El Heredero
Capítulo Trece
A Erik le costó dejar a Charles en ese estado solo con el médico que parecía un demonio pero no le quedó otra opción y tuvo que salir con los jóvenes. Echó una última mirada a su amante gimiendo y cerró la puerta. Luego recargó la espalda en ella, mientras trataba de calmarse. Sumado a la incertidumbre de no saber qué le ocurría, estaba la desolación e impotencia de verlo sufrir y no poder consolarlo. Mil veces quiso desobedecer y bajar el picaporte para entrar, y solo el autocontrol impuesto lo contuvo.
Con la mirada cargada de desazón, observó a los jóvenes, que se habían ubicado en un rincón de la sala. David estaba desconsolado porque su padre lo era todo para él y verlo sufrir de esa forma sin poder ayudarlo, lo desesperaba tremendamente. Peter lo estaba abrazando y Erik notó que David se aliviaba con su consuelo.
El barón pensó que Charles tal vez tenía razón y debía escuchar al menos a los jóvenes. También estaba en lo cierto al hacerle ver que habían sido honestos y valientes al elegir confesarles a sus padres antes que faltarle el respeto a Wanda. Quizás los celos que sentía por su hija lo habían enceguecido, o, quizás, le costaba admitir que Peter ya era casi un hombre y podía enamorarse.
Erik parpadeó mientras los observaba. Ahora los jóvenes habían deshecho el abrazo y Peter lo estaba tomando de los hombros y le hablaba con calma. David lo miraba con los ojos acuosos y asentía.
Erik apoyó la cabeza contra la puerta. Era difícil para un padre exigente como él pero tenía que darle la oportunidad a su hijo y escucharlo. Peter merecía ser feliz y, quién lo podía saber, tal vez el hijo de Charles era el indicado para darle esa felicidad.
Se oyó una explosión y Azazel apareció en la sala. Erik bufó pensando por qué no podía usar la puerta como cualquier otro mortal. ¿O era inmortal acaso?
David se acercó a Azazel. Este lo abrazó paternalmente. Conocía a David desde que era un niño. Peter se les acercó pero se mantuvo a una distancia prudente.
-No temas, David – le dijo el médico en tono consolador, mientras le palpaba la cabeza como a un pequeño -. Tu padre está bien. Solo necesita descansar.
-¿Y lo que tenía en el vientre? – quiso saber el joven.
-Ya le alivié el dolor y la hinchazón continuará por tres o cinco días más. Le di una medicina que lo va a curar en pocos días.
-Pero él va a ponerse bien, Azazel – quiso asegurarse David. Estaba demasiado preocupado -. ¿Solo con tu medicina mejorará?
-Medicina y descanso.
-¿Qué clase de medicina le dio? – reclamó Erik con autoridad.
Azazel se volvió hacia el barón. No necesitaba la telepatía del conde para darse cuenta que era el amante de Charles y el padre de la criatura. La desesperación que Erik había demostrado en el dormitorio y la mirada preocupada que tenía ahora, le indicaban lo enamorado que estaba. Por eso decidió ser prudente al contestar.
-Es una mezcla de hierbas que ya comenzó a hacerle efecto. ¿Desea conocer los ingredientes?
-No, está bien – replicó Erik y se le acercó -. Quiero saber qué tenía exactamente – miró a los jóvenes y se volvió hacia Azazel -. Si le parece conveniente hablaremos en privado.
Azazel notó que David había vuelto a preocuparse y sacudió la cabeza.
-No es necesario. Pienso que el conde hablará con usted en privado cuando lo considere conveniente pero su vida no corre peligro alguno. Solo deben dejarlo descansar, que coma algún caldo liviano y mañana podrá levantarse. En cuanto a la medicina, que la beba cada cuatro horas y ya no sufrirá más dolores.
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El Heredero. Cherik
RomanceEl conde Charles Xavier se ve obligado a casar a su único y adorado hijo con la hija del acaudalado barón Erik Lehnsherr. Lo que nunca imaginó fue que se terminaría enamorando locamente de él.