Sueños

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" - Te amaré en todo momento, estando juntos o separados y por eso prometo que hare todo lo posible para construir un hogar lleno de honestidad y sinceridad.

Toma mis manos y sigue con su discurso, al ritmo en que sus manos colocan un anillo en mi dedo.

- Te entrego este anillo para que sirva como recordatorio de todo lo que significa nuestro amor. Te amo, Raquel.

Coloqué el anillo en su dedo, más que lista para hablar. Paré mis ojos en los suyos por un momento y sonreí, sonreí mucho.

- Sergio Marquina, con nuestros amigos y familiares alrededor de nosotros, te tomo como esposo y juro amarte, respetarte y entregarte mi corazón hasta la eternidad.

Me sonrió, mostrando los dientes, esos que adoro cuando me muerden y me toman sólo para él entre susurros y caricias.

- Me caso contigo y mezclo mi vida con la tuya por siempre y para siempre y soportare cualquier tempestad siempre que me encuentre a tu lado.

Estaba enamorada de ese hombre, no me cabía duda. Era lo único bueno que había pasado en mi vida luego de muchos años.

El momento en el que el padre nos dió permiso para el beso, él tomó mi boca en un juego de sellos románticos. Sabiendo que sí yo le daba paso a su lengua, me tomaría allí mismo, frente a todos.

Caminamos triunfantes por el camino de rosas rojas que se prestaba en la playa, hasta el final. Acompañados de los aplausos de todos.

Caminaba mirando a mis amigos, a mi familia. Veía a mi madre, de la mano del hombre con el que ella estaba siendo feliz.

A mi hija, quien sostenía a su hermana en brazos y sonreía acompañando mi paso con la mirada.

Ángel, quien con Maricarmen ya estaba feliz y se alegraba por mi, por todo lo que logré.

Visualicé bien el lugar, muy a lo lejos compañeros de mi infancia, amigos de Sergio que aplaudían lo suficientemente fuerte cómo para les oigamos.

Había una cantidad de niños que, entre hijos de mis amigos y demás, eran familia de mi actual esposo. Quien, por alguna razón, no tenía idea que existían, pero Andrés sí.

Sergio y yo estabamos sentados en nuestra mesa, con mi madre y las niñas. Mientras veíamos a los demás comer felices.

Los pequeños corrían jugando a los aviones, las niñas intentaban tomar los pétalos de rosa que sobraron por el suelo y hacer coronillas con ellos.

Todo se veía muy bien, poco más tarde empezó la fiesta. Los artículos de cotillón eran hermosos y muy coloridos, la música era realmente buena y, para mi suerte, Sergio había pensando en mi al elegirla.

Uno que otro pequeño fue derrotado por el sueño y acabaron adormeciendo en el sofá, incluyendo Amelia.

Estábamos bailando el vals, iba de hombre en hombre hasta que la música empezaba a llegar a su fin y Sergio volvió a mi.

Tomando mi cintura, con mis brazos rodeando su cuello, susurró a mi oído.

- La amo, señorita Marquina."

Desperté alterada en plena madrugada, tumbada en la cama dentro de esa habitación de hotel.

Desde que salí de casa he cogido un resfriado del que me está costando salir sin contar que hace dos noches no dejo de tener pesadillas con Alberto, en las que me despierto desesperada buscando brazos a los que ir y los que justamente no tengo.

Pero esta noche fue distinto, algo me decía que él no estaba bien y que debía volver. A lo mejor mi enfado haya sido algo tonto, era un simple viaje.

Al final, cogí mis maletas y salí de ese hotel decidida a volver a casa.

-

Di media vuelta en la cama y la abracé fuerte. Ella estaba de vuelta en casa.

Me separé un poco y le dejé un sello en los labios, que fue interrumpido por su mano, quien me cubría de un estornudo.

Acaricié su pelo y dejé un mechón detrás de su oreja, viéndola sonreír. Aproveché a acariciar su rostro y noté lo caliente que estaba a pesar de la lluvia, volaba en fiebre.

- Estás enferma y sales con esta lluvia..

- No me regañes ahora ¿Sí? Han sido unos días horribles.

- Para mi también, pero no vamos a discutir ¿vale? Quiero verte bien.. quédate aquí iré a prepararte un baño.

Y así fue, llené la bañera y le ayudé a meterse. Busqué algo de ropa y la dejé en el borde de la cama antes de ir a la cocina por algo para que tome.

Volví con una bandeja en la que llevaba agua y un medicamento para la temperatura. Además algo para comer, cosa de que no esté con el estomago vacío.

Ella estaba cambiándose, se sentó en su lado de la cama y le entregué la bandeja.

- Iré un momento a..

- ¡No! -dijo, tomando mi brazo. -Túmbate, por favor.

- Vale, vale..

Me tumbé ella comió y tomó lo que le traje y se abrazó a mi. Adormeciendo.

Se veía tan pacifica que me daba pena moverme, sólo pude quedarme acariciando su pelo y haciendo cariño en su cabeza.

Continuará..

Nada calculado [La Casa de Papel Fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora