completamente sonrojadas.

El sonido de la puerta al cerrarse hace que me voltee, pero no hay nadie más en esta habitación cerrada.

—Kagami-kun —. La voz de Kuroko suena en un gemido, y puedo sentir como el último hilo de mi control se rompe.

Acerco mi rostro hacia el suyo y mi boca cae de lleno en la suya, buscando desesperadamente un beso que él responde.

—Dime que quieres esto —. Digo con los dientes apretados, aun intentando retomar el control que ya sé que no puedo volver a tener —. Dime que quieres hacerlo conmigo, y solo conmigo.

—Sí, Kagami-kun —, dice con un suspiro. Su mirada fija en la mía. Sus pupilas dilatadas y sus feromonas saliendo a raudales de él. Puedo sentir como mis feromonas comienzan a salir de mí, haciendo que el olor de la excitación sea abrumador. Sus palabras lograron que mis feromonas salieran de mi sin siquiera estar en celo —. Solo quiero hacer esto contigo.

Y con esas palabras, me dejo llevar.

KagaKuro - Futari De (Kiseki no Sedai: Daini no Sedai #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora