~Narra Gabrielle~
«Voy a matar a Jérôme.»
Este pensamiento y unas cuantas variaciones, dignas de cualquier asesino en serie, poblaban mi mente mientras me encaminaba por segunda vez en el lapso de unas pocas horas a Rive Gauche. Claro que mis ideas de exterminio de cierto amigo francés no venían motivadas únicamente por el desastre que había creado de la nada, uno de sus usuales trucos de magia a los que ya debería estar acostumbrada. Es más, en el fondo estaba convencida de que el tiro le iba a salir por la culata. Su cortina de humo solo sirvió para que el objeto de su rabia descubriera unos sentimientos que yo sabía que estaban ahí desde aquella noche en que vi a Kylen con Bastian en Montmartre. Lo que me molestaba realmente era no saber el porqué.
Sistemáticamente Jérôme había tratado de dañar a Kylen de forma solapada desde que llegó a París, pero la movida contra Bastian no estaba clara. Jérôme no sabía de la conexión especial entre el bailarín y el pianista, arruinar eso para Kylen no parecía la gran cosa para alguien que desconociera las profundidades de la relación. Era más bien una acción que buscaba una reacción... Pero ¿cuál?, ¿qué ganaba Jérôme con todo aquello? También era cierto que mi furia no solo estaba relacionada con las acciones de Jérôme, tenía un propulsor adicional y mucho más prosaico: me dolían los pies. Una chica no puede estar caminando de un lado a otro de París, tratando de evitar una crisis sentimental y luciendo fabulosa mientras usa botas con un tacón de doce centímetros. Marvel y DC nos habían hecho un flaco favor presentándonos a superheroínas con poca ropa y tacones imposibles que se embarcaban en rudas peleas con villanos mutantes paradas en la punta de sus pies y, para remate, salían vencedoras. Tal vez de allí provenía la fuerza de Gatúbela o Tormenta, de la ira que producen en toda mujer unos zapatos incómodos.
Con esa misma rabia que me habría permitido darle una buena paliza a Magneto, entré a casa de Jérôme vagamente escuchando las indicaciones de Clementine sobre en qué lugar se encontraba su jefe. Abrí la puerta de su oficina sin llamar y la escena desplegada ante mis ojos aclaró muchas cosas, tantas que mi deseo de quitarme los zapatos pasó a un segundo plano. Jérôme y Cedric Vaughn estaban sentados frente a frente en el sofá conversando de forma absolutamente civilizada. Dos vasos, con lo que presumía era escocés, reposaban en la mesa frente a ellos. Lo más llamativo de la situación era la expresión en el rostro de Jérôme. Por primera vez en mucho tiempo no había trampa o placer morboso en su mirada, tampoco frío cálculo. Estaba contento, feliz, incluso se reía de las bromas del alemán antipático.
No recordaba haberlo visto tan «normal» y despreocupado desde unas vacaciones que pasamos en Samoa cuando todavía intentábamos funcionar como pareja. Ese día corríamos por la playa, tratando de salpicar al otro y arrojarle arena con los pies y Jérôme se reía como un hombre joven pasando un buen rato. Era exactamente la misma expresión que ahora tenía en el rostro. Las acciones de Jérôme no tenían nada que ver con Kylen. Todo se reducía a Cedric Vaughn.
—Gabrielle —Jérôme fue el primero en advertir mi presencia y la máscara estuvo en su rostro en cuestión de segundos. La alegría sincera desapareció de golpe sustituida por una afabilidad ficticia. —No sé si sentirme alagado o asustado porque me visites dos veces en un día.
—Señorita Campbell —el odioso alemán, caballerosamente, se puso de pie a modo de saludo.
—Normalmente te diría que comiences a correr, Jérôme —dije cerrando la puerta y adentrándome en la habitación. —Pero voy a aprovechar la oportunidad y comenzaré con el señor Darcy aquí presente —y señalé a Cedric.
—¿El señor Darcy? —preguntó el aludido levantando una ceja y una chispa de diversión se avivó en el fondo de sus ojos. ¿Quién diría que el alemán odioso tendría sentido del humor?
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El 'Chico Malo' del Ballet (Gay) [Terminada] #3
Roman d'amourKylen Deshawn, conocido también como "el chico malo del ballet", vive su propiamente impuesto exilio en París intentando mantenerse lejos de sus vicios: las fiestas, el alcohol y el sexo. No obstante, este nuevo comienzo que tenía planeado para su v...