42. You sweet thing

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You sweet thing



Rodé en la cama, tanteando el lugar junto a mí, encontrando exitosamente a Caleb a mi lado. Me acurruqué aún más a él -si es que eso era posible-, y solté un suspiro.

—Buenos días, belleza —lo oí decir con voz ronca, mientras pasaba sus brazos por mi espalda. Sentí sus dedos viajar por encima de mi

—Bom dia, you sweet thing —susurré, aún sin abrir los ojos.

—Extrañaba que me hablaras en mil idiomas a la vez —suspiró en el mismo tono y reí.

—Es mi especialidad —bromeé.

Me estiré, tocando sus pies con los míos en el proceso.

—¿Qué hora es? —pregunté.

—Las nueve y diez de la mañana... —me informó— deberíamos estar levantándonos.

—Oh, ¿por qué?, es muy temprano, nadie se levanta a esa hora un sábado, bebé —protesté en voz baja.

—Porque nos vamos a Schaumburg, y si nos tardamos más en levantarnos, entre que desayunemos y nos cambiemos, vamos a llegar muy tarde como para almorzar.

—¿Por qué vamos a Schaumburg? —cuestioné, abriendo finalmente los ojos y frunciendo el ceño. Caleb estaba justo al frente mío, con su cabello despeinado, sus labios rosa sandía y sus pocas pecas más oscuras como todas las mañanas.

—Porque quiero que conozcas a mi familia —informó, cautelosamente. Contuve aire unos minutos y analicé la idea.

—¿Tu hermana qué piensa de mí? —pregunté, finalmente,

—Que tienes carácter —contestó carcajeando y lo imité.

—Debe pensar que soy una estúpida.

—No en realidad, me dijo que si ella hubiera estado en un lugar me hubiera abofeteado una o dos veces por lo menos —se encogió de hombros.

—Tu hermana me cae bien.

Nos quedamos en silencio unos minutos, mientras Caleb me apretaba contra él.

—No quiero que haya secretos entre nosotros —soltó de la nada, y fruncí el ceño, ya que ese comentario estaba muy descontextualizado.

—¿Por qué dices eso? —pregunté, analizando su rosto.

—Solo, no sé, lo pensé... por eso te voy a presentar a mi familia hoy.

—Está bien —dije y besé sus labios para luego levantarme- vamos, no queremos llegar tarde, ¿no?

—Claro que no —asintió— ¿Tú no tienes ningún secreto? —cuestionó.

Me tensé ligeramente, pero realmente no había mucho que decir...

—Claro que no, Cal —le sonreí.

Me enfrenté a la gran casa. Era linda, con un jardín delante y desprendía vida.

—¿Estás lista? —preguntó, apretando mi mano y asentí.

—¿Estás seguro de que es una buena idea?, digo, sí quiero hacer esto, pero, no sé, tal vez no les caiga bien ¿ Ellos saben que soy más pequeña que tú? Dios, Caleb, estoy nerviosa, necesito tener... —comencé a decir rápidamente, pero Caleb me tomó el rostro con ambas manos, haciendo que lo mire fijamente.

—Ellos te van a adorar, Zhavia, casi tanto como yo lo hago.

La garganta me comenzó a cosquillear por las ganas de decirle que lo quería demasiado, incluso, quizás, lo amaba, pero supuse que ese no era el momento, por lo que solamente asentí con una sonrisa y dejé un corto beso en sus labios.

Mi Deseable Perdición ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora