España

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Era lunes por la tarde y fui por Paula, mi hija, a casa de una amiga suya. Desde allí nos dirigimos al mercado y luego volveríamos a casa.
Ibamos en el camino y el auto que iba a mi frente se me hacía muy familiar, pero no lo recordaba. Este frenó de golpe, haciendo que yo haga lo mismo para no chocarlo. Sin embargo, el coche que iba detrás no lo hizo, no frenó tras de mi. Chocó contra el nuestro haciendo que salgamos de la carretera y demos con las paredes de un puente.

Lo último que recuerdo es ver al auto que iba frente a mi y que había frenado, irse sin más, gritos en el coche que impactó con el mío, un leve llanto de Paula y las sirenas de la policía.
De repente todo se puso negro, sentía cómo mi respiración se paraba y ya no veía nada.

Ahora supongo que estoy en el hospital. Esto parece un sueño, no sé cómo o porque me siento así. Mi cerebro funciona, sé que lo hace, pero no despierto. Hago fuerza y no lo logro.

Quiero salir de aquí, ver a mi hija y abrazar a mi madre. Me siento mal, perdida. Preguntándome a mi misma que coño había pasado y porque me sentía así. Sin poder salir de aquel transe en el que me encontraba.

Estaba sola, solo yo y mis pensamientos que, por ahora, son sólo de preocupación.

España. Hace tres años no piso esta tierra aunque estamos libres. Hace un año nos libraron de todos los cargos y podemos vivir normalmente con todos los millones sin ser estafados o arrestados. Hicimos un trato con la policía, no muy confiable pero así fue y, en este momento, no me importa. Sólo quiero verla.

Llegué al hospital al rededor de las dos de la madrugada, iba a paso apurado y en recepción pregunté por ella.

- En este momento la Sr. Raquel está en unos exámenes de imagen, pero puede ver a la hija si tiene alguna relación con ella. —me informó y me entristecí por no poder estar con Raquel algunas horas, pero dije que sí y una enfermera me acompañó hasta el cuarto de la pequeña, o no tan pequeña, ya tiene doce años.

Toqué la puerta y la abrí un poco, pidiendo disculpas para entrar.

- ¿Sergio? —preguntó y asentí.

- ¿Usted es su padre? —me interrogó el médico que estaba a su lado, cambiando el suero.

- No.. soy, soy un amigo de su madre.. —mentí. —¿Cómo estás, Paula? —le pregunté sentándome en una silla a su lado.

- Bien.. supongamos. ¿Haz visto a mi madre ya? —noté que me recordaba y que Raquel le había hablado de mi por la confianza que transmitía. Hablaba disimuladamente, cómo si nos conociésemos de toda la vida.

- No, está en exámenes. Pero.. la veré pronto.

- Vale.. Sr. —me llamó el médico. —Hace dos días sucedió el accidente y ningún familiar se ha presentado a ver cómo está la niña, por lo que le daré el pronostico a usted. —"¿Alberto no vino?". Pensé. Pues claro, es un imbecil. —Ella está bien, si se cuida en unos días saldrá de aquí. Fue una suerte que nada le pasase. Hicimos algunos exámenes de imagen y otros de sangre, entre otros estudios y está todo perfecto. Ella ya sabe que cualquier cosa llama a una enfermera y me avisan pero quiero que usted también esté atento, si puede claro. Ah y, si encuentra un familiar se lo agradecería.

- Claro.. yo me encargo de ella en lo que contacte a su abuela. No se preocupe, gracias.

- Estoy para servirle. Nos vemos luego. —salió de la habitación estrechándome la mano y dejándonos solos. Ella se echó a reír de la nada y sin saber porque me contagió la risa.

- ¡Sergio Marquina! Creí que no te volvería a ver.

- ¿Así que tu madre ya te ha hablado de mi?

- Cuando salisteis en la tele no le ha quedado remedio. A mi yo de nueve años nada se le escapa. —nos reímos. —¿Donde haz estado?

- En Palawan, esperándolas.

- ¡Lo sabía! —gritó. —Mi madre no me creía, pero sabía que ese mapa tras las postales tenía algo que ver.

- Ya.. vale, Paula. Escúchame, tu madre está.. delicada, no sabemos cuando va a despertar y..

- Lo sé, ya han hablado de eso conmigo, pero creía que la habías visto.

- No y.. cuando lo haga te contaré cómo va. Pero necesito que cuando te sientas bien pidas el alta, ¿Vale? A tu abuela le hará bien saber que estás en casa.

- ¡No! —gritó, y bajó el tono cuando se dió cuenta del grito. —Si me dan el alta le darán la custodia a mi padre y.. y yo no quiero vivir con él.

Ahora entiendo todo.

- Tu.. ¿Tu abuela cómo está? —pregunté, intentando evadir ese tema de conversación.

- Bien.. bueno, mejor. Una vez una mujer llegó a casa y le contó a mi madre de un centro de rehabilitación por el Alzheimer. Desde entonces va un poco mejor. Algunas cosas las recuerda y.. no te asustes pero tu eres una de ellas. —Caímos en la carcajada. —No se olvida del hombre que cambió la vida de mamá.

Entré en una especie de transe recordando aquellos días donde fui extremadamente feliz. Pero unos golpes secos me sacaron de el.

Un médico tocó la puerta.

- ¿Sergio Marquina? —me preguntó, y asentí con la cabeza. —La Sr. Raquel ya ha vuelto de los exámenes y me han dicho que quería verla.

- Sí, sí en seguida voy, gracias.

- Habitación 119. Cualquier problema estaré en la habitación de aquí al lado.

Se fue y volví mi mirada a Paula, tomando su mano y dando un beso en su frente.

- Descansa, es de madrugada. Vas a ver que te sentirás mejor. Volveré por la mañana y si puedo te traeré algo para comer. ¿Quieres?

- Sí, la comida de aquí es espantosa.

- Lo sé, por eso lo digo. Nos vemos por la mañana, cariño.

Me despedí con otro beso en su frente y me dirigí a la habitación 119, cómo me habían indicado. Y allí, conectada a que tanto aparato, estaba ella. El amor de mi vida.

—⭐️—

Bueno, primer capítulo! Espero les haya gustado y, si es así, comenten. Anima a seguir❤️

Hasta la próxima parte!

Nada calculado [La Casa de Papel Fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora