21. Guardianes de la galaxia (vol. I)

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Guardianes de la Galaxia (vol. I)


Me encontraba en mi sofá, acostada boca abajo, con Caleb debajo de mí. Estábamos "mirando" una película... mirando entre comillas porque él se entretenía más dejando besos en mi cuello, y la sensación que me provocaba me distraía demasiado como para prestar atención a lo que sucedía en Guardianes de la Galaxia vol. I.

Suspiraba de vez en cuando, haciendo totalmente nada, mientras Caleb pasaba sus manos por debajo de mi camiseta y me hacía estremecer. Parecía querer dejar más marcas de las que ya tenía, pero no me iba a oponer porque el proceso en el que las hacía era realmente placentero.

—Son para que cuando veas a ese Connor sepa que ya eres mía —aclaró en un susurro entre sus besos, como si hubiera leído mi mente.

Me apoyé en mis codos para establecer una distancia entre nosotros y lo miré con una ceja alzada, para luego darle rienda suelta a una carcajada.

—¿Estás celoso de Connor? —pregunté riendo, y él frunció el ceño. Pasé mi dedo por su entrecejo, para hacer que desarrugara esa parte— es sólo un amigo.

—Un amigo que te pidió que se reunieran a solas cuando tú le propusiste reunirse con amigos— reclamó y recordé la llamada de su departamento.

—Escuchar conversaciones ajenas es muy maleducado —dije en broma, sin poder creer que me estuviera haciendo una escena y también sin intenciones de aclarar por qué Connor quería que nos viéramos a solas, porque no podría decirle que era para hablar de él— por otro lado, creo que es sumamente tierno verte así de celoso, tal vez debería hacer un cuadro de tu rostro en este momento. Especialmente... —dije inclinándome a su rostro y mordiendo su labio inferior —por ese mohín de aquí que me parece hermoso —susurré.

Caleb no desperdició la oportunidad y, tomándome de la cintura, nos dio vuelta, quedando así él encima de mí. Aspiró unas cuantas veces mi aroma en el cuello, y unos segundos después volvió a repartir besos cortos por toda esa zona.

—De todas formas, ¿quién dice que soy tuya? —dije en broma, y se detuvo abruptamente.

Temí haberla cagado ya que se incorporó, quedando sentado sobre mí, pero en un segundo clavó sus dedos por todo mi torso comenzando a hacerme coquillas.

—¿¡ESTÁS LOCO!? —exclamé entre risas, ya que odiaba las cosquillas por ser tan vulnerable a ellas.

—¡Di que eres mía! —dijo riendo, pero sin detenerse.

—¡Ja... jamás! —espeté— ¡Mi libertad es lo primero!

—Entonces morirás por cosquillas... pero libre, eh —aclaró en broma.

—Suéltame, ¡ayuda! —grité en chiste, intentando soltarme. Entonces paró, pero mantuvo sus manos sujetando firmemente mi cintura. Sin pensarlo dos veces se inclinó a mí, besándome profundamente.

Algo confundida, pero complacida por dejar las cosquillas, le seguí.

Profundizó el beso aún más, aunque parecía imposible, y con una mano abrió mis piernas, colocándose entre ellas. Lo rodeé con ellas por la cintura, y él se empujó contra mí. Sentí su erección por encima de nuestra ropa. La maldije por separarnos. Volvió a hacerlo y jadeé sobre su boca.

—Di que eres mía —susurró entre mis labios y asentí. Volvió a empujar— dilo, dulzura.

Al infierno, ni que fuese sagitario para tener como prioridad la libertad.

—Soy toda tuya —susurré, cerrando los ojos.

Entonces volvió a besarme, y pude sentir una sonrisa en sus labios. Imité su gesto mientras me aferraba a su cabello y él volvía a empujar sus caderas en mi centro.

Mi Deseable Perdición ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora