24.

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Akane tardó varios minutos en lograr despegar sus ojos de la cifra escrita en aquel trozo de papel. Ni siquiera se pensó si merecía tal recompensa de verdad o si no era deshonesto aceptar ese dinero de una gente que les había hecho tanto daño a cambio de mirar para otro lado con todo lo ocurrido ese día.

Una gran sonrisa nerviosa se dibujó en su rostro.

—¡No me lo puedo creer! ¡Es muchísimo dinero! —exclamó sintiendo ganas de reír—. ¡Y es nuestro! ¡Podemos hacer lo que queramos con él! ¡Ranma esto es...!

Levantó la cara hacia su prometido pero este no parecía tan entusiasmado como ella. La verdad es que el cheque estaba a su nombre, pero Akane pensaba compartirlo con él, después de todo lo que la había ayudado era lo menos que podía hacer.

—¿Estás bien? —le preguntó, frunciendo el ceño. Se guardó el cheque con cuidado y entonces cayó en la cuenta de que Ranma acababa de librar una cruenta batalla y podía estar herido—. ¡Oh! ¿Te duele algo? ¿Vamos a la consulta del doctor Tofú?

Ranma sacudió la cabeza.

—Estoy bien.

Parecía magullado y agotado, pero no sangraba ni tenía heridas graves. ¿Por qué estaba tan serio? ¡Ahora sí que todo había terminado! ¡Para siempre! Akane le observó intrigada e incluso un tanto inquieta por esa actitud. A todas luces él había sido el vencedor de la contienda y lo normal en alguien como él sería que estuviera dando saltos de alegría y alardeando como un loco insoportable.

Pero estaba quieto, cabizbajo, en silencio... ¿pensativo?

Finalmente, Ranma suspiró y la miró.

—Marchémonos a casa —le dijo.

Akane parpadeó, confusa.

—Oye, ¿está todo bie...?

Entonces lo oyó. Los cuchicheos. Las voces arrastradas en inútiles susurros. Las risitas sofocadas. Akane alzó la vista y se dio cuenta de que sus compañeros del Furinkan seguían estando allí, rodeándoles y mirándoles fijamente. ¡No disimulaban si quiera! Todos sonreían con malicia, con expectación. Algunos hablaban entre sí tapándose la boca pero sin apartar sus ojillos de ellos, otros parecían esbozar muecas muy particulares justamente para que ellos les vieran e incluso Akane distinguió a pequeños grupos de niñas más jóvenes que ella que los miraban con sus dulces y aniñados rostros sonrojados.

Pero, ¿a qué viene todo esto?

—Oh... —murmuró dándose cuenta.

O más bien recordando todo lo que había pasado. Todo lo que ella había hecho frente a toda esa gente. Había gritado que amaba a Ranma y después le había besado, delante de todos y con una actitud totalmente desenfadada y abierta.

¡Era lógico que todos sus compañeros estuvieran tan exaltados! Durante meses se habían estado burlando de ellos por la historia de su compromiso, por sus peleas, por las continuas interferencias de las prometidas de Ranma, los pretendientes de Akane... ¡Y ahora esto!

¡Jamás lo olvidarían! ¡Les estarían molestando con ese asunto hasta que se graduaran!

Akane se volvió hacia Ranma al instante.

—Lo siento —le dijo en voz baja. El chico apenas se inmutó—. Siento mucho lo de... antes. Solo quería que Mikishito nos dejara en paz. ¡No se me ocurrió otra cosa!

—¿Ah no? —preguntó él, aparentemente tranquilo—. Bueno, da igual —determinó dándole la espalda—. Vámonos a casa.

Ranma echó a andar hacia la salida pero Akane se quedó estática.

Un Prometido de Verdad (Ranma 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora