~Narra Bastian~
«¿Qué estoy haciendo?» Me preguntaba una y otra vez mientras picaba zanahorias para la cena y la respuesta no estaba precisamente en el menú. Ese lo diseñaba una vez por semana, pues con mis reducidos ingresos quedaba poco para la espontaneidad.
Debí mandar a Kylen Deshawn y a sus buenas intenciones de paseo, debí cortar de plano cualquier intento de acercamiento, pero solo me quedé allí parado, estupefacto ante el hecho de que el divo fuese capaz de preocuparse por alguien que no fuera su encantadora persona.
Obviamente, y a pesar de mis mejores esfuerzos, no había podido superar lo increíblemente atractivo que era. Era eso. Pura y simple atracción física. Algo que ver, seguramente, con mi reloj biológico. El aspecto de Kylen Deshawn era capaz de ganarle cualquier indulgencia, aunque, debía reconocer, era extraño que yo hubiese caído en la trampa que representaban esos ojos cerúleos.
Durante años me había esforzado mucho por no ser el tipo de padre que solo piensa en «rehacer su vida», que busca una y otra vez a la próxima «persona adecuada» y somete a sus hijos al eterno desfile de personajes desconocidos. Claro, no era que Kylen Deshawn fuera a integrar ningún tipo de desfile en la vacía pasarela de mi vida. Jugábamos en ligas muy distintas o, más bien dicho, él se la pasaba jugando y yo siempre veía el juego por televisión. Sin embargo, tenerlo pululando a nuestro alrededor solo le hacía aparecer con más frecuencia en el desfile imaginario de mi mente, vistiendo la menor cantidad de ropa de diseñador posible. Lo peor era que ni siquiera me agradaba.
Era completamente inexplicable el porqué de mis reacciones cuando estaba cerca. Yo solo quería paz y tranquilidad, no recordar el pasado y criar a mi hija segura y feliz. Cada día sentía que ganaba un pequeño milímetro en mi propósito zen de olvidar un amor desvanecido en el paso del tiempo pero cuyos frutos me recordaban que ese sentimiento era peligroso, hasta que ese belga aparecía en el panorama y me convertía nuevamente en ese adolescente que quería tantas cosas, que confiaba y cometía errores.
Levanté la vista. Andrea hacía estiramientos mientras veía algo en el portátil. No. Ella no era un error. ¿Extemporánea? Sí. ¿Sorpresiva? También. ¿Maravillosa? Cada día. ¿Un error? Nunca.
Cuando recién terminé el conservatorio, un amigo me consiguió un trabajo tocando en los entrenamientos y ensayos de una compañía alemana de ballet que tendría una temporada de un mes en París. Andrea era todavía muy pequeña y no podía pagar una niñera, así que la llevaba conmigo y ella se quedaba tan tranquila. Cuando llegábamos a casa repetía los movimientos, no en esa forma graciosa y desarticulada de las niñas de siete años que fingen ser bailarinas, sino con concentración. Después de ese trabajo, vinieron otros similares: algunas veces eran lecciones; otras, acompañamiento para estudiantes de ópera, pero la mayoría tenía que ver con bailarines. Siempre la llevaba conmigo y nunca dejó de interesarle.
En lo que la situación económica estuvo más holgada, la inscribí en unas clases tres veces a la semana en una academia en Montmartre, que era donde vivíamos para la época. Nunca pensé que se volvería tan buena. Debí saberlo; era igual a su madre, no solo en el físico y en esa tendencia dramática que afloraba de vez en cuando, también era genéticamente talentosa.
¿No podía haber sido una niña normal como yo? ¿Alguien sin ningún talento especial que pasara desapercibida? Y ahora Deshawn lo había descubierto y quería ayudarla y yo había sido incapaz de decirle que no, de mandarlo a pasear, atontado por el hecho de que no había pedantería ni burla en su rostro. Parecía sincero, desesperado por hacer algo, y cuando me tocó la tierra pareció inclinarse unos cuantos grados más sobre su eje.
Contrariamente a lo que podía haber esperado de alguien como él, no fue un roce cargado de feromonas, tampoco produjo el mismo efecto que verlo medio desnudo. Sentir su tacto era reconfortante, delicado, increíblemente suave y, por un momento, dejé que las paredes a mi alrededor se derrumbaran y respiré una bocanada de aire que no supo a responsabilidades y tareas, sino simplemente a aire fresco, ¿qué me estaba pasando? No recordaba lo que era tener ayuda.
Volví nuevamente la mirada hacia Andrea, quien todavía seguía entrenando gracias a un tutorial de Youtube. ¿De quién se estaría robando el internet? Mi niña. Tan seria, tan dedicada, tan llena de sueños... Quería para ella lo que yo nunca tuve: una niñez tranquila y feliz, sin el peso de decisiones que alteraran el curso de su vida, sin tener que crecer demasiado rápido y, por sobre todas las cosas, sin la presión que involucra querer ser la mejor, destacar.
Debía admitir que estos deseos no eran solo por la estabilidad emocional de mi hija, sino también por la mía. Si por alguna razón se volvía famosa en el mundo de las artes era muy probable que su madre la encontrara o, lo que era peor, que su abuelo la encontrara. Esa situación requeriría de múltiples explicaciones.
Después de quince años ya no me importaba tanto lo que los otros contribuyentes al ADN de mi hija pudieran decir, sino lo que ella pensaría si supiera la verdad. Tal vez me odiaría. No obstante, aunque nunca lo reconocería en voz alta, Kylen tenía razón. No podía arrebatarle su sueño por mis miedos, por el qué podría pasar. Ella era como su madre y yo quería convertirla en la versión de lo que yo pude haber sido. Sin darme cuenta estaba sometiendo a mi hija a la misma manipulación a la que me sometieron mis padres.
Ellos tenían un hijo normal y quisieron hacer de él alguien que destacara, sin importar el método o las consecuencias. Yo, por el contrario, tenía una hija talentosa y quería convertirla en una chica normal. Ambas situaciones, aunque aparentemente opuestas, eran la misma cosa: convertir a alguien que confía en ti en algo que no es. Yo nunca quise manipular a mi hija de la forma en que fui manipulado por mis propios padres y lo estaba haciendo sin darme cuenta.
¡Maldito Kylen Deshawn! Odiaba que tuviera razón. Odiaba tener que aceptar su ayuda.
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El 'Chico Malo' del Ballet (Gay) [Terminada] #3
RomanceKylen Deshawn, conocido también como "el chico malo del ballet", vive su propiamente impuesto exilio en París intentando mantenerse lejos de sus vicios: las fiestas, el alcohol y el sexo. No obstante, este nuevo comienzo que tenía planeado para su v...