2 días Antes

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Feliz cumpleaños mi querido Ray


Cada cosa estaba en su lugar, la mesa con la torta y los dulces, los globos formaban el nombre de Ray, dándole al lugar un toque femenino pero agradable a los ojos varoniles. Elizabeth había comprado todo lo necesario para una fiesta de un joven de 18 años, había alcohol, pero lo suficiente para solo celebrar. Todos los que la veían, la miraban como si estuviese loca, Ray no había aparecido aun y ella estaba arreglando la casa como si el fuese a venir. Pero para ella, la fe movía montañas y la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. No se iba a dar por vencida, no tan fácilmente.

2 días antes

Ray estaba agotado y llevaba más de un día sin comer. Las piernas le temblaban, no sabía cuánto había caminado, el sol comenzaba a notarse por encima de los árboles y su mente le decía que se tomara un descanso. A lo lejos vio una casa, en su mente se decía un poco más, un poco más. Su respiración se cortaba a cada paso que daba, tropezó y cayo fuerte contra el suelo lleno de hojas amarillas, azules, rojas, que le daban un toque extraordinario aquel lugar tan solo y apartado del mundo. Intento levantarse, pero no pudo; una mano lo sujeto y lo ayudo a levantarse, Ray intento mirar a la cara aquella persona, pero su vista estaba nublada y no podía identificar si era hombre o mujer, pero la piel de aquella persona era arrugada, podía sentir sus arrugas en la mano derecha donde lo tenia agarrado.

Cuando pudo aclarar su vista, vio a una anciana de ojos azules que lo acostó sobre una mesa, la casa estaba repleta de libros por todos lados, pero estaban ordenados por colores en todas las paredes, ya no se veía el color real de la casa por dentro, solo eran los colores de los libros los que se veían, como si la casa estuviese hecha de libros.

La anciana mojaba un trapo mientras Ray se quedaba mirándola sin saber que decir, aunque no tenia casi aliento para hablar. Su rostro emanaba alegría, tenia la peculiar mirada angelical de los abuelos cuando te consentían, podías sentirte a gusto al lado de ella y solo con mirarla se podía sentir el hombre más feliz del mundo, te sentías en paz. Ray respiro hondo para poder hablar:

--Mi nombre es Ray Confort—le dijo el apellido para ver si la anciana lo reconocería, ella se limito a sonreír.

--Le contaría todo lo que sucedió, pero ni yo sabría explicar que ha sucedido. Lo que se, es que pude escaparme de aquel lugar, sabía que podía salir de allí—la mujer le miro y con la cara le dijo que ¡no!

--¿No qué? —pregunto Ray mientras hacia una mueca de dolor, ya que le había pasado el trapo por una herida que tenia en la rodilla.

--No saliste de allí tu solo—por fin hablo la anciana y Ray se le quedo mirando incrédulo.

--Claro que sí, solo estaba yo. Y además como puede usted saber si lo estaba o no, usted no estaba allí—nuevamente la señora volvió a sonreír.

--Siempre he estado allí—fue lo único que dijo la anciana mientras se dirigía a uno de los cuartos.

Ray intento descifrar lo que la anciana había dicho "siempre he estado allí", pero no lograba saber a qué se refería. Ray se levanto de aquella mesa, ya no llevaba franela y sus pantalones estaban rotos, se acerco a los libros y se dio cuenta que cada uno de aquellos libros tenían nombres con sus respectivos apellidos, Lukas Terán, Silvina Hernández, Luis Pérez, otros estaban en inglés, otros en francés, chino y cada sección se dividía por idioma y estaban en orden alfabético. Ray se preguntaba si el suyo estaba allí y no se iba a quedar con la duda, aunque le pareciera un poco loco, reviso en la sección de español y busco la letra "C". Había demasiados por esa letra, pero logro encontrarlo.

Mirada a lo imposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora