17.

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Ranma no recibió la habitual descarga de su cerebro indicándole que era momento de levantarse, probablemente porque hacía mucho tiempo que no dormía tan bien y despertó somnoliento y descansado. Se estiró con fuerza sobre aquel colchón tan cómodo antes de abrir los ojos hasta sentir ese leve dolor que después fue sustituido por un suave ronroneo de cada músculo de sus extremidades al quedar sueltas y flojas, estiradas y libres.

El suelo no se le clavaba en la espalda bajo el delgado futón, no había ronquidos ni olor a panda a su alrededor ni se había despertado con una zarpa sobre la cara. Sonrió unos instantes y después cayó en la cuenta de que su mano izquierda rozaba la pared mientras que la derecha caía por el borde de la cama.

Frunció el ceño.

¿Akane?

Se incorporó de golpe y comprobó que, por supuesto, la cama estaba vacía. Se frotó los ojos y miró a su alrededor pero la chica no estaba. El reloj indicaba que era muy tarde, incluso para ser sábado; seguramente ella habría madrugado y habría salido a correr como acostumbraba.

¿Por qué no me habrá despertado? Pensó, fastidiado. Todos en la casa estarían ya despiertos así que no podía salir por la puerta. Con un chasquido de lengua se puso en pie y abrió la ventana para asomarse pero no vio a nadie bajó él. Las tiendas de campaña aún estaban por ahí, pero los hombrecillos de Mouri no.

—Espero que Kasumi no les esté dando el desayuno...

Subió un pie al alfeizar de la ventana y se agarró con ambas manos.

Ranma... De pronto, le pareció escuchar la voz de Akane en su mente. Te... quiero mucho.

Se detuvo de golpe y el corazón se le disparó. Miró a su espalda, pero seguía solo. Se rascó la cabeza y trató de recordar... ¿Había oído esas palabras de verdad? Quizás lo había soñado... Sí, tenía la fuerte sensación de haber soñado con su prometida pero no recordaba el qué. Probablemente era todo por culpa de la conversación que había mantenido con Mouri la noche anterior.

Apretó los dientes al pensar en él. Seguro que aparecía de nuevo para desayunar.

Debo darme prisa.

Saltó hasta el árbol y descolgándose por él consiguió llegar al suelo. Después solo rodeó la casa y trepó de nuevo para colarse en su cuarto. Una sólida atmósfera de humedad y pegajosidad le dio de lleno en la cara.

—Puaj —Se quejó, tapándose la nariz.

En el centro de la sala había un panda tumbado panza arriba, sobre los dos futones de la habitación. Su enorme estómago subía y bajaba, respiraba fuertemente y con un silbido rasposo. Estaba rodeado de sus estúpidos carteles de madera... ¡Ranma, desagradecido! ¡¿Cómo no aceptaste el dinero?! ¡Ranma, me pica la espalda, ráscame!

Ahora por lo visto hasta escribía en sueños.

El chico sacudió la cabeza y agradeció profundamente a los astros haber dormido en otro sitio porque de lo contrario ahora tendría el trasero de un panda aplastándole la cabeza. Quizás habría muerto asfixiado.

Meneó la cabeza sintiéndose increíblemente afortunado y rebuscó en el armario en busca de algo que ponerse. Después, huyó de aquella pestilente habitación dejando al panda con sus ronquidos y bajó las escaleras con el estómago rugiéndole. Hacia la mitad se pasó la mano por la nuca y se dio cuenta de que era la primera vez que no percibía un ligero dolor en sus músculos. Se sentía realmente bien. Ojala él también pudiera tener una cama occidental como la de Akane...

Justo cuando llegaba abajo, la chica apareció de golpe. Estuvieron a punto de chocar, pero evitaron la colisión echándose ambos hacia atrás en el último momento. Ranma suspiró aliviado; cogió aire para exigir saber por qué le había dejado durmiendo arriba como si nada, pero cuando miró al rostro de su prometida se quedó en blanco.

Un Prometido de Verdad (Ranma 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora