Helados en el frío
Me encontraba caminando de la mano de Caleb. Creí que me pasaría a buscar en auto, pero sorpresivamente llegó caminando hasta mi casa y me propuso ir a un café que estaba a unas cuadras.
En ese momento nos encontrábamos riendo, a su lado no podría estar más feliz. O eso creí.
Sentí un grito detrás nuestro, y ambos volteamos a ver. Me quedé estática al ver a mis padres observándonos con cara de horror.
Nunca había visto esa expresión de furia en la cara de mi padre, y la mantuvo mientras corrió hacia nosotros y golpeó a Caleb en la cara, de lleno con su puño. Quise detenerlo, pero mi madre me tomó desde atrás para que no pudiera interferir. Comencé a llorar.
¿Qué cielos estaban haciendo ahí? ¿No debían estar en Europa a esta altura?
Mierda.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
—¿Te dejamos sola unas semanas y así pagas nuestra confianza? —cuestionó finalmente mi padre, levantándose del suelo, y señalando a Caleb que no podía moverse siquiera— este hombre irá a prisión, y me encargaré de eso hasta en la tumba.
Sin decir más se aproximó hacia mí, quise retroceder, pero el pecho de mi madre me lo impedía. Mi padre me tomó en sus brazos y me subió a su hombro. Pataleé. Lloré. Pero no me dejaba ir con él, no me dejaba correr hacia Caleb.
—Un policía se hará cargo de él —susurró mi madre, totalmente disgustada ante la situación.
—¡Zhavia! —oí que exclamaban, mientras me zarandeaban. Abrí los ojos, encontrándome con Caleb mirándome con ternura— te has quedado dormida, cariño —me susurró.
Miré a mi alrededor, estaba en mi sofá. De seguro me había dormido mientras esperaba a Caleb.
Aún sentía mi corazón totalmente acelerado por la pesadilla que había tenido e intenté fuertemente descartarla de mi mente.
—¡Qué vergüenza!, arruiné todo, ¿verdad? —le pregunté, pero luego fruncí el ceño— ¿Cómo entraste?
—Ah... bueno, digamos que llegué y toqué el timbre unas cuantas veces, y como no abrías temí que te hubiera sucedido algo y entré con el juego de llaves que dejaste en mi casa —confesó, rascando su nuca.
—¿Temías que me hubiera caído en la bañera o algo así? —pregunté divertida y sonrió.
—También te pudiste haber caído por las escaleras.
Reí, y lo analicé brevemente. Estaba usando unos jeans y una camiseta roja. Suspiré aliviada al notar que había elegido bien mi vestuario aún sin ayuda, (el cual consistía en un suéter gris de tela delgada, el cual dejaba un hombro al aire, un jean claro y unas botas marrones). Cerré los ojos y suspiré. Sólo había sido un sueño.
Sólo había sido una pesadilla.
—De todas formas, solamente nos estaríamos retrasando y no hay problema con eso —comentó, sentí que rodeaba mi cuerpo, y abrí mis ojos porque que me levantó en sus brazos.
—¿Qué haces? —pregunté, aún adormilada.
—Tenemos un buen viaje en auto, y puedes dormir mientras tanto —explicó, y asentí acomodándome en su pecho. Era muy cómodo
Se detuvo para cerrar la puerta de mi casa, y no pude ver cómo hizo para cerrar con llave teniéndome en manos.
No sabía si esto de dormirme en la primera cita estaba bien, pero había estado marcando a Connor para que me diera consejos y no atendió ni una de las quince veces que lo llamé.
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Mi Deseable Perdición ✓
Storie d'amore¿Quién diría que el único hombre que llamaría la atención de Zhavia terminaría siendo su profesor de Literatura? Advertencia: escribí este libro con 13 años y requiere edición