16.

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Volvió a mirar el reloj que había en su pared y frunció los labios con disgusto cuando se percató de que ya eran más de las dos de la mañana. Resopló frustrada y tiró al suelo el libro de inglés, había estado intentando memorizar palabras por si eso hacía que le entrara sueño, pero seguía demasiado alterada.

El documento se había perdido.

Mikishito se pasaba los días metido en su casa, acechándola.

Y para colmo, ahora tenía a parte de su ejército de hombrecillos acampados en el jardín, a tan solo unos pocos metros de su ventana.

Akane rodó sobre su cama apoyando la cabeza en la almohada y miró la cortina de su ventana moviéndose delicadamente. Había olvidado cerrarla. De mala gana, apartó la ligera sabana y se puso en pie; la temperatura del cuarto era agradable pero a medida que la noche se hiciera más profunda, las temperaturas del exterior bajarían más y más y acabaría pasando frío.

Justo cuando alargaba la mano hacía la ventana, otra apareció por sorpresa desde el otro lado y agarró su muñeca.

—¡Ahh! —Akane dejó escapar un chillido por el susto, pero rápidamente logró liberarse de un tirón y echó mano de su espada de madera. La empuñó con ferocidad dispuesta a descargar el golpe más mortífero posible sobre la persona que trataba de entrar a su cuarto—. ¡No te atrevas, pervertido!

Levantó la espada y cuando se preparaba para bajarla.

—¡¿A quién llamas pervertido?! —Una voz conocida la paró en seco.

—¿Ranma?

El chico asomó un rostro crispado, aún con una mano en alto para protegerse la cabeza y entornó los ojos.

—¡Serás bruta! ¡¿Quién te creías que era?!

—¡Y yo que sé! ¡Nuestra casa está llena de desconocidos!

Ranma chasqueó la lengua y terminó de colarse en el cuarto. Cerró la ventana y se asomó, inclinándose sobre el cristal escrutó las sombras y sonrió. Después cerró las cortinas.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Akane, soltando su espada.

El chico venía ataviado con las ropas que solía usar para dormir; un pantalón largo de pijama, camiseta blanca de tirantes y descalzo. Cuando se volvió hacia ella tenía también esa sonrisa suya de orgullo.

—Se me ha ocurrido una idea —Le dijo, bastante entusiasmado.

—Son las dos de la madrugada...

—Escucha; si realmente fuéramos novios... —comenzó, alzando un dedo hacia ella—; viviendo en la misma casa, ¿no sería esperable que yo me colara en tu cuarto, cuando todos los demás se hubieran acostado, para dormir contigo?

Akane se encogió de hombros.

—No sé.

—Yo creo que eso es lo que haría...

—Pues nunca lo has hecho.

Ranma se ruborizó ante ese comentario y apartó la mirada. Intentando pasarlo por alto señaló a la ventana.

—Esos hombrecillos de los Mouri están vigilando ahí abajo. Y acaban de verme colarme por tu ventana —Siguió explicando—. ¡Puede que incluso hasta hayan sacado una fotografía que le entregaran a Mouri! Estas son la clase de cosas que harán que ese idiota salga corriendo y nos deje en paz, ¿no lo ves?

>>. ¿A qué es ingenioso?

Akane rodó los ojos, sin pretender pensarlo demasiado. ¿De verdad algo así le importaría a Mikishito lo suficientemente como para darse por vencido? ¡Un momento! Entonces, ¿lo que Ranma estaba insinuando era que...?

Un Prometido de Verdad (Ranma 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora