Ranma había conseguido regresar a Nerima por fin.
Estaba cansado y malhumorado, pero también aliviado porque en más de una ocasión durante aquel infernal viaje de una semana había creído que jamás lo lograría. Y todo por culpa del enorme y perezoso panda que iba caminando, patizambo, tras él.
Transitaban por la larga calle en cuyo final estaba el dojo Tendo. Ranma cargaba con una enorme mochila a su espalda que le estaba desgarrando sus ya de por sí doloridos músculos de los hombros, especialmente cada vez que hacía el inútil esfuerzo de volver el rostro para mirar furibundo al animal que le seguía. El panda agitaba un cartel de madera sobre su cabeza que el chico se había negado a leer; aquello era ridículo.
—No me interesa —gruñó el chico una vez más.
Lo único que habría querido escuchar de ese panda sería una disculpa por su comportamiento egoísta y estúpido que casi había hecho que los encarcelaran durante el viaje; pero sabía que su padre solo reservaba sus disculpas para aquellos que le inspiraban miedo.
No obstante, el panda gruñía tras él tratando de llamar su atención y esos continuos gorjeos salvajes estaban acabando con su paciencia.
—Si quieres decir algo hazlo como una persona normal —Le señaló Ranma sin volverse para mirarle. Siguió caminando, casi arrastrando los pies por lo cansado que estaba.
Se le escapaban resoplidos y los ojos le escocían. Nunca jamás accedería a otro de esos malditos viajes de entrenamiento, estaba harto de las mentiras de su padre. ¡De entrenamiento no había tenido nada! Apenas llegaron al bosque donde acamparían, su padre desapareció durante horas y él tuvo que ir a buscarlo al pueblo más cercano. No había pasado ni un día y la mayoría de la gente ya le perseguía acusándole de algún robo o estafa.
¡Encima, el muy condenado, había dejado todas sus deudas a nombre de su hijo! Así que en cuanto el chico dijo quién era todo el mundo se le echó encima.
No sé por qué me sigo fiando de ese viejo.
Sacudió la cabeza justo cuando escuchó el sonido de algo de latón cayendo al suelo y un resoplido.
—Ranma, deja de ignorarme —La voz humana de su padre retumbó en el silencio de aquella madrugada. Nadie más paseaba por las calles de Nerima a esas horas, la oscuridad era tan honda que la luz de las farolas apenas servía para vigilar sus pasos—. Un buen hijo no trata así a su padre.
—¿Acaso tú me has enseñado a ser un buen hijo?
—¡Eres un insolente! ¡No volveré a llevarte de viaje conmigo!
—¡¿Te crees que quiero volver después de la que me has hecho pasar estos días?!
—¡Todo formaba parte de tu entrenamiento, descerebrado!
Las luces de una casa cercana se encendieron a la vez que un enorme perro negro asomaba el hocico entre los barrotes de la valla ladrándoles con furia. Los dos hombres dieron un respingo ante el perro y los malsonantes gritos del dueño de la casa exigiendo silencio.
Padre e hijo trotaron unos metros lo más rápido posible y no se detuvieron hasta que estuvieron frente al portón de su querido dojo. Durante unos instantes, ambos resollaron doblados por las costillas mientras el sudor les recorría el rostro. Los dos se irguieron a la vez y sus miradas se encontraron a luz del farol que iluminaba parte de la puerta y el cartel con el nombre del dojo.
Genma Saotome tenía el rostro tan colorado por la carrera que la piel que sobresalía por debajo del pañuelo que llevaba para ocultar su calvicie se veía del mismo color. Las gafas se le habían empañado parcialmente, pero Ranma pudo ver que sus ojos negros y enjutos echaban chispas.
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Un Prometido de Verdad (Ranma 1/2)
FanficEl maestro Hapossai no está, los hombres Saotome están de viaje de entrenamiento y la calma y la paz reina en el dojo Tendo hasta que unos invitados muy especiales llegan a la casa. Un empresario muy rico y su hijo aparecen para reclamar una vieja d...