Capítulo 1: Prólogo

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Eran las 3pm en Konoha, y un niño de 5 años deambulaba por las calles de esta aldea. Tenía el pelo rubio, piel bronceada, ojos celestes y tres marcas como de bigotes en cada mejilla. Escuchaba como los adultos murmuraban algo, pero ahora sí los podía escuchar. Él había entrenado sus sentidos, por motivos que veremos más adelante. Los que tenían hijos o hijas, les estaban pidiendo que no jueguen con él, y algunos se preguntaban si era él el niño que provocó la muerte del Yondaime Hokage. En serio, ¿Un niño de pocos años podría derrotar al más grande héroe de la aldea? Eso si que no tenía sentido.
Los adultos eran las raíces de su sufrimiento. Les enseñaban a sus hijos a odiar como algo bueno. Pero lo peor de todo era que el niño no sabía por qué lo odiaban como a una escoria. Esta era una de las dos grandes dudas que tenía Naruto, siendo la otra la identidad de sus progenitores. Siempre le preguntaba eso al Sandaime Hokage, una de las pocas personas que lo apreciaban, pero siempre recibía las mismas respuestas. Naruto no era tonto, solo se ocultaba bajo esa máscara de idiota sin remedio. Sabía que Hiruzen no le decía la verdad por una razón, pero si toda la aldea lo sabía, ¿Por qué él no?
Se metió en un departamento bastante simple, el cual era su humilde hogar. El viejo mono le había dado las llaves de ese lugar, ya que el consejo civil no lo habían dejado adoptar al chico. Esa era una de las razones por las que el rubio odiaba a ese sector del consejo. Él recordaba que Hiruzen, una vez, había llegado a su departamento y le contó que el consejo no permitió su adopción. El rubio había visto como el viejo se frustraba, y se prometió a sí mismo destruir al consejo civil por provocarle dolores de cabeza a su abuelo.

Se vistió con una túnica gris con capucha y una máscara ANBU con una forma de zorro. Tomó su bolso negro y salió a las calles de Konoha. Esperó a que el sol se pusiese, y comenzó su tarea nocturna.
Saltó a un callejón, y comenzó a espiar un puesto de comida, específicamente de verduras y frutas. Vio que detrás del puesto había otro callejón, y planeó la estrategia.
En un borrón de velocidad, él había tomado una naranja, y se metió en el otro callejón sin ser visto en lo absoluto. Repitió una y otra vez la acción, pero en vez de robar naranjas, robó diversas frutas y verduras, y el dueño no se dio cuenta.
Fue a otro callejón, y esta vez vio una librería. Uso uno de los jutsus que aprendió con solamente verlo de un ninja, y se transformó en un chunin. Entró y buscó libros sobre el control de chakra, y cuando encontró los primeros tres, los pagó a un precio razonable y se marchó de allí.
Pasó por una tienda de ramen, y se transformó en un aldeano cualquiera. Pidió fideos y caldo, y se marchó con los ingredientes para hacer su comida favorita.

Llegó a su hogar, pero se encontró de frente con el Hokage.

-Sabes que no me queda de otra. Los aldeanos me echan de sus tiendas, o me cobran el triple de lo que realmente vale lo que quiero comprar.- dijo el rubio, que dejó los libros en su cama y se fue a preparar la comida.

-Lo sé, solo venía a darte un poco de dinero.- dijo el viejo, dejando un sobre en la cama del rubio.

-¿Te quedas a comer? Tengo comida de más...- dijo el ojiazul.

-Si insistes...- dijo Hiruzen, tomando uno de los libros.
-Veo que estás estudiando...- dijo el viejo.

-En la academia probablemente manipulen mis conocimientos, así que me convertí en un autodidacta.- dijo el rubio, que ya había terminado el caldo.

El Sarutobi preparó la mesa, y pasados unos 10 minutos, el rubio le sirvió un plato enorme de ramen.

-¿Cómo te trata el papeleo?- preguntó el rubio.

-Cada vez lo odio más...- dijo el viejo, haciendo reir al ojiazul, que se decidió por pedirle algo a Hiruzen.

-¿Me puedes decir si mis padres eran fuertes?- preguntó Naruto.

-Sí, fueron dos grandes Shinobis, es una lástima que hayan muerto tan jóvenes...- dijo el viejo mono con pesar.

-¿Y no dejaron su herencia?- preguntó Naruto, haciendo que Hiruzen se atragante un poco de la sorpresa.

-Eso lo desconozco. Jamás me dijieron nada de que dejarían algo en algún lado, así que no lo sé.- dijo el Sarutobi, recibiendo un asentimiento por parte de Naruto.

Siguieron hablando tranquilamente, hasta que Hiruzen se estaba por ir.

-Avísame cuando termines esos libros y te traeré los demás volúmenes de control de chakra.- dijo Hiruzen, recibiendo un asentimiento del niño, para luego irse de la casa del rubio.

Naruto lavó los platos y se recostó en su cama. Miraba al techo miemtras recordaba su pequeño entrenamiento. Él había tenido que escapar muchas veces de los aldeanos que lo perseguían. Pensó que necesitaba pulir sus sentidos, para saber que tan lejos estaban los aldeanos de él, y a que callejones podía entrar y a cuáles no. Fue por esto que se internó en un bosque lleno de predadores, allí desarrollaría sus sentidos al máximo.
De tanto pensar, se quedó dormido sin darse cuenta.

Él tuvo un sueño extraño. Veía como un zorro gigante con nueve colas destruía la aldea con su furia y poder. Todo parecía perdido hasta que un sapo gigante apareció en una bola de humo y lo atrapó. Pudo ver como un hombre rubio, vestido con un traje Jounin reglamentario y una túnica blanca con diseños de fuego rojo bajaba del sapo enorme. El sapo se fue, pero el zorro fue apresado por varias cadenas, controladas por una pelirroja que vestía ropa de casa. De repente, el zorro quizo atravesar con su garra a un bebé rubio con tres marcas de bigote, pero el hombre rubio y la mujer pelirroja se atravesaban en el camino, deteniendo el ataque. El hombre hizo un sello de manos y el zorro desapareció en una luz roja, y esta luz ingresó en el estómago del bebé. Los guerreros cayeron muertos al piso, y el sueño se nubló. Lo último que vio el rubio en su sueño fue que, en la cuna del bebé, decía "Naruto Uzumaki".

Se despertó del sueño, y vio que estaba transpirando mucho. Se quedó pensando en el sueño, pero no sabía si era verdad. Supuso que el hombre rubio era el Yondaime Hokage, ya que este fue el que enfrentó al Kyubi en el ataque a la aldea. Pero luego vio su nombre escrito en la cuna del bebé, y recordó que ese bebé tenía tres marcas de bigotes, además de ser rubio de ojos celestes, definitivamente ese era él. Le preguntaría sobre eso al Hokage cuando amaneciera, y se volvió a dormir.

El Legado del Rayo AmarilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora