Capítulo 10

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Tras pasar lo que me quedaba de sábado durmiendo, encargándome de mi «falta de actividad física» con más ferocidad que un adolescente virgen, cambiando los canales en el televisor cada vez que tenía unas horas de consciencia y consumiendo cualquier cosa comestible que consiguiera, el domingo me desperté completamente descansado.

Luego de matar un par de horas ocupándome de mis necesidades físicas, de la higiene y de intentar poner un poco de orden a mi alrededor, sábanas de la cama incluidas, el departamento comenzó a sentirse demasiado pequeño y eso que estaba prácticamente vacío. Eso de comprar muebles y decorar no era lo mío. Para colmo de males, no ponían nada interesante en la televisión, en mi refrigerador solo había agua y la imagen de Gabrielle desperezándose como un gato frente a mi ventana regresaba a mi mente una y otra vez sin invitación. En conclusión, estaba aburrido, hambriento y a un paso de que me salieran pelos en la palma de la mano.

Para remediar todos esos problemas y la cada vez más grande necesidad de abrir el portátil y llamar a Danny por Skype, debía salir y, como no tenía a dónde ir, un viaje a la tienda de la esquina se me antojaba buena idea y tal vez una parada en la venta de crepes que estaba dos calles después de la tienda o, ¿por qué negarlo?, en la licorería que estaba más allá. Tal vez después de hacer la compra y tomar un par de tragos me sentiría en capacidad de hablar con él y de escuchar sus historias sobre los viajes sorpresa a los que Cedric lo invitaba o las propuestas de matrimonio cada vez más creativas que él le hacía y a las que él siempre respondía que no.

Sí, definitivamente para enfrentar esa conversación sobre la hermosa y caótica vida cotidiana que llevaba la única persona que había significado algo para mí con mi mejor amigo sin que mi sonrisa flaqueara, necesitaría un poco de coraje líquido. Más cuando ese "sí quiero ser tu esposo" iba a llegar en algún momento y debía alegrarme por ellos.

Me vestí con lo primero que se me atravesó: unos vaqueros viejos, una camiseta con el logo de la banda de mi amigo Mason y mis zapatillas Nike. Un poco apurado me pasé la mano por el cabello todavía húmedo para darle un poco de orden, tomé las llaves y con el repentino ánimo que me daba tener algo que hacer, o mejor dicho huir de algo que no quería hacer, bajé las escaleras con más entusiasmo de lo que esa actividad normalmente demandaba.

En el vestíbulo casi atropello a Andrea, quien sostenía en sus manos una computadora portátil abierta mientras paseaba de un lado a otro dirigiendo miradas alternativas al espacio vacío y al aparato.

—¿Qué haces? —pregunté curioso, mirando alternativamente al aire y luego al portátil para ver si entendía el porqué del extraño comportamiento.

—Busco una señal wifi disponible. Papá quitó el internet debido a un recorte en nuestro presupuesto —me lanzó una mirada afilada. —Y debo aprender el pas de deux de La bella durmiente para mi clase de repertorio.

—Puedes usar mi conexión —me ofrecí avergonzado. —No recuerdo la clave pero debo tenerla anotada en algún lugar —comencé a subir la escalera de vuelta dispuesto a poner todo patas arriba para conseguir la bendita contraseña, pues no era justo que la simpática muchachita pagara por la terquedad de su padre. Apenas había subido un par de escalones cuando una idea me iluminó. —Yo puedo enseñártelo.

—¿Qué me puedes enseñar?

—El pas de deux. Lo he bailado cientos de veces —bajé los escalones, tomé posición frente a ella y le guiñé un ojo. —Para empezar: quinta posición croisé.

—¿Vas a bailar conmigo? —me preguntó haciendo una mueca de incredulidad.

—Es un dúo —me encogí de hombros. —Será más fácil si te enseño los pasos practicándolos contigo.

El 'Chico Malo' del Ballet (Gay) [Terminada] #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora