19.

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—Es raro, ¿no? —Preguntó Akane, calzándose sus zapatos en la entrada. Se había sentado para hacerlo, mientras que su prometido saltó prácticamente al interior de sus zapatos sin cordones. Removió los pies y dio golpecitos con la punta en el suelo para terminar de ajustárselos y miró de reojo a la chica por encima de su hombro.

—¿Qué?

—Es la primera mañana que Mikishito no viene a desayunar desde que todo comenzó —respondió Akane. Terminó de colocarse la tira del zapato derecho y se tocó la mejilla con un dedo—. ¿Por qué será?

—¿Qué pasa? ¿Le echas de menos? —replicó Ranma achicando los ojos.

La chica entornó los suyos y fastidiada se puso en pie, arrastrando su maletín con ella.

—¡Claro que no! ¡Solo me preocupa que este tramando algo contra nosotros!

—Puede que por fin se esté dando por vencido —Ranma abrió la puerta y salió. Akane le siguió y se colocó a su lado—. ¡No te preocupes tanto! Si no le veo la cara en todo el día, yo seré feliz.

Puede que Ranma tuviera razón.

Habían pasado ya casi diez días desde que la pesadilla de los Mouri comenzó. Desde entonces, Mikishito no había parado de llevarse decepciones en cuanto a su descabellado plan de demostrar que su compromiso con Ranma era falso; quizás por fin el millonario estuviera empezando a aceptar que debía rendirse. Ambos se habían empleado a fondo por aparentar estar enamorados. ¡Incluso dormían juntos todas las noches! Así que Mikishito no había podido encontrar una sola fisura en su historia.

Mientras caminaban juntos hacia el portón Ranma cogió su mano con naturalidad al tiempo que bostezaba distraído, con la cabeza girada hacia otro lado. Akane dio un respingo que trató de disimular. Era la primera vez que hacía eso... normalmente era ella quien se la cogía cuando echaban a caminar rumbo al instituto.

Salieron a la calle y tomaron su camino habitual. Su prometido iba relajado, con la mirada perdida al frente; no tenía nada que ver con el caminar rígido y nervioso con que se movía antes cuando se veía obligado a ir tomado de la mano de ella.

Puede que se esté acostumbrando...

Akane apretó los labios. Movió ligeramente la mano y se atrevió a entrelazar sus dedos con los de él, estrechando aún más el contacto. Rápidamente le miró de reojo, pero el chico no hizo ningún gesto extraño, simplemente modificó su agarre para adaptarse a ella y siguieron caminando.

La chica sonrió en silencio, bajando la cabeza hasta que su barbilla rozó su pecho. Notó un cálido rubor en sus mejillas, pero quizás era el sol que brillaba en el cielo y derramaba su luz sobre sus cabezas.

Sí... Ranma se estaba esforzando mucho por ella esta vez. Akane siempre había pensado que a menudo a su prometido no le quedaba más remedio que ayudarla cuando se metía en problemas, no le quedaba más remedio que ir a buscarla cuando ella se enfadada y desaparecía, no le quedaba más remedio que salvarla si estaba en peligro... Hacer algo porque no te queda más remedio no es lo mismo que hacerlo porque de verdad quieres. Y al final, ella era su prometida y Ranma vivía en su casa por ese motivo. Era lógico que se viera obligado a hacer según qué cosas por ella dadas las circunstancias.

Otras veces sí había llegado a creer que ella le importaba lo suficiente como para que él hiciera todo eso de corazón, pero su inseguridad natural siempre arruinaba esos pensamientos.

Y ahora... En verdad, no sabía qué pensar. Estaba cada vez más confusa...

¡Tú abandonaste a mamá! ¡Pero yo no abandonaré a Akane! ¡Jamás me apartaré de su lado!

Un Prometido de Verdad (Ranma 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora