~Narra Gabrielle~
El local de tatuajes estaba lleno esa mañana, como era de esperar. En lo que el invierno terminaba y la gente no necesitaba estar cubierta con capas y capas de tela, tenía la aparente necesidad de adornar su piel. No era que me quejara. A fin de cuentas me daba de comer. Sin embargo, en la mayoría de los casos era una decisión apresurada, un deseo de ir con la moda. Pocas de estas personas entendían que un tatuaje era una forma de arte, un embellecimiento externo que cargarían consigo por el resto de su vida y que, por lo tanto, debía significar algo. No importaba si era una pequeña mariposa, un símbolo celta o algo enorme que ocupara la espalda, un brazo o una pierna, si era solo con tinta negra o llevaba color o piedras; la cuestión era que tuviera un propósito, un sentido solo para la persona que lo llevaba, más allá de simple adorno. Tristemente, la mayoría de mis clientes se arrepentiría en un año o dos.
Por lo pronto me estaba divirtiendo. Esa mañana había entrado un padre soltero que deseaba tener el nombre de su hija en la piel para celebrar el quinto cumpleaños de la pequeña. Cualquier tipo de tatuaje que representase a la familia, que la honrara, era algo en lo que siempre me gustaba trabajar. No había nada más precioso que la familia, incluso si tenías que dejarla atrás para protegerla.
Varias hojas en mi cuaderno de dibujo mostraban manos, dedos entrelazados. Trabajaba en las líneas y los detalles para el tatuaje que me habían encargado, y estaba tan concentrada que cuando levantaba la vista no veía nada de lo que me rodeaba. Mi mente seguía viendo posibles combinaciones.
—¿Cómo está todo esta mañana?
La voz casi que me hizo saltar en la silla y abrir un agujero en el techo como cualquier protagonista de una caricatura. La interrupción de Jérôme, además de sorpresiva, no era bienvenida. Debía dibujar un cartel que dijera «Genio trabajando» para colgarlo en la puerta de la trastienda. Tal vez bastaría con pasarle llave.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté sonriendo, aunque más que una sonrisa era una mueca estudiada para demostrar que me estaba interrumpiendo.
—Supervisando una de mis inversiones —y en un mal intento por validar su afirmación echó un vistazo sin profundidad a sus alrededores.
—A la tienda le va bien —dije soltando el lápiz y cerrando el blog de dibujo. —Estoy segura de que los reportes financieros te llegan puntualmente, aunque claro, para ti no debe de alcanzar ni para dar propinas.
—Poner la comida en la mesa de artistas desconocidos es uno de mis principales propósitos en la vida —dijo presumido y se sentó en la silla de la mesa de dibujo contigua. —Además te fuiste muy temprano y no hemos hablado en todo el día.
—Existen los teléfonos.
—Son tan impersonales —dijo examinándose las uñas. —Entonces, ¿qué piensas de él?
La pregunta de Jérôme fue hecha casi al descuido, con fastidio, como si necesitara hablar de cualquier cosa para entretenerse, pero yo lo conocía bien. Todos tenemos algún «defecto de crianza». El de Jérôme era parecer siempre desapegado, poco interesado en las cosas que le rodeaban, como un emperador aburrido buscando, sin encontrarlo, algo de entretenimiento en las costumbres mundanas de sus súbditos.
—¿De quién? —pregunté confundida. Yo también podía parecer desinteresada. Jérôme bufó.
—Kylen Deshawn —me aclaró aunque su mirada no dejaba la más mínima duda de que mi jueguito no le hacía ninguna gracia. Manteniéndome en personaje, simplemente me encogí de hombros e hice una mueca con la boca. —¡Vamos, Gabrielle! Alguna impresión debe de haberte causado.
No tenía por qué mentir a Jérôme pero tampoco quería ser completamente honesta con él. Todavía no tenía claro qué estaba buscando con todo esto.
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El 'Chico Malo' del Ballet (Gay) [Terminada] #3
RomantizmKylen Deshawn, conocido también como "el chico malo del ballet", vive su propiamente impuesto exilio en París intentando mantenerse lejos de sus vicios: las fiestas, el alcohol y el sexo. No obstante, este nuevo comienzo que tenía planeado para su v...