~Narra Gabrielle~
—Bonjour, mademoiselle Campbell —me saludó la ama de llaves de Jérôme. A petición de su terapista, Jérôme había dejado ir a la mayoría de su personal femenino, pero no pudo despedir a la mujer que había manejado la casa desde mucho antes de que él tomara posesión de ella. Esa era una prueba de que Jérôme Belmont tenía corazón, a pesar de lo que pudieran decir sus adversarios. —Monsieur Belmont se trouve dans la chambre —dijo invitándome a entrar.
La respuesta no me extrañó. Jérôme no era de los que abandonaban la cama temprano, menos un domingo, mucho más cuando muchos de sus negocios podían ser atendidos desde allí. ¡La maravilla de la tecnología! Jérôme podía comprar obras de arte, asistir a subastas, descubrir nuevos artistas que llenaran cada día los espacios de su muy exitosa galería, todo sin salir de la cama. Incluso si un día decidía dejar de trabajar, la fortuna que había heredado sería suficiente para que viviera de forma cómoda.
—Merci, Clementine —le respondí con un guiño cómplice y sin esperar invitación, pues llevaba años visitando esa casa sin anunciarme como para andar con ceremonias, me dirigí a la escalera.
No habíamos hablado en una semana. Habíamos peleado antes, obviamente, incluso mucho peor que el día que irrumpió en mi cena con Kylen Deshawn. Sin embargo, Jérôme se comportaba muchas veces como un niño: peleábamos, montaba un teatro y a los días aparecía nuevamente como si nada hubiese pasado. No era exactamente una disculpa en el estricto sentido de la palabra, era su forma de dejarte saber que la discusión era agua pasada.
Normalmente no sería yo quien propiciaría el acercamiento. Era mi contribución para ayudarlo a entender que las cosas a su alrededor no sucedían simplemente porque Jérôme Belmont así lo deseara, que sus pataletas no me amedrentaban. No obstante, necesitaba algo de él, así que era mi turno de bajar la cabeza y hacer una concesión. Solo esperaba que hubiese tenido una buena semana. Claro, eso era un sentimiento egoísta, uno que solo buscaba su colaboración en este asunto con Kylen, porque una «buena semana», de esas que lo hacían levantar de un humor aceptable, no era precisamente buena para Jérôme, no en el largo camino que representaba su recuperación.
Subiendo los escalones de dos en dos recordé cómo estaba la última vez que lo vi y me sentí culpable. Dejarlo ir solo a la fiesta de Jacque fue un error, debí indagar el porqué de su comportamiento. La verdad era que, aunque la mayoría del tiempo la toxicidad de Jérôme se mezclaba con la mía manufacturando una especie de vacuna, algunas veces era agotador estar mucho tiempo en su compañía. Algunas veces solo quería respirar un poco de aire puro.
Llegué a la puerta doble que marcaba el territorio nocturno de Jérôme y sin detenerme a pensarlo abrí sin llamar. Claro que en lo que puse un pie dentro de la habitación, una advertencia sonó en el fondo de mi mente. No era que las actividades de dormitorio de Jérôme se circunscribieran a los horarios habituales, ni siquiera necesitaba tener compañía, pero cualquier cosa podría estar ocurriendo en cualquier momento detrás de esas puertas.
El primer punto en el que se enfocó mi vista fue en la cama, que estaba vacía y sin hacer. Luego en la puerta del baño entreabierta. Tras un escaneo rápido por el resto de la habitación, en el que esperé ver emerger de cualquier lado mujeres con poca ropa o alguna otra cosa en proceso de la que no quería ser testigo, solté un suspiro de alivio al ver a Jérôme inocentemente sentado en su terraza con una taza de café en la mano.
Nada que ver con la versión XXX que por un momento había cruzado mi mente. Aún estaba en ropa de dormir y no pude evitar sonreír. Siempre me resultaba un poco pomposo verlo. Los pijamas a rayas eran algo que, invariablemente, asociaba con abuelitos con olor a talco, hombres casados de mediana edad o algún tipo de pervertido reprimido que asesina conejitos o mantiene el cadáver de su madre en alguna habitación de hotel. Jérôme podría ser catalogado como un pervertido por algunos, pero nadie le endilgaría el calificativo de «reprimido».
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El 'Chico Malo' del Ballet (Gay) [Terminada] #3
Roman d'amourKylen Deshawn, conocido también como "el chico malo del ballet", vive su propiamente impuesto exilio en París intentando mantenerse lejos de sus vicios: las fiestas, el alcohol y el sexo. No obstante, este nuevo comienzo que tenía planeado para su v...