~Narra Bastian~
—¡Cariño, ya estoy en casa! ¿Qué hay de cenar?
El huracán Kylen Deshawn hizo su entrada, como cada noche, llenando de energía todo a su alrededor. Recién duchado y vestido con lo que, obviamente, primero se había cruzado en su camino y aun así se veía endemoniadamente bien. Era como si pudiera saltar a cualquier situación, en cualquier estado, y verse como un modelo de revista.
Estaba convencido de que después de mes y medio de verlo entrenar casi cada noche con Andrea, secarse el sudor con la camiseta dejando al descubierto un estómago plano, no excesivamente marcado pero obviamente duro, ya me habría acostumbrado. Al menos eso era lo que me decía cuando regresábamos de Montmartre, nos despedíamos en la puerta de mi departamento y lo veía subir la escalera; pero una hora después entraba a mi casa con su sonrisa de niñito travieso y sus comentarios divertidos y era como verlo por primera vez.
Aún no había pedido nada a cambio por su desinteresada ayuda y nada parecía indicar que fuese a hacerlo. Sin embargo, había días en que deseaba que el requerimiento llegara de una buena vez y, por cierto, en una forma poco decorosa.
—Traje magdalenas de chocolate para el postre —dijo dejando una pequeña caja sobre la mesa. Sin pedírselo siempre traía algo. Algunas veces era algo inocente como el postre, otras una compra un poco más voluminosa argumentando, ante mis protestas, que comía mucho y no estaba dispuesto a alterar mi presupuesto.
—Andrea no las comerá —dije ojeando el postre con añoranza. ¿Era una casualidad o recordaba que era mi favorito? —Tú sabes lo que opina de los postres en la noche.
—Las traje para ti —la confirmación hizo que mi corazón se saltara un latido. —Andrea puede mordisquear la mía, como de costumbre. ¿No has puesto la mesa todavía? —abrió el cajón correspondiente y sacó los mantelitos individuales. —¡Muero de hambre!
Con la facilidad de alguien que se ha metido en tu vida sin que te des cuenta, sacó también los platos, los cubiertos, las servilletas, hasta dejarlo todo dispuesto. Era una especie de rutina, nuestra rutina, y se sentía tan cómoda como un par de zapatos viejos.
A pesar de sus constantes bromas y mis invariables acusaciones, Kylen Deshawn nunca había faltado a un ensayo, nunca había llegado pasado de tragos y siempre se mostraba amable y paciente. Es más, poco a poco se había convertido en la parte divertida y alegre de nuestra rutina diaria. Adicionalmente, la amiga fabulosa parecía haber desaparecido del panorama.
—¿Dónde está Andrea? ¿Hoy tenemos doble dosis de Niklaus y Elijah? — preguntó asomándose por encima de mi hombro para explorar mi trabajo sobre la estufa. —Eso huele bien.
—Crepes de atún —dije apartándome porque él olía mejor que cualquier cosa que pudiera cocinar, una mezcla de jabón y Hugo Boss. —Y apreciaría mucho que dejaras de alentar a mi hija a ver esos programas tan sangrientos donde sujetos arrancan corazones de otros con sus propias manos, vendedores de armas son los héroes y zombis se comen los intestinos de las pocas personas amables que quedan en el mundo.
—Pensé que querías que tu hija fuera una chica normal, que amara a los vampiros y cantara canciones de la banda adolescente de moda —se recostó en la encimera y se encogió de hombros. —En cuanto al brillo labial de fresa o frambuesa creo que eso entra más en tu territorio de padre.
—¿Y todo este baño de cultura popular que nos damos cada noche es únicamente en beneficio de Andrea? —pregunté tratando de esconder la absurda complacencia que me producía que recordara aquella conversación que tuvimos meses atrás.
—¡Claro que no! Tú mismo lo dijiste, soy un niño grande y un egoísta. No me gusta ver mis programas de televisión preferidos sin tener con quién comentarlos, pero debes admitir que sirve a tus propósitos: una vez que salimos del estudio no se habla más de ballet ni se escucha Tchaikovsky. Tienes lo que querías y Andrea también. Todos ganamos.
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El 'Chico Malo' del Ballet (Gay) [Terminada] #3
Roman d'amourKylen Deshawn, conocido también como "el chico malo del ballet", vive su propiamente impuesto exilio en París intentando mantenerse lejos de sus vicios: las fiestas, el alcohol y el sexo. No obstante, este nuevo comienzo que tenía planeado para su v...