Capítulo Dos

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El Heredero

Capítulo Dos

-Papá.

Golpearon a la puerta pasadas las doce de la noche. Nadie respondió.

-¡Papá! – insistió -. ¡Papá, responde!

Portando un candelabro de cuatro brazos, David abrió de un golpe y se encontró con su padre dormido sobre el piso en su propia borrachera. Charles había encontrado un par más de botellas de whisky detrás de la licorera y se las había bebido prácticamente de un trago. El muchacho, un calco de él años más joven, se inclinó y lo sacudió ya sabiendo que no lo despertaría. Con infinita paciencia, lo alzó y trató de recostarlo en el sillón lo mejor que pudo para que durmiera más cómodo. Sabía que no despertaría hasta la mañana. Esperaba que lo hiciera antes de que tuviera que partir para poder despedirse, quizás para siempre.

David se arrodilló y comenzó a alzar las botellas vacías. También levantó los vidrios de la estrellada junto a la pared para que su padre no se lastimara cuando despertara sin recordar lo que había sucedido. Fue hasta la ventana y cerró las hojas para que no sufriera frío durante la noche. Al observar el paisaje nocturno, suspiró porque no quería marcharse de Westchester. El castillo había sido su único hogar y, a pesar de la ausencia de su madre y del alcoholismo de su padre, había tenido una infancia feliz. Amor no le había faltado. Charles lo adoraba y se lo había demostrado en cada ocasión. También su tía Raven Darkhölme, la hermana adoptiva de su progenitor, y Henry McCoy, a quien llamaba tío Hank, su esposo. Ellos lo habían cuidado y mimado en los momentos más difíciles de Charles.

David depositó los restos de vidrio en una caja y se volvió hacia su progenitor. Sentía que no podía abandonarlo. No podía dejarlo solo. ¿Quién lo cuidaría cuando se emborrachara? ¿Quién lo acompañaría en las noches de soledad? También pensaba en sí mismo y en cuánto necesitaría de Charles. ¿Quién le brindaría a él los consejos que solo su padre podía darle? ¿En qué brazos se refugiaría cuando ese mundo extraño que se le abría en Prusia lo aturdiera demasiado? Si esa familia extranjera no lo quería, tendría a su padre lejos para buscar su afecto. No podía dejar Westchester y, sin embargo, no tenía opción. Se secó los ojos con la manga y aspiró el llanto. Tampoco tenía que llorar. A pesar de todo, era afortunado al haber conseguido una novia rica con la situación financiera catastrófica de su familia. Además, con el enlace, Charles no perdería Westchester y eso para David valía más que su propia felicidad.

Charles necesitaba conservar su casa pero también lo necesitaba a él y él necesitaba de Charles.

¿Qué podía hacer? Era solo un niño de quince años.

En sueños, Charles se acomodó de lado y comenzó a roncar. David se quitó su chaqueta para arroparlo. No era la primera vez que cuidaba a su padre borracho, pero sufría al pensar que sería la última.

-Dave – lo llamó su tío Hank desde la puerta despacio para no alterar a su cuñado -. Ven, hijo.

David se volvió hacia él y después de observar a su progenitor y cerciorarse de que estuviera cómodo, alzó el candelabro y salió. En el pasillo, Hank se acomodó las gafas con marco de oro.

-¿Tienes todo listo para el viaje? – quiso saber.

-Sí, ya terminé de empacar.

-Recuerda que no debes llevar mucha ropa – le recordó su tío -. El barón especificó que quiere educarte y vestirte a la manera germana.

-Espero que su estilo me guste – murmuró David, bajando la cabeza. Había tantas emociones juntas en su corazón, que le costaba retenerlas.

Hank le apretó el hombro afectuosamente.

El Heredero. CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora