18.

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Ucchan's.

Era la única palabra escrita en la parte central del toldo que se extendía sobre el marco de la puerta. En grandes, redondeadas y blancas letras. Mikishito lo miró con el ceño fruncido durante un par de segundos y tiró de las solapas de su traje sin encontrarle significado. Carecía de importancia, de todos modos.

Miró a ambos lados de la calle donde se levantaba aquel pequeño establecimiento. Desde su llegada a Nerima le había dado la sensación de que todas eran iguales, húmedas y oscuras, llenas de suciedad y con gente mediocre y vulgar paseándose en actitud derrotada. No estaba acostumbrado a ese tipo de ambientes y cada vez estaba más harto de estar allí.

Estaba ansioso por escapar con su ángel.

Era noche cerrada. Su interlocutor había exigido quedar a esa hora alegando que tendría todo el día ocupado encargándose de sus clientes y que solo le recibiría tras haber limpiado y recogido su local. Aquel local. Lo miró una vez más y siguió sin saber qué era aquello, aunque dedujo que debía tratarse de un restaurante por el fuerte olor a comida que desprendía.

Un sitio tan pequeño y vulgar; jamás comería en un establecimiento como ese pero... debía ser de lo mejor de esa condenada ciudad.

Mikishito resopló y comprobó su reloj. Era la hora. Avanzó hasta la puerta que estaba abierta y apartando una cortina vieja procurando tocarla lo menos posible, se adentró en el interior.

Oh sí, el olor era mucho más intenso allí dentro. Sintió un escalofrío y entreabrió los labios para evitar respirar por la nariz. Lo que él pensó; un diminuto restaurante con más pinta de caja de zapatos que de local abierto al público. Las mesas estaban recogidas, las sillas levantadas y todo lo envolvía el silencio.

Al fondo vio una barra con una enorme plancha. Desperdigados había unos cuantos taburetes y en uno de ellos había una chica sentada de espaldas a la puerta. Observó su larga cabellera y la curva de su cintura apretada en un diminuto vestido de vistoso color y bordados orientales. Apoyaba un codo en la barra e inclinaba la cabeza, como aburrida. Probablemente le oyó entrar, pero la chica ni se inmutó.

Tras la barra había una puerta que seguramente daba a la cocina. Esta se abrió y otra chica salió frotándose las manos contra un viejo trapo. Traía un curioso mono oscuro de trabajo y una cinta en la frente, mientras que su larga cabellera castaña caía con gracia a su espalda en una coleta alta. Esta sí le vio; parpadeó y tras recorrerle con los ojos, lanzó una mirada a la chica de la barra que por fin se giró.

—Buenas noches —saludó él, diplomático como se esperaba que fuera.

—¿Ser Mouri? —La chica de la barra le habló en un extraño murmullo. Le observó con el ceño fruncido y el chico le devolvió la misma mueca.

—¿Eh?

—¿Eres Mikishito Mouri? —preguntó la otra. En su espalda llevaba una espátula enorme que soltó en el suelo, apoyada a la barra. Se acomodó sin dejar de repasarle con los ojos un instante—. ¿El nuevo prometido de Akane Tendo?

—Así es —respondió él al instante.

Las dos chicas intercambiaron una nueva mirada.

—Ser verdad, pues —murmuró de nuevo la del vestido—. ¡Sentar!

—¿Eh?

—Que te sientes —explicó la de la coleta y el chico, con cierta reticencia, apoyó ligeramente su cuerpo en uno de los taburetes. Quizás en otra ocasión se habría molestado en ocultar su incomodidad por estar allí pero le fue imposible disimular cuando vio los pegotes de grasa que sobresalían del borde de la plancha o los manchurrones de dudoso origen de la piel del asiento donde se rozaba ahora su carísimo pantalón—. Soy Ukyo Kuonji. Yo te llamé.

Un Prometido de Verdad (Ranma 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora