Capítulo 4

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Abrió una caja al final de la habitación en donde la oscuridad cubría su delito. Un hermoso collar se deslizó por su mano como oro derretido. 

Ella tenía planeado robar al menos una caja completa. La mochila negra que colgaba de sus hombros, era lo suficientemente grande para almacenar con seguridad cada una de ellas. 

Su mano trataba de alcanzar un anillo cuando escuchó pasos. Tres hombres  entraron a la bodega. Ella había supuesto que como días anteriores solo estaría el guardia, más ahora los hombres entraban y conocían su presencia. 

—¡Sabemos que estás aquí chica!—gritó uno con voz intimidante. 

Con cuidado de no ser vista observó por una esquina a las personas que ingresaban. No eran muy diferentes a los otros matones de la ciudad, de hecho, eran iguales. Hombres de treinta años con un par de kilos extras que vestían de negro y sus caras reflejaban aburrimiento. Selina podía decir que sólo buscaban terminar su trabajo para poder ir a beber a un bar. 

El hombre del medio, uno de los más jóvenes, patio de improviso unas cajas provocando sonido. La preocupación comenzó a llegar a Selina cuando vio como dos hombres más ingresaban a la bodega y cerraban las grandes puertas de metal, dejándola atrapada como un animal. 

Haciendo un escaneo rápido por la bodega noto que no había ventanas bajas por donde escapar, con pasó silencioso fue recorriendo la orilla del lugar, tratando de encontrar el agujero que días atrás vio cuando observaba su objetivo. Era pequeño, pero fácilmente podía deslizarse, lo que dejaría como consecuencia abandonar su mochila junto a la mayoría de las joyas, un precio que estaba dispuesto a pagar por su vida en aquel momento.

Selina lo único que podía recordar era que se encontraba en una esquina de aquella bodega, más no recordaba cuál. Con cada segundo y paso que daba iba deslizando por sus dedos los anillos que había robado, eran tan delgados y pequeños pero de gran valor que al menos tomó cinco de ellos. 

Escuchando como los hombres se movían por la bodega tomó el delgado collar que fue su principal objetivo y lo abrochó a su cuello, oculto bajo su traje de cuero. 

—Si sales en este momento no seremos tan duros contigo... Es más, solo danos todo lo que has robado y podrás salir de aquí sin ninguna herida—dijo algún hombre. 

Sabía que tan pronto como la vieran trataría de matarla. Esos delincuentes trabajaban para el señor Cornelio, el mayor contrabandista de joyas de la ciudad Gotham. Sabía que era peligroso robarle aquel hombre del cual Tabitha le estuvo advirtiendo una y otra vez, pero ella no pudo dejar de pensar por semanas en aquel frío collar que se encontraba colgando de su cuello. 

Desenrollando su látigo se agachó detrás de unas pequeñas cajas. Podía ver cómo el agujero se encontraba al otro lado de la bodega, en medio de cajas de madera que se alzaban del piso al techo. Si ella era lo suficientemente rápida podía fácilmente correr y deslizarse, dejando a los hombres encerrados y con una gran ventaja de tiempo. 

Estaba tan perdida en su plan que no escucho como uno había llegado hasta ella. 

—¡La tengo!—gritó el hombre con triunfo arrastrando al centro de la bodega. 

La tenía fuertemente apretada del brazo izquierdo que temió que se lo arrancará si seguía con sus esfuerzos por escapar. Por un breve momento miro los pies del hombre y no vio nada fuera de lo común. ¿Como no pudo escucharlo?, ¿Serían realmente asesinos calificados?. Selina observó el rostro del hombre, el cual era alto pero con la cara desfigurada, no sabía dónde empezaba la boca y terminaba la nariz. 

El hombre desfigurado la tiro en el centro de la bodega. Arena de aquel terroso lugar ensuciando su ropa negra. Cinco hombres la rodeaban, todos con cicatrices en la cara y brazos.

Mi Brújula - Bruce Y Selina (Batcat)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora