Ida y vuelta

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"Prometo no hacerte daño, cuidarte y protegerte hasta el fin de mis días y de aquí al día en que tu te dirijas a un altar vestida de blanco no pienso pasar un día sin decirte cuanto te amo, lo hermosa que eres y la grandiosa madre en la que te convertiste, por segunda vez.
Digo todos los días porque en el momento que seas mi mujer no dejaré de decirte todo aquello hasta que te canses, porque te lo diré todo el tiempo, a toda hora.
Vamos a hacer lo que tu quieras, con el solo hecho de verte feliz voy a hacer hasta lo imposible, desees lo que desees lo tendrás y, más allá de nuestras discusiones y peleas, eres lo más importante que tengo y lo peor que puedo perder.
Amor.. eras, eres y siempre serás la única fisura de mi plan perfecto. No puedo hacerte daño, sin ti no soy nada. No lo olvides nunca"

Eso era a penas un poco de las palabras que Sergio me recitó en aquella comisaría el día que me hice su esposa, pero no era suficiente, estaba haciéndome daño, el mismo que en algún momento hizo mi exmarido y del cual él me defendió.

Sergio me cogió del brazo, apretándome fuerte y lastimándome. Se lo dije, claro que se lo dije, pero no me hizo caso.

¿Acaso se estaba convirtiendo en un hombre violento? No, no puede ser, Sergio no es así.

Intenté replanteármelo por varios segundos pero cuando me acercó a él y me levantó la mano, listo para darme una buena bofetada, corrí el rostro y dejé de pensar.

En eso, siento su mano acercarse y reposar en mi mejilla, haciéndome cariño.
Movió mi rostro para que le mirase, estaba lleno de lágrimas, no podía parar de llorar.

- ¿De verdad creíste que te iba a pegar? -me preguntó con un tono tan tranquilo que ni parecía que me hubiera gritado hace tan solo unos segundos. -Raquel..

No respondí, rompí en llanto y me envolví en sus brazos. El retribuyó el abrazo, acariciando mi espalda y subiendo hasta mi cabello.

- No puedo enojarme contigo.. -dijo luego de unos segundos. Caí en la realidad otra vez, soltándome de sus brazos y cogiendo mis maletas. -¿Vas a irte?

- Necesito un tiempo, Sergio.

- ¿El mismo que necesitaste recién? -retribuyó.

- Volveré, no sé cuando, pero lo haré. Dile a Paula que la llamaré pronto y que le quiero mucho y que cuide a su hermana más que a nada en este mundo.

- Raquel..

Salí sin decir nada más. No vino detrás de mi, esperaba que no hiciera pero no fue así.

A los pocos minutos me encontré a Paula y Nairobi, quienes iban con caras largas tras mi ida. Me llamaron pero no pude mirar atrás, de hacerlo no podría irme. Yo sólo partí.

-

Se fue, Dios sabrá a donde.
Paula y Nairobi llegaron informando que la vieron pero que ella se fue sin siquiera mirarlas.

Sabía que eso pasaría, ella no podría mirar atrás porque de ser así no resistiría irse.
Yo la vi salir, la vi partir, pero no fui detrás de ella. Sabía que iba a volver pronto, algo en mi me decía eso constantemente.

Pasaron los días, el tercero sin ella me fui a Tailandia, me encontré con su padre y por fin mantuvimos un diálogo que sirviera.

- Raquel se fue, no sé bien a donde pero lo hizo. Volverá antes de la boda, estoy seguro de eso. La conozco.

- Mi hija siempre ha sido muy orgullosa, y rencorosa. Ella quiere volver, hijo mío. Pero no está segura de hacerlo, su ego grita más fuerte.

- Lo sé, no se lo voy a negar, suelo ser igual. Pero me ha resultado raro.. ella sabía que serían unas horas fuera y sin embargo ha montado todo este teatro.

- Tu quédate tranquilo. Llama a los invitados y ellos vendrán, la boda se hará el miércoles, cómo lo planearon. Te lo prometo.

Le sonreí y al poco tiempo mi barco llegó para volverme a Palawan.
Fui pensando en todo lo que él padre de Raque me dijo y sonreía cómo un bobo.

Era un hombre mayor, no esperaba lo contrario, pero además era muy educado y a pesar de todo demostró importancia por su hija. Y lo más importante, me mostró que la conocía lo suficientemente bien.

De hecho, tienen bastantes rasgos parecidos. La forma en la que mueven las manos al hablar, la firmeza y convención en sus palabras.. transmitía confianza.

Dejé de pensar en eso cuando el barco se frenó en Puerto Princesa y tomé un taxi a casa. Llovía a montones y parecía no querer parar nunca.

Al llegar a casa, Paula y Amelia dormían en sus cuartos mientras Nairobi y Berlín hablaban animados en el sofá.

- ¡Profesor! -se exaltó Nairobi al verme. -Perdone.. -habló casi en un susurro. -Las niñas se durmieron temprano, nosotros ya estamos de partida..

- Ni se os ocurra, está lloviendo y no tenéis coche. Vayan a la habitación de siempre y quédense. Es lo mínimo que puedo ofrecerles para agradecer las veces que se quedan a ver a las niñas.

- Hermanito.. -dijo Berlín, tomando mis hombros. -Son mis sobrinas, no agradezcas.

Se fueron juntos a una habitación, dejándome parado en plena sala con una sonrisa boba en el rostro.
Luego de un largo día me tumbé en mi cama e intenté dormir. Daba la espalda a la puerta y dejé encendida la luz del corredor para no tropezar con nada en caso que Amelia despierte.

Me dormí, hasta por la madrugada, que un cuerpo pequeño y mojado se acomodó abrazando mi espalda y me despertó.

Continuará..

Nada calculado [La Casa de Papel Fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora