Antes de caer al vacio

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Mientras caminábamos por el pasillo hasta los cuartos, mi móvil sonó y al mismo tiempo alguien tocó la puerta.

- Yo voy. -me dijo Raquel, yéndose a mis espaldas por la casa hasta la entrada.

Dejé a mi hermano y a Nairobi en un cuarto, les indiqué donde había algo de ropa y salí de allí a atender el móvil.

- ¡Profesor, le tengo buenísimas noticias! -dijo Rio al otro lado de la línea.

- Dime.

- ¿Recuerda que hace un tiempo ya, nos habían hackeado las cámaras? -afirmé. -Bueno, ya tengo quien fue. No me va a creer!

- ¿Quien ha sido?

- Alberto, el exmarido de la inspectora.

- ¿Pero si está preso?

- Pues yo que sé, pero he dado con eso. Sabe? Es la primera que lo hago y estoy tan feliz que podría..

Dejé a Rio hablando solo cuando volteó a mi izquierda y veo a Alberto cogiendo a Raquel del brazo, que intentaba zafarse. Si la luz no me engañaba tenía la cara roja y no me sorprendería que le haya pegado, pero no lo permitiría.

- ¡tu deberías ver esto, profesor! -fue lo ultimo que oí antes de interrumpirlo.

- Rio, debo colgar tengo algo que resolver. Por la mañana te llamo.

Colgué el móvil y me dirigí a la puerta, acercándome a mi mujer.

- ¡Suéltame, Alberto! -forcejeaba para soltarse. -¡Que me de duele!

- ¡Crabón! Déjala!

- Marquina.. -sonrió al verme, sarcásticamente. -El tonto amante de mi mujer y el cerebro más inteligente de España.

- Vamos a empezar porque no soy ni amante, ni Raquel tu esposa. Y el tonto eres tu, por tratar de esa forma a una mujer. -dije, zafando su mano de la muñeca de Raquel, el lugar ya estaba rojo.

- Te guste o no, lo es. Es mía. Yo la hice mujer y yo voy a estar con ella hasta el día en que la muerte nos separe.

- Que espero que sea pronto, porque no te aguanto un minuto más. -respondí, seco. Sin gracia.

- Quiero que escuches algo, no me he fugado de prisión para molestar. Unicamente quiero que firmes los putos papeles que te ofrecí aquel día. -dijo, refiriéndose a Raquel.

Miré a Raquel, que aún se frotaba la muñeca roja, sin entender a que se refería Alberto.

- ¿De qué está hablando, amor?

- ¿Tu "amor" no te ha contado nada? Vamos, dile.

Yo ya me imaginaba lo peor. Desde que volviese con él o le entregue la custodia de Paula, hasta algún pacto extraño para que a él lo liberasen.

- ¿Raquel?

- No voy a firmar, Alberto. Es todo.

- ¿Firmar qué? -mi voz empezaba a alzarse. No me gusta levantarle el tono, pero en situaciones cómo esta es inevitable.

- Un poder para que Paula reciba el dinero de Alberto.

¿Sólo era esa? ¿De verdad? No lo creía. Con algo tuvo que chantajearla porque Raquel no me oculta nada, al menos no cosas cómo estas.

- Ya.. está bien. -dije, envolviendo sus hombros con mi brazo. -Tu.. -empecé, refiriéndome a Alberto. -No vas a dejarle NADA a tu hija, ¿sabes por qué?-me solté de Raquel, señalándole con el dedo. -Porque Paula no merece nada que venga de ti, de un hombre que no ha estado nunca.

- Tu no eres quien para tratarme así. Y esta inmunda mujer tampoco. -se acercó, dándole un puñetazo en la nariz a Raquel.

- ¿Qué coño te pasa? ¿Eh? ¡Desgraciado! -le grité, con el puño al aire, preparado para darle un sacudón de hostias.

Pero Raquel me frenó, tomándome del brazo. Me volteé a verle, allí con una mejilla roja y la nariz sangrando pensé en matarlo, en hacerle la vida imposible. Pero no podía, ella no me lo permitía.

- Déjalo, Sergio. Déjalo. Vendrá la policía, lo arrestarán y no sólo le aumentarán la condena por haber cometido otro delito, si no que lo llevaran a una prisión de alta seguridad por escaparse. Déjalo, que me mate si es lo que quiere, hasta me hace un favor.

Oí una bofetada más, y a Raquel yéndose de espaldas hacia el cuarto. Sin siquiera verla oí a Nairobi intentando pararla y temí por lo que estuviese pasando. Miré a Alberto, quien tenía una cara de satisfacción increíblemente grande, y lo encaré.

- Me tienes cansado. No te aguanto un segundo más y cómo yo te vuelva a ver fuera de prisión te mato, que me da igual si el preso luego soy yo. Pero si tu vuelves a salir, lo haces muerto. ¿Estamos?

Ni siquiera llegó a responderme. El loco sólo se reía y la policía ya había llegado. Le comenté sobre todo, y se lo llevaron.

A todo esto eran algo de las dos de la madrugada. Hacía más frío que antes y Nairobi seguía parada detrás de mi, esperando que algo suceda.

- Está en el cuarto, no me deja entrar. -me dijo, refiriéndose a Raquel. -Ha trabado la puerta.

- Vale.. -caminé hasta allí, le di dos golpes secos y le llamé. -Amor, Raquel cariño abre la puerta.

Nada, ni una respuesta, ni un ruido.

- Raquel por favor, ábreme la puerta.

No obtuve respuestas. Me quedé unos segundos pegado a la puerta, intentando oír algo. No sabía que quería oír. Tal vez el ruido de la ducha o algún movimiento en la cama, pero nada. Era absoluto silencio.

Caminé hasta la sala, revisé algunos cajones de un mueble hasta dar con las llaves y volví a la puerta, destrabándola.

Al entrar cerré la puerta detrás de mi y no la vi. La cama estaba en perfecto estado y todas las luces estaban apagadas.

Me moví por la habitación hasta entrar al baño, donde por fin la encontré. Estaba sentada en el suelo, con la cara cubierta de lágrimas. La poca sangre que le salía de la nariz por el golpe se había esparcido convirtiéndose en un desastre y entre sus manos sujetaba una cuchilla, la que dejó caer al suelo en cuanto me vió entrar.

Continuará..

Nada calculado [La Casa de Papel Fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora