Capítulo Veintiuno

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El Heredero

Capítulo Veintiuno

Al dejar fluir sus miedos esa noche, Charles se liberó y la respuesta de consuelo de Erik lo ayudó a calmarse. El saber que sufriría durante el parto y la posibilidad de fallecer, lógicamente, lo aterrorizaban pero la presencia de su amor era un alivio enorme para superarlo. Decidió ya no reprimir más su miedo: la mayor parte del tiempo estaba feliz con el embarazo pero cuando sentía dudas e imaginaba el parto o la cirugía solo apretaba la mano de su amante. Erik lo comprendía y si estaban con alguien más, se excusaban para alejarse de esa persona y encontrar intimidad, y si estaban solos se recostaban juntos y el barón lo abrazaba. El apoyo era mutuo y los ayudó con sus temores y a fortalecer más su vínculo. Charles necesitaba ser consolado y aprendió que no tenía que mostrar fortaleza todo el tiempo porque Erik también quería cuidarlo y aliviarlo.

Llegó febrero y junto con la nieve y el frío, el cumpleaños de David. A principios de marzo llegó el de los gemelos y, en esa misma semana, Charles recibió una carta de Escocia donde Hank y Raven le avisaban que ya eran padres de un niño y lo habían llamado Kurt. David se emocionó al saber que al fin tenía un primo.

Como hacía frío afuera, Charles pasaba la mayor parte del tiempo en el despacho de Erik, ayudándolo con sus negocios, y en la salita donde su hijo y Peter se habían besado por primera vez. Solía leer los libros médicos que Azazel le prestaba para prepararlo para el alumbramiento, o alguno que otro de ciencias que Erik encargaba desde Berlín. A mediados de marzo, ya el frio había cedido un poco, aunque quedaban rastros de la nieve caída la noche anterior, y el conde decidió dar un paseo alrededor de la casa. Se enfundó en un saco amplio de piel y se calzó una bufanda y guantes. Al salir, respiró el aire fresco y observó en el jardín algunos brotes de florecitas incipientes que presagiaban la primavera próxima. Inició su paseo apretándose el abrigo contra el vientre. Llevaba cinco meses de embarazo y le gustaba frotarse la barriga mientras caminaba.

-¡Papá! – David le salió al encuentro desde una esquina -. ¡Qué bueno verte! Es un día espléndido. Hay sol y salimos a cabalgar. Ahora Peter llevó los caballos a la caballeriza.

Charles le hizo una caricia en la cabeza.

-¿Te gustaría pasear con tu padre?

-¡Sabes que sí! – exclamó el joven con entusiasmo.

Charles lo abrazó del cuello para apoyarle una mano sobre el hombro y lo empujó para que anduvieran juntos. Con la otra se cerraba el saco en la punta del ombligo.

-¿Cómo estuvo la cabalgata?

-Bien, fuimos hasta el bosquecillo y Peter me mostró la tumba de su hermana – comentó el joven con respeto.

Charles se detuvo y lo miró a los ojos.

-¿Cómo están las cosas entre tú y él?

David bajó la cabeza. Charles estaba a punto de entrar en su mente pero se contuvo, quería darle a su hijo la libertad de confiar en él.

-Ya tengo dieciséis y Peter tiene dieciocho. Nos amamos, papá, nos respetamos y queremos demostrarnos lo que nos sentimos.

-Te entiendo – observó Charles con calma. No necesitaba de su telepatía para comprender hacia dónde iba el asunto y añadió -. Los dos son jóvenes todavía, David. Aún tienen mucho para descubrir y disfrutar.

-¿Crees que todavía no estamos preparados? – suspiró el jovencito, nervioso.

Su padre comprendió que el patio abierto no era un lugar adecuado y lo empujó.

El Heredero. CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora