—¡¿Qué está pasando aquí?! —exclamó Akane, justo después de abrir la puerta de par en par y precipitarse al interior. Pero nadie la respondió aunque todas las personas que allí estaban reunidas salvo una, la miraron. La chica sintió su semblante enrojecer por la vergüenza. Se había dejado llevar por su impulsividad y ahora estaba confusa—. Enserio... ¿qué está pasando aquí?
Kasumi había colocado las tazas y servido el té para todos los que se congregaban alrededor de la mesita baja del salón. Justo cuando su hermana menor apareció gritando, Kasumi estaba punto de soltar un plato con galletas en el centro, así que su brazo extendido seguía suspendido en el aire, desorientado. A su lado Nabiki y su padre abrían los ojos, sorprendidos por esa entrada tan escandalosa.
Evidentemente había metido la pata.
Al otro lado de la mesita había dos personas que Akane no conocía. Un hombre que parecía un poco mayor que su padre, vestido de forma elegante con un traje occidental muy caro. También tenía un frondoso bigote como el de su padre, pero ya estaba salpicado de canas, al igual que su pelo, perfectamente cortado de forma recta e impoluta. Este también se había quedado mirándola con el ceño fruncido y los labios sellados en un rictus de descontento. Por último, un joven se sentaba al lado del hombre, muy recto, aunque con la cabeza gacha como si se mirara fijamente las piernas dobladas y tratara de ocultar la mayor parte de su rostro.
—Ah... bien, finalmente esta es mi hija pequeña, Akane —murmuró su padre de repente. La chica le miró y este le lanzó una mirada severa para que se sentara junto a sus hermanas. La chica obedeció al instante—. Estas son mis tres hijas.
>>. Hijas mías, este es un buen amigo mío. Su nombre es Zero Mouri. Es el presidente del gran grupo empresarial Mouri, uno de los más importantes de Japón.
—Vaya, papá, no tenía ni idea de que tuvieras amigos tan importantes —comentó Nabiki ciertamente asombrada. Como siempre que se hablaba de algo que tenía, aunque fuera una diminuta relación con grandes sumas de dinero, los ojos de esta se agrandaron y una afilada sonrisa asomó por las comisuras de sus labios.
Akane también había oído hablar de las empresas pertenecientes al grupo Mouri en la televisión, aunque no solía prestar atención a ese tipo de noticias y no recordaba exactamente a qué se dedicaban. No obstante, si eran tan conocidas como para que se hablara de ellas en la televisión debían ser muy cotizadas. ¿Dónde podía su padre haber conocido a alguien tan importante como ese hombre?
—Conocí a Tendo hace ya muchos años —respondió el magnate empresarial, como si de hecho alguien hubiese hecho esa pregunta en voz alta. Aunque su rostro era claramente el de un hombre ya entrado en años, su expresión tan seria, tan carente de emociones apreciables la hacía parecer dura y afilada, como la de alguien más joven. Aunque su voz grave y gastada retumbó por todo el salón como solo lo haría la de alguien muy experimentado en la vida—. Yo fui quien le dio su primer trabajo tras casarse.
—Oh, sí. Su ayuda fue muy importante para mí... —apostilló Soun Tendo. En su voz pudo apreciarse un conato de la emoción que por lo general solía embargar a aquel hombre con gran facilidad. Por alguna razón, ese detalle ayudó a que Akane terminara de tranquilizarse.
Su padre parecía el de siempre, así que aquello no debía ser más que una visita de cortesía, dedujo con calma.
—No sabía que hubieras trabajado fuera del dojo, papá —comentó Kasumi, sosteniendo su taza de té con suma delicadeza entre sus manos.
—Bueno sí, al principio... tuve que buscar un empleo fuera para levantar el dojo —explicó el hombre. Sus ojos oscuros se elevaron al techo y repasaron los tablones de madera como si allí grabados estuvieran los recuerdos de toda su vida. La emoción en su áspera voz aumentaba por momentos—. Eran tiempos difíciles pero yo supe estar a la altura, trabajé duramente en la fábrica del señor Mouri y conseguí ahorrar lo suficiente para mantener a vuestra madre y poner en funcionamiento el dojo de nuevo.
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Un Prometido de Verdad (Ranma 1/2)
FanfictionEl maestro Hapossai no está, los hombres Saotome están de viaje de entrenamiento y la calma y la paz reina en el dojo Tendo hasta que unos invitados muy especiales llegan a la casa. Un empresario muy rico y su hijo aparecen para reclamar una vieja d...