01. La fiesta

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La Fiesta


Leia nos había invitado a la fiesta de cumpleaños de su prima de veinticuatro años, el cual sería en un club. Lo primero que pensé con mis diecisiete, fue que mis padres no me dejarían ir ni muerta, pero de todos modos dije que sí iría porque realmente tenía ganas y el tema del permiso lo conseguiría después. No me sorprendió ser una de las pocas personas a las que Leia invitó, no era parte del grupo de sus mejores amigas, pero no éramos lejanas, algo así como compañeras de fiestas y estupideces.

Cuando dije que sí, Jane, una de mis dos mejores amigas, me miró intrigada, obviamente pensando en la posible respuesta de mis padres, pero hice un gesto con mi mano para quitarle importancia, al que ella respondió con un guiño de complicidad. Más tarde, cuando salimos de la cafetería en la que nos habíamos reunido, quedamos en que yo les diría a mis padres que Jane nos había invitado a Sam (mi otra mejor amiga) y a mí a su casa para ver películas en Netflix toda la noche.

El cumpleaños sería en dos días, por lo que esa tarde les pedí permiso a mis padres. Cayeron totalmente en la mentira, y aceptaron.

El día de la fiesta encerré en mi recamara para buscar algo que pudiese usar.

"—Es un cumpleaños de veinticuatro" —había dicho Leia— "Así que nada de falditas hasta la rodilla ni remeras holgadas. Tienen que ir como Dios manda para que algún chico se fije en ustedes sin pensar que tienen menos de dieciocho".

Me cuestioné mentalmente el que Dios mandase que vistamos minifaldas y tops despampanantes, pero no dije nada.

Cuando se hizo de noche, mi padre me llevó a la casa de Jane a eso de las nueve. Me bajé del auto, colgando la mochila en la que llevaba todo lo necesario en mi hombro.

Vi a mi amiga asomarse junto a Sam por el balcón, y a los pocos segundos ya habían bajado las escaleras para recibirme.

—Ya temía que hubieras dicho la verdad —me dijo Jane, y Sam sonrió a mi padre, el cual saludaba a mis amigas desde el auto. Jane imitó su acción.

—Como si eso fuera posible —carcajeé.

—Bueno, yo también les mentí a mis padres, dudaba mucho que me dejaran salir sino —dijo Sam, viendo como el auto se alejaba. Cerré la puerta a mis espaldas y comenzamos a subir las escaleras.

—¿Alguien necesita tomar una ducha?, Yo tomaré una en el baño de mi habitación, pero el del cuarto de invitados estará libre, y el del cuarto de mis padres también —dijo Jane, entrando a la sala de estar del primer piso.

—Yo no, tomé una en mi casa —expliqué mostrando mi pelo debajo de la capucha que estaba usando, todavía mojado.

—Yo sí, olvidé hacerlo antes de venir —aclaró Sam.

Llegamos al cuarto de Jane, y ésta tomó dos toallas de su armario se dirigió directamente al baño. Sam hizo lo mismo, sólo que salió de la habitación de Jane, y se metió en la de sus padres, la cual estaba detrás de la puerta de enfrente, al otro lado del pasillo.

Yo simplemente me dirigí hacia el espejo que tenía mi amiga en una pared de su cuarto, abrí el cajón en el que sabía se encontraba el secador de cabello, lo enchufé, y luego lo encendí para comenzar a secar mi húmedo pelo.

Amaba la relación que mantenía con las chicas. Nos conocimos a los cuatro años, y nunca nos separamos. Éramos, irrefutablemente, hermanas. Nuestras personalidades se formaron juntas, y lo seguirían haciendo, porque no pensábamos separarnos. Sin contar que nuestros padres también nos consideraban familia.

Mi Deseable Perdición ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora