Capítulo 29 (Final)

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~Seis meses después~

—¿Dónde demonios está esa niña?

—Sabes perfectamente que está en el cine —me respondió Bastian con una voz divertida. —Y el que estés parado viendo por la ventana no la hará regresar antes.

—La película terminó hace diez minutos.

—Y todavía no inventan los teletransportadores —siguió hablando a mis espaldas, calmado. El sonido del cuchillo cortando vegetales para la cena no se detuvo. —Además está con sus nuevos amigos de la Escuela de la Ópera. Seguramente fueron a comer algo o a caminar un rato.

—¿Nuevos amigos? —bufé. —No me gusta que salga con Issac Budeloir. Sé muy bien lo que tienen en mente los talentosísimos estudiantes de ballet de diecisiete años. ¡Yo fui uno!

La risa fuerte y gruesa inundó el lugar. Seguramente la escucharon hasta los vecinos. Volteé solo para lanzarle una mirada asesina a Cedric, quien estaba en la cocina con Bastian enseñándole a preparar sabrá Dios qué.

Después de la audición de Andrea seguí el consejo de Jérôme y lo llamé. Fue la conversación más incómoda desde la invención del Skype y concluyó con una invitación para que pasáramos parte del verano con él y Danny navegando por el Pacífico. No puedo negar que pasar tres semanas en un yate de lujo con mis mejores amigos ayudó a limar cualquier tipo de aspereza y alejamiento. Incluso la visita de Jérôme durante un fin de semana, en el que se dedicó más que nada a pescar con Cedric (actividad que aprendí era tremendamente aburrida), no estuvo tan mal; más que nada porque vino con Gabrielle e inmediatamente se hizo la mejor amiga de todo el mundo. Con Danny dedicó horas a tratar de determinar cuál era el mejor lugar para comer pizza en Nueva York y ambos se rieron cómplices cuando Cedric mencionó un lugar en Nápoles, como si comer pizza en Italia fuese cosa de aficionados. Dibujó flores con un marcador en los brazos de Andrea, lo que me hizo temer que la pequeña quisiese un tatuaje cuando alcanzara la mayoría de edad; y habló de música con Bastian.

Bastian estuvo un poco cohibido al principio, rodeado de tanta gente nueva y distinta, pero eventualmente se soltó un poco. Andrea, por su parte, no dejó de repetir que eran las mejores vacaciones de su vida y ya estaba hablando de visitar Nueva York en primavera. Ahora, cada vez que Cedric iba a Londres por negocios, cosa que ocurría cerca de una vez al mes, pasaba a visitarnos a París. Siempre traía un regalo para Andrea y practicaba alguna receta con Bastian.

—¿Qué se supone que es gracioso? —le pregunté molesto.

—Los hombres disipados deberían saber que el castigo divino siempre será tener una hija y así recordar lo que le hicieron a las hijas de los demás.

Lo miré amargado. Andrea no era mi hija, aunque algunas veces la sentía como tal y no podía negar que cuando alguien la llamaba así yo crecía como un centímetro. Si a algún bailarín imbécil se le ocurría siquiera... No, no iba a torturarme explorando esa línea de pensamiento. Mejor era torturar a Cedric y la herramienta perfecta para hacerlo estaba en la ciudad.

—Y los hombres mandones pierden a sus parejas —le dije con una mueca. —¿Dónde dijiste que estaba Danny?

—De compras —respondió concentrándose nuevamente en los pimientos.

—¿De compras? —pregunté sarcástico. —¿Te das cuenta de que palabras como «Danny» y «compras» no van jamás en la misma oración?

—Es París.

—Y Danny solo compra en Gap y en Target. No tiene nada que buscar aquí.

—Gabrielle le habló de una tienda vintage.

El 'Chico Malo' del Ballet (Gay) [Terminada] #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora