Capítulo 20

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Estaba apurado, no porque debía llegar a un sitio determinado a una hora precisa sino porque quería, deseaba, estar en un lugar. La última semana, desde la caída de Andrea en el baño, había significado un golpe para mi nueva rutina, restándole la comodidad de las cosas sencillas, y eso me tenía inquieto. No más entrenamientos nocturnos en Montmartre, no más Bastian en el piano acompañando nuestras prácticas... Claro que me había negado firmemente a renunciar a todo porque, de lo contrario, ¿qué me quedaría?

Después de que el doctor Girard confirmó mi diagnóstico, tuve extenso material para gastarle bromas a Bastian. Intenté obligarlo a que me llamara «doctor Deshawn», lo que generó, cada vez, una de sus miradas ceñudas; por lo que disfrutaba enormemente insistiendo. Las cenas se mantuvieron. ¡Gracias al cielo! Pues todo mi día estaba dedicado a preparar lo que haríamos cada noche: televisión, monopolio, scrabble. Moría por un buen juego de twister con Bastian, pero Andrea todavía no estaba en condiciones para eso. Así que, al llegar del trabajo, como cada día de la última semana, mi prioridad fue meterme en la ducha, ponerme algo de ropa y salir corriendo escaleras abajo, como un adicto requiriendo su próxima dosis.

¿Cómo había personas que encontraban terriblemente aburrido quedarse en casa cada noche disfrutando de la compañía simple de la familia? ¿La familia? ¿Mi familia? No pude profundizar más en ese pensamiento, pues algo blando se atravesó en mi carrera escaleras abajo. Iba tan apurado y concentrado en esos pensamientos tan extraños que no reparé en el obstáculo. Solo pude ver, tras la colisión, una especie de líquido oscuro hacer una figura en el aire antes de ir a estamparse en una superficie blanca. Por reflejo estiré los brazos para evitar que esa persona que se había cruzado en mi camino (estaba seguro de que era una persona) cayese sobre su trasero producto del impacto del choque. Cuando todo el movimiento que me rodeaba se detuvo, pude finalmente enfocar la vista en unos ojos verdes que me miraban muy abiertos.

—¡Gabrielle! —dije con asombro al mismo tiempo que un maremágnum de emociones viajaba por mi cuerpo.

Muchas de ellas no podían ser identificadas, otras tenían mucho de vergüenza y no quería reconocerlas. Casi dos meses había estado ausente y en un principio, cuando me anunció que tenía que viajar con Jérôme, me molesté y la extrañé, pero el sentimiento duró solo unos días. Luego caí en esa rutina maravillosa y agotadora de entrenar a Andrea y pasar las noches con Bastian y poco a poco Gabrielle fue saliendo de mi mente.

—¿Cuándo volviste? —dije obligándome a sonreír, pues me sentía como un pedazo de excremento de roedor.

Esa mujer me había salvado del tedio de París y hubo una época en que mis días comenzaban y concluían con un pensamiento sobre ella, preparando estrategias para hacer que cambiara de parecer sobre nuestras posibilidades. También su guía había sido invaluable en todo el asunto de Andrea. Sin embargo ahora, aunque me alegraba verla, había un infundado sentimiento de traición que me impedía disfrutar completamente del encuentro.

—Hace un par de días, aunque si hubiese sabido que me recibirías con un baño de café habría postergado el momento o, al menos, hubiese vestido algo impermeable.

Hizo un gesto hacia su vestido y pude ver la mancha oscura sobre el delicado estampado floral. Más abajo a sus pies, enfundados en unas botas con el tacón más alto que había visto en mi vida, estaba un vaso plástico, todavía destilando en el suelo lo poco que quedaba en su interior.

—Lo siento tanto. No estaba viendo por dónde iba —la solté y me agaché a recoger el vaso. —¿Te quemaste?

—No. Ya estaba tibio. —me miró desde arriba y sonrió de esa forma que en otro momento me hizo contener la respiración esperando lo que vendría a continuación y que ahora me hacía sentir ligeramente incómodo. Extraño. La sonrisa era la misma, solo su efecto había variado. —¿Podemos subir hasta tu casa para quitarme esta ropa y abrazarte como se debe?

El 'Chico Malo' del Ballet (Gay) [Terminada] #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora