El instituto Furikan nunca fue un instituto como el resto de las escuelas de Japón.
Corrían todo tipo de historias sobre él; sobre su fundación, sobre las increíbles hazañas de sus antiguos alumnos; se decía incluso que tenía o había tenido fantasmas en algún momento. Cosas como que bajo los vestuarios femeninos del gimnasio había un manantial encantado, que tenía una tienda misteriosa que aparecía y desaparecía o que su director era un loco maníaco obsesionado con la disciplina, las bombas y los cortes de pelo antiguos.
Akane lo sabía bien. Había tenido que soportar durante años cada mañana al acercarse que una estampida de chicos rabiosos la atacaran con puños y patadas en busca de una cita; aunque eso era cosa del pasado, no era extraño para ella encontrarse con alguna sorpresa al acercarse al instituto.
Y aquella mañana sus expectativas tampoco fueron defraudadas.
Sin embargo, no fue en el interior de los terrenos del instituto donde ocurría algo peculiar ese día, sino en los alrededores.
Según Ranma y ella se acercaban pudieron vislumbrar que unas cuantas furgonetas muy parecidas entre sí se arremolinaban en torno a la entrada del instituto donde, por supuesto, se estaban formando corros de estudiantes con el uniforme impoluto del colegio que observaban con curiosidad lo que se estaba desarrollando allí mismo, frente a sus narices.
Nada más ver tanta expectación la chica tuvo un mal presentimiento y aceleró el paso, seguida por su prometido. Cuando estuvieron lo bastante cerca, ambos se fijaron en que en los laterales de todas las furgonetas había unos caracteres escritos en negro que no dejaban lugar a dudas de a quién pertenecían: Empresas Mouri.
Los chicos intercambiaron una mirada de entendimiento, pero tampoco intentaron acercarse más. Se dedicaron a vigilar a los hombres que ataviados con monos de trabajo y herramientas, entraban y salían de las furgonetas cargando con cajas de material para después dirigirse a la escuela.
La campana sonó y a los curiosos estudiantes no les quedó más remedio que entrar a las aulas. Ya en el interior de la suya, Akane se dirigió hacia sus amigas que habían llegado antes que ella y las preguntó si sabían lo que estaba pasando.
—Por lo que he oído —Le respondió una de ellas—. Están instalando algo por toda la escuela.
—¡Yo sé lo que es! ¡Lo he visto! —anunció otra de ellas con el rostro acalorado—. ¡Son cámaras de vigilancia!
—¡Seguro que es cosa de ese director loco! ¡Para mantenernos vigilados a todos!
Akane asintió fingiendo estar de acuerdo, pero sintió que un agujero de preocupación se le abría en el pecho. Aunque aquella excentricidad tenía el sello de su loco director, ella sabía muy bien que ese circo era cosa de los Mouri.
Estaba cumpliendo su amenaza de vigilarles a Ranma y a ella, por eso las cámaras por toda la escuela.
Cuando Akane regresó a su asiento, su prometido alzó las cejas, como preguntándole qué ocurría y ella siseó la palabra en voz baja.
—Cámaras.
El chico asintió entornando los ojos.
Akane respiró hondo y empezó a sacar las cosas de su maletín para colocarlas sobre el escritorio. ¡Cámaras en la escuela! Ni siquiera allí estaría tranquila... ¿Qué es lo que Mikishito intentaba descubrir con eso?
Ese chico está mal de la cabeza se dijo.
¿Cómo le habían permitido colocar cámaras en el colegio? ¿Tanto poder tenía el dinero?
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Un Prometido de Verdad (Ranma 1/2)
Fiksi PenggemarEl maestro Hapossai no está, los hombres Saotome están de viaje de entrenamiento y la calma y la paz reina en el dojo Tendo hasta que unos invitados muy especiales llegan a la casa. Un empresario muy rico y su hijo aparecen para reclamar una vieja d...