14.

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¿Dónde se habrá metido ese idiota?

Akane se estiró ligeramente y dejó que su cuerpo se apoyara en la puerta de entrada del instituto. Llevaba diez minutos esperando a su prometido mientras el resto de estudiantes salían, más bien huían del lugar ante el ansiado fin de semana que estaba por comenzar.

Fin de semana.

Por fin era viernes y Akane estaba deseando marcharse a casa y no pisar ese lugar en dos días enteros. Pero Ranma no aparecía, y no podía irse sin él. Ahora siempre llegaban y se marchaban juntos.

Justo mientras pensaba en ello, un grupito de los esbirros de Mouri pasó cerca de ella. Correteaban formando una pequeña fila, todos iguales, soltando gotitas de sudor que escapaban de sus frentes y con cintas iguales de color azul para sujetarse el flequillo de ese pelo cortado a tazón. El logotipo Mouri estaba impreso incluso en las sudaderas que llevaban. Iban tan sincronizados que Akane pudo oír que respiraban y resoplaban al unísono. Cuando la vieron, los hombrecillos intercambiaron una mirada entre sí y al mismo tiempo empezaron a dar vueltas en torno a la entrada sin quitarle el ojo de encima.

Akane ahogó un quejido de furia y estrelló su maletín contra el muro.

¡Deseaba tanto irse a casa y perder de vista a esos idiotas!

Habían pasado casi cinco días desde que el instituto se vio inundado por esos pequeños seres y la presión y la vigilancia a la que sometían a la pequeña Tendo la tenía de los nervios. No era precisamente fácil ignorar las miradas acechantes que le lanzaban cada minuto desde que llegaba al instituto por la mañana hasta que se iba por la tarde. ¡Era tan incómodo! Si al menos esos tipos disimularan un poco o fueran más discretos, pero eran los peores espías del mundo.

Cinco días ya. Akane estaba agotada y muy molesta. Solo quería irse a casa y descansar de tanto agobio en su cuarto. ¡¿Dónde diablos estaba Ranma?!

—¡Akane!

¡Por fin! Pensó ella al reconocer la voz de su prometido. Se volvió hacia él, forzando una sonrisa emocionada y levantó una mano para saludarle. Esos tipos la miraban con el ceño fruncido así que tenía que esforzarse por llevar a cabo una actuación magnífica.

—¿Dónde estabas? ¡Te he echado tanto de...! —Pero la voz se le cortó cuando vio al chico. Venía con la camisa rasgada, manchas de comida por los pantalones y una mueca de fastidio que le llegaba hasta el suelo—. ¿Qué te ha pasado?

—¿Tú qué crees? ¡Pues ha sido...! —Ranma captó el movimiento circular de los hombrecillos y borró su mala cara, abriendo los brazos—. ¡No ha sido nada! ¡Por fin te he encontrado y estoy a tu lado! ¡Volvamos a casa, Akane!

Fue hacia la chica y la tomó de la mano. Echaron a andar por la calle que bajaba.

—¿Y tu maletín? —preguntó ella.

—No tengo ni idea —respondió Ranma en voz baja—. Ukyo lo lanzó por una ventana del otro lado del edificio y me fue imposible ir por él.

Cuando se hubieron alejado unos cuantos metros, se giraron y observaron a los espías de Mikishito amontonados en la entrada, con las cabezas unidas y agachadas sobre un block de notas, otros meneaban una cámara de fotos con expresiones de confusión como si no supiera bien qué hacer con ella.

Los chicos suspiraron y más relajados continuaron su camino.

—¿Ukyo te ha hecho esto?

—¡Pues claro!

—No pensé que fuera capaz de ponerse así —comentó Akane, descolocada—. Creía que Shampoo era la más peligrosa de tus otras prometidas.

Ranma se encogió de hombros y se dispuso a explicarle cómo la cocinera le había interceptado en uno de los pasillos cuando se dirigía a los casilleros para recuperar sus zapatos. La chica estaba decidida a conseguir que él la acompañara a casa de la mano, tal y como venía viendo que Ranma hacía con Akane todos los días de esa semana. Ranma por supuesto intentó explicarle que eso no podía ser y cuando la chica ignoró totalmente sus explicaciones, salió corriendo.

Un Prometido de Verdad (Ranma 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora