Te siento tan lejos

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- "Prometo amarte apasionadamente, en todas las formas ahora y para siempre, prometo nunca olvidar que este es un amor para toda la vida y saber siempre que, en lo profundo de mi alma, no importa qué nos pueda separar, siempre nos volveremos a encontrar el uno al otro. Prometo ayudarte, a amar la vida, a tratarte siempre con ternura y tener la paciencia que se requiere, hablar cuando sea necesario y a compartir el silencio cuando no, a estar de acuerdo sobre los pasteles y a vivir en la calidez de tu corazón que siempre será mi hogar"

Sus palabras retumban en mi cabeza una y otra vez, ese relato de amor que me dictó sobre el piso de una comisaria en el día más hermoso de mi vida. Se repiten cómo eco en mi mente mientras bajo de un avión.

Tomo mi maleta en cuanto la veo salir por la cinta en la sala de desembarque. Subo unas escaleras y salgo del aeropuerto, cojo el móvil y marco su número.

- Cariño, ya llegué. —le decía a Sergio, que había estado impaciente por mi llamada.

- Que bueno. Amor, ¿segura quieres hacer esto sola? —preguntaba, preocupado por el que podría pasar.

- No estoy sola, Ángel y mi madre están aquí. —refuté, haciéndole recordar que, hace unos seis meses, mi madre había vuelto a España a encontrarse con un viejo amigo, el cual aún no conozco. Lo único que sé es que, desde que volvió, su voz al otro lado del teléfono suena más alegre. —Ah, y Nicolas.

- Ya.. vale, pero cualquier cosa me marcas, sabes que sea la hora que sea lo haces.

- Me confunde esto de la zona horaria, dame tiempo. —dije, sacándole una leve risa. —¿Las niñas cómo están?

- Bien, Paula está en su cuarto y Amelia.. bueno, estoy en un fracasado intento de hacerla dormir. —le oigo, a medida que sus pasos se alargan por el pasillo de los cuartos, tal cómo hace incluso cuando estoy en casa para que nuestra hija se duerma.

- Dale leche caliente. —le recordé. —Luego te hablo, ya llegó mi taxi.

- Vale. Me llamas. Te amo, Raquel.

- Yo también, hasta luego.

Colgué la llamada y me subí al automóvil, le indiqué la dirección de mi casa, o más bien la de mi madre, y me relajé en el asiento.

Llegué, bajé la maleta y la posé frente a la puerta. Toqué el timbre y esperé la respuesta de alguien.

De pronto, mi madre abre la puerta y nos envolvemos en un abrazo lleno de nostalgia. Hace meses no nos veíamos más que por el móvil y la extrañaba mucho.

- ¿Quieres que te prepare algo, hija? Un café o.. el té que te gusta..

- No, estoy bien mamá. —dije, y luego me sorprendí al darme cuenta que aún recordaba las cosas, lo que significa que no ha dejado su tratamiento.

- ¿Y mis nietas? —preguntó.

- Están bien, en casa, con Sergio. No las podía traer y..

- Ya, te entiendo cariño. ¿Por qué no vas a descansar? Te hará bien mañana.

- Sí..

Subí a mi habitación y, con la maleta en el suelo, busqué un pijama. Fui al baño y me di una buena ducha fría antes de tumbarme en la cama y desaparecer por algunas horas.

Raquel se fue, serían tan sólo unos días pero para mi iban a ser eternos.

La justicia no suele cumplir lo que promete. Uno se comporta cómo persona civilizada, haces tus deberes, te llevas bien con tus compañeros de celda y, de la nada, estás fuera, en total libertad.

No juzgan si haz sido bueno o malo, si haz matado o torturado, si eres culpable o inocente. Sólo te sueltan, cómo a perro entrenado.

Y así lo hicieron con Alberto. Luego de casi cuatro años de prisión lo liberarán por buen comportamiento, porque así es la justicia de hoy, patriarcal. Totalmente ilícito para las mujeres que han sufrido un abuso, cómo Raquel. Que ahora deberá luchar, una vez más, por la custodia de Paula.

Lo que también es ilógico, Paula está a tan solo tres meses de cumplir los dieciséis y por ende, Alberto sólo quiere molestar a mi mujer. ¿Por qué le importa tanto? ¿No la ha disfrutado por casi dieciséis años y piensa hacerlo en dos años más? Imbécil.

A todo esto, vuelvo mi mirada a Amelia quien, por fin, se durmió en mis brazos.
Camino lentamente en dirección a su cuarto, tumbándola con delicadeza en su pequeña cama de infante y tapándola con los edredones.

Se ve tan pacífica.

Salgo de su habitación, dejando encendida un lampara en forma de estrella cómo única iluminación y cierro la puerta.

Voy al cuarto de Paula, está todo oscuro y la veo dormir en paz. Sonrío y vuelvo a cerrar la puerta. Ahora sí, voy en dirección a mi habitación.

Entró al baño y mientras se llena la tina busco algo de ropa. Preparo esos pijamas de los que Raquel y mis amigos se ríen y me meto a la bañera. Llena de espuma y perfume a champú.

Recuerdo su olor, el aroma que emana su cabello todos los días y no resisto en enviarle un mensaje.

- Te extraño muchísimo. Espero que esto no se haga muy largo porque debo ir a dormir y no quiero hacerlo. Temo no poder sin tu presencia en la cama, sin tu cabeza apoyada en mi pecho y el aroma de tu cabello en mi nariz.
Ahora que lo pienso, por mucho que lo odie, no tienes una idea de lo que daría porque estés aquí tirándome de la barba o poniendo tus dedos en mis orejas.
Te amo, no lo olvides.

En ese instante, me tumbé en la cama, mirando al techo. Rezando por poder pegar ojo.

Continuará..

Nada calculado [La Casa de Papel Fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora