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Otoño de 2018, Lyon

Entré en casa dando un portazo. No porque estuviera enfadada, sino por el fuerte viento otoñal que Lyon nos preparaba esos días.
Calenté agua para hacerme un té (nunca he podido hervir el agua, no me planteo quedarme sin garganta antes de los 30).
Mientras, contesto un par de Whatsapps de mi tía de Alsacia; la verdad es que hace mucho que no subo hasta allí, y debería.

Pero según termino de calentar el agua, me suena el móvil. Por un instante me planteo no cogerlo, pero termino cediendo y descolgando
-Qué quieres - lo cierto es que la situación me exasperaba
-Hola cariño...
-No deberías llamarme así... no teniendo novia desde hace más de dos años...
-Lo siento, mi vida... siento haberlo hecho todo fatal...
-¿Fatal? -ahora comienzo a pasear por mi piso dando aspavientos
-Si... en serio que lo siento...
-Hacer las cosas fatal es cagarla en algo, mentir sobre otra relación es querer hundir a la otra persona... porque la otra soy yo ¿no? ¿Ella sabe algo?
Un silencio sepulcral inunda la cocina
-¿Sabes qué? Hasta mejor. Me vuelvo a España, me han ofrecido algo alli. Te desearía lo mejor, pero ya tienes a alguien en tu casa que lo hace. Disfruta de tu vida y olvídame

Y en realidad no es que le deseara algo malo o bueno. En realidad es que le deseaba a él. Le quería como a nadie, pero no lo reconoceré nunca en voz alta.
Me había enamorado de un mulato de ojos oscuros que jugaba en el Olympique de Lyon, pero que, como buen futbolista, tenía una novia en casa que era modelo, y a saber cuántas más chicas como yo
Y a pesar de que le quería más que a nada, me quería más a mi

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