Capítulo Seis

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El Heredero

Capítulo Seis

Charles y David descansaron hasta las cuatro y media, cuando bajaron al comedor a compartir el té de las cinco con el barón y con sus hijos. Eran británicos y la puntualidad los obligaba a estar al menos veinte minutos antes para cualquier evento. Después cada uno se retiró para prepararse para la cena de gala de esa noche. Se habían enviado invitaciones a gente importante del ducado y burgueses prósperos que vivían en Dusseldorf. La cena sería fastuosa y los novios se presentarían en sociedad.

Cuando llegó el momento, el barón y el conde entraron en el salón de baile del palacio, atestada de gente, acompañado cada uno de su hijo. La orquesta dejó de tocar y todos hicieron silencio para observar la escena.

Wanda soltó la mano de su padre e hizo una reverencia grácil, primero al conde y después a su prometido. David estaba fascinado con su novia, si antes le había parecido bella, ahora le parecía preciosa con ese vestido pomposo de color escarlata y el cabello recogido en un rodete para dejar su rostro despejado y que lucieran sus ojos. Embelesado, le tomó la mano y se la besó.

Wanda no podía negar que se veía apuesto con el traje oscuro de gala y el pañuelo al cuello de color ocre, que hacía centellar sus ojos. Además, David tenía la elegancia clásica e innata de su estirpe. Pero seguía pensando que era un noblecito venido a menos, y que se casaría con ella para que su papá lo salvara de la ruina.

Cada uno se dirigió al salón de invitados y tomó sus respectivos asientos para cenar. Una vez finalizada la comida, comenzó el baile con un vals vienés.

Como dueño de casa, Erik lo inició con Wanda. Charles no podía sacarle los ojos de encima. El barón sabía bailar. Tenía distinción y clase. El conde quedó hechizado observando sus movimientos, la manera elegante y fina con que llevaba a su hija a través de la pista. Sin querer, Charles se imaginó ocupando el lugar de la joven y parpadeó para quitarse de la cabeza una idea tan desopilante. Cuando la pieza terminó, tuvo que parpadear varias veces para volver a la realidad.

Erik se acercó a David para entregarle a su hija. La orquesta comenzó otro vals y las distintas parejas se sumaron al baile.

Erik alzó dos copas con champagne de la bandeja de un mozo que pasaba, y se acercó a Charles.

-Ahora que estamos en medio de una fiesta, no vas a negarte a beber – lo invitó, pasándole una copa.

-Preferiría no hacerlo pero es de mala educación rechazar el ofrecimiento del anfitrión de la casa – contestó Charles y bebió un sorbo.

Erik le sonrió.

-Créeme que te entiendo. Si no fuera por mis obligaciones laborales mañana, bebería varias botellas y no me sentiría orgulloso de mi estado frente a toda esta gente.

Charles rio y Erik rio cómplice de su risa.

-¿Te sientes a gusto en tus aposentos? – preguntó el barón -. ¿Cómo la estás pasando?

-La recepción y la cena fueron exquisitas, Erik. Gracias. Los aposentos no pueden ser más cómodos. Pero lo más importante para mí es ver a David feliz y él está complacido con tu hija.

Erik sonrió con orgullo. Su Wanda maravillaba a cualquiera.

-A propósito, ¿dónde están? – preguntó, buscando a la pareja con la mirada.

Charles husmeó el salón de baile y trató de localizar la mente de su hijo en la muchedumbre.

-Seguramente habrán salido a tomar aire fresco en los jardines.

El Heredero. CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora