019 ~ ᴇʟ ᴄʜɪᴄᴏ ɴᴜᴇᴠᴏ

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Otro día más de vida, otro día como ningún otro.

Aristóteles platicaba con su amiga Yolotl en el salón de clases, estaban solos en el aula ya que aún no tocaba el timbre de entrada, veían como varios compañeros llegaban al salón y dejaban su mochila para apartar algún lugar y después volvían a salir.

—Well, we can organize a Christmas inn... in the building. (Bien, podemos organizar una posada navideña... en el edificio)

—Yolo, español, por favor —pidió Aristóteles para después escuchar una risa de parte de su amiga.

—Oh, sure. Sorry (Oh, cierto. Perdón), te decía que deberíamos organizar algo por Navidad, con toda la familia Córcega y Rey, de seguro a Doña Imelda le gustaría e invitaría a más gente.

—¡Es una padrísima idea! También podríamos invitar a uno que otro de aquí, pero primero debemos hablarlo con mi abuela, claro.

—¡Sí, lo haremos hoy mismo! Podríamos empezar a decorar con luces los pasillos, ponemos guirnaldas en el barandal de la escalera, usamos de esas coronas navideñas para la puerta... ¡Y podemos-

Aristóteles escuchaba cada vez más baja la voz de su amiga que seguía contando emocionada todas sus ideas, se había distraído con el chico que había entrado al aula, nunca lo había visto por la escuela así que supo que era nuevo. Seguía viendo por sobre el hombro de Yolanda, quien le daba la espalda a la entrada, y empezó a ver cada detalle en él.

Aquel chico de estatura promedio, bien peinado, delgado y con brazos levemente formados, con uno que otro granito en su cara, cejas definidas, labios delgados y rosados, sus ojos color avellana... sus ojos, Aristóteles se perdió completamente en sus ojos.

El chico bonito –como Aristóteles lo describiría– buscaba algún lugar libre y se sentó en el primer lugar de la fila de en medio, sacó sus audífonos y empezó a escuchar música, cruzó las piernas y empezó a mover la que tenía sobre la otra al ritmo de la música, el rizado veía atentamente como movía los labios al tararear en silencio.

—¡Aristóteles! —el golpe de Yolo en su brazo lo hizo regresar a la realidad— Deja de estar babeando por el nuevo.

—¡Shhh! Te puede escuchar —la regañó entre dientes.

Ella volteó a ver al chico y regresó a ver a su amigo una ceja alzada y rodó los ojos. —Está escuchando música, duh.

—No importa... Y no estoy babeando por él.

Yolo pasó su pulgar por la comisura del labio de Aris y se lo mostró.

—Sí, sí lo estás —dijo para después limpiar su dedo de la saliva del rizado en la playera de éste.

Volteó a ver de nuevo al chico y ladeó un poco la cabeza haciendo una mueca, después volteó sonriendo emocionada conmigo... Alguna idea loca se le estaba pasando por la cabeza, y a Aristóteles le aterraba eso.

—Aguarda aquí —dijo para después levantarse y dirigirse al chico.

Intentó detenerla tomando su mano pero se zafó rápidamente, se quedó parada frente al chico sonriendo, éste se sacó los audífono y la miró.

—¡Hola! Soy Yolo... Well, Yolotl, pero llámame Yolo. Eres nuevo, ¿no? Oh, pff, obvio —rió—, deberías venir y juntarte con nosotros —apuntó con la mirada a su amigo—, we are so cool, believe me. (Somos muy geniales, créeme)

El chico nuevo volteó con Aris y éste último le sonrió nervioso y lo saludó con la mano desde lejos, él respondió el saludo con la mano y rió.

Simplemente Aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora