Capítulo Doce

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El Heredero

Capítulo Doce

Erik seguía furioso pero necesitaba disculparse con Charles. Entendía que no debía haberle dicho esa frase tan hiriente. Salió de la sala para buscarlo y se topó con el mayordomo, que se acercaba a avisarle que un militar con credenciales de Scotland Yard lo buscaba de manera urgente.

Erik suspiró mirando el pasillo que conducía a los aposentos de Charles y le ordenó al mayordomo que le respondiera al oficial que lo vería inmediatamente.

El militar estaba en la sala donde el barón recibía visitas protocolares. Erik entró y el oficial se acercó a extenderle la mano. Estaba vestido de civil.

-Coronel William Stryker, barón – se presentó en alemán con marcado acento inglés.

Erik se la estrechó confundido.

-Me dijeron que usted venía de Scotland Yard.

-Así es, realizo trabajos extraoficiales para la policía.

Erik lo escudriñó con la mirada de pies a cabeza. Su porte prolijo, y su peinado corto y hacia atrás, lo delataban como miembro del ejército. Tenía el pelo oscuro y los ojos azules intensos pero fríos. Erik los comparó inmediatamente con los cálidos y seductores de Charles.

-Tome asiento, por favor – invitó el barón y fue a servirle un trago.

-No, gracias – se negó Stryker -. Estoy en servicio.

Erik dejó los vasos sobre la mesita y fue a sentarse enfrentado al oficial.

-Se preguntará qué hago aquí – comenzó el militar -. Mi vida está en el ejército pero me dedico a investigar casos para la policía que necesitan la mayor discreción.

-Se refiere a que usted es un espía – resumió Erik y cruzó las piernas, interesado -. ¿Para qué vino a mi casa, coronel Stryker?

-Scotland Yard y la policía secreta germana están investigando desde hace una década a un ciudadano prusiano, Sebastian Smichdt, que trabaja bajo el alias de Sebastian Shaw.

Erik se echó hacia atrás. Sebastian, el aborrecible primo de la intrigante Emma.

-¿Qué ocurre con él?

-Es un estafador que utiliza a su prima, la señorita Emma Frost, ciudadana americana, para llevar adelante sus crímenes. Scotland Yard puso su mira en él cuando la pareja estafó a un destacable miembro de la Corona Británica hace nueve años atrás.

Erik quedó de una pieza pero lo disimuló. Obviamente el detective militar lo notó pero no dijo nada, y continuó el relato.

-Hace un par de años les perdimos el rastro hasta que unas dos semanas atrás, uno de nuestros agentes los localizó en Paris. Estaban alojados con una dama desconocida en un lujoso hotel, pero cuando llegamos para atraparlos ya se habían escapado. Emma Frost parece oler nuestra presencia a millas de distancia y siempre se las ingenian para huir antes de que les pongamos las manos encima. De igual forma, estudiamos sus movimientos y llegamos a una casa de empeño importante de donde rescatamos esto.

Stryker sacó un paño de su bolsillo y lo desenvolvió. Erik pasó saliva cuando reconoció dos collares de finísima calidad.

-¿Los reconoce, barón?

-Sí, por supuesto – contestó Erik serio -. Pertenecían a mi difunta esposa.

Stryker depositó el paño y las joyas sobre una mesita.

-Un experto alemán en joyas antiguas reconoció su procedencia: pertenecían a la baronesa Magda Eisenhardt-Lehnsherr, de la Casa Maximoff, fallecida hace seis años. Por eso vine a entregárselas a usted, su viudo, y a pedirle cualquier dato que tenga de la pareja.

El Heredero. CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora