11. Encuentros del destino

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Encuentros del destino



Tal y como mi padre me había pedido, a las ocho estaba totalmente lista. La cena a la que me habían invitado a ir -y era porque mis padres en serio querían que asistiera con ellos- era una que tendrían con unos socios amigos que al parecer querían bastante. Ésta sería en un restaurante muy elegante, según me habían dicho, por lo que estaba usando un vestido corto color ciruela, el cual era pegado al cuerpo, pero realmente sofisticado -era evidente que lo había elegido y comprado mi madre, porque yo no tenía la capacidad de elegir algo tan lindo y apropiado para la situación-. De calzado, había elegido unos zapatos negros de tacón y un bolso de mano del mismo color.

Mi cabello estaba suelto, me había hecho unas ondas que se veían naturales, y me había maquillado de igual forma, por lo que podía decir que me veía bastante delicada.

Cuando llegamos al restaurante, mi padre aparcó y entramos. La fachada era muy linda, con decoraciones en madera sofisticada y manteles oscuros.

—Allá están —dijo mi padre, señalando a la otra esquina del lugar. Con quienes nos encontraríamos ya se encontraban en la mesa. Eran un hombre y una mujer, y con ellos estaba el que parecía ser su hijo. Charlaban entre los tres de manera tranquila, lo que me dejó más cómoda, porque no parecían ser presuntuosos, por lo menos no entre ellos.

Caminamos entre las mesas, escoltados por un metre, y nos enfrentamos a la de destino.

—Hola, Dave —saludó el hombre al vernos llegar, levantándose de su lugar. La mujer junto a él saludó a mi madre con una sonrisa resplandeciente.

—Hija, estos son Louis Morris y Marise Smith, chicos, esta es mi hija Zhavia, de la que tanto les hablé —me presentó mi padre.

—Un placer —dije sonriendo, mientras estiraba mi mano para saludarlos.

—El placer es nuestro, querida —replicó Louis— Este es Connor, nuestro hijo —señaló al chico que se había parado detrás de él. Éste era un poco pálido, tenía el pelo castaño y los ojos verdes, un poco azulados. Eran bastante llamativos. Lo más distintivo en él, eran las pecas que cubrían su rosto.

—Buenas noches —saludó educadamente, mirando a mis padres. Cuando reparó en mí, sonrió amablemente e imité su gesto.

Nos sentamos a comer -pedí unas pastas que estaban deliciosas-, y de la forma en la que nos ubicamos había quedado enfrentada a Connor. La cena transcurrió normal, siempre hubo una charla presente, de la que a veces surgían chistes.

Podía afirmar que esa era la cena con socios más ligera y agradable que había presenciado... y eso que había presenciado muchas. Mis padres realmente debían ser amigos de aquella gente.

Al finalizar, invitamos a los Morris a casa a tomar un café en casa, en lugar de tomarlo en el restaurante, lo que ellos aceptaron gustosos.

Por eso en ese momento me encontraba en el living sentada junto a mis padres y a sus amigos.

A pesar de estar en una situación agradable, todo estaba transcurriendo totalmente fuera de mi interés, y al parecer esa también era la situación de Connor -el cual estaba sosteniendo su mentón con su mano, mientras miraba detenidamente los espacios de la habitación como si fuera la cosa más interesante del mundo, hasta que, bueno, nos metieron a nosotros en la charla.

—Zhavia, ¿tú ya estudias en la universidad? —me preguntó Marise, dándole un sorbo a su taza de café.

—No, no. Estoy en último año y, si todo sale bien, el año que viene entraré a la universidad —aclaré.

Mi Deseable Perdición ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora