🌠eѕpecιal año nυevo🌠

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Toda la familia Córcega y López reunida en una fiesta de fin de año que había organizado Blanca en el edificio. Crisanta, Susana, Axel y Sebastián llegaron junto a la familia López, puesto que ahora son una sola familia muy feliz y unida.

Todos estaban disfrutando del momento, bailando al son de la música, cantando a todo pulmón, comiendo del gran buffet que se había formado con la comida de Blanca, los platillos que trajo Pancho y la botana que brindó Susana.

—Bueno, pues ponemos un cumbión, ¿no? —sugirió Sebastián.

Se escuchó un gran "¡Sí!" de todos los presentes y, en poco tiempo, empezaron a sonar las cumbias que ponían. Todos se pararon para bailar en parejas, era una noche para disfrutar, para gozar, para dejar todo lo malo de lado.

Claro que nuestra pareja favorita no podía faltar en el baile, Aristóteles y Cuahutémoc eran el centro de atención; todos les aplaudían al ritmo de la música mientras ellos se dejaban llevar al bailar con emoción.

Al terminar el baile, todos fueron a la mesa para comer en familia, la cena se basó en chistes y anécdotas de los integrantes. Sin duda alguna, una cena perfecta llena de alegría y amor.

—¿Ya tienen preparados sus rituales para la suerte de este año que viene? —preguntó Linda.

—¿Qué son esos rituales extraños de los que hablas?

—Ay, abuelita. Las tradiciones como la ropa interior de color, las maletas, el dinero en los zapatos y meterse... Bueno, ya me entendieron.

—Yo no creo que esas cosas sean ciertas, Linda —admitió Blanca—. No deberías creer todo lo que dicen.

—Tu mamá tiene razón, Herminia —incluyó Eugenio—. Esos rituales no siempre funcionan, son simples casualidades.

—Bueno, pues por si sí o por si no, yo ya tengo un billete dentro de mi zapato —rió Polita.

—Y yo saldré a correr con las maletas —agregó Daniela—, espero tener la suerte de llevar a un viaje a mis bebés.

—¡Mamá! Deberías hacer lo de barrer la casa —dijo Linda—. Por si acaso, si dices que no es verdad no le veo el problema —se encogió de hombros.

—Ay, no, no, no. No le hagas caso, Blanca, deja que ellos sigan con sus disque tradiciones extrañas —rió Imelda.

—¡Lo que debería hacer Linda es preparar sus calzones rojos para ver si este año le sale algo bueno! —gritó Frida.

Linda giró los ojos y se escuchó una risa de todos los presentes, incluído Axel, que al momento de darse cuenta el mensaje que dió Frida se le borró la sonrisa.

La plática en familia continuó, Temo prestaba atención a todo lo que hablaban hasta que sintió un leve apretón en su pierna izquierda, provocándole voltear con su novio, quién con señas le pedía que se acercara. Así lo hizo, pues quería escuchar lo que Aristóteles quería decirle sin interrumpir a nadie más.

—¿Y tú preparaste una de esas cosas de las que hablan? —preguntó el rizado.

Temo rió. —Yo no necesito nada más, Ari. Hasta ahora soy feliz con lo que tengo y con la gente que está en mi vida.

Aristóteles le sonrió y se acercó para dejar un corto beso en los labios de su novio, haciendo que éste sonriera de regreso y continuaran centrados en la anécdota que comenzó a contar Dave sobre su estadía en Estados Unidos.

El tiempo siguió pasando y las familias seguían divirtiéndose, los más chicos jugaban a las atrapadas y llenaban el departamento de risas. Aristóteles y Cuahutémoc estaban sentados en uno de los sofás de la sala, se miraban de frente mientras tomaban sus manos y hablaban sobre nada en particular.

Simplemente Aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora