Capitulo VI

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Me era bizarro recordar todo lo que ocurrido en la semana, conocí a mi supuesto primo, recibí mi primer beso, aunque claro él no sabía que era el primero y no lo sabría, no tenía porque. Aun me sentía enojada al recordar su broma, ¿Acaso no sabía lo importante del primer beso? ¡No entendía que importancia tenía un beso para las chicas de mi edad! Aun así, eso no era tan importante como lo ocurrido en casa esa noche, ese extraño fantasma que apareció en mi habitación, su reflejo en mi espejo, como todo se hizo añicos con su presencia, sea  quien sea, hizo que pudiera caminar de nuevo, aunque al hacerlo sentí que mis huesos se habían roto  nuevamente, fue una sensación extraña, fuerte y dolorosa. parecía que mis huesos se hubieran roto uno a uno, aunque fuera exactamente lo contrario; algo que aún no podía asimilar, era el hecho de que mi abuela no era una anciana, esa mujer que me cuido desde mi nacimiento, con quien viaje, me abrazo al perder a mis padres, esa mujer de la tercera edad que me sonreía diariamente cada mañana antes de ir a la escuela  estaba parada frente a mí, mirándome con una sonrisa  como si no hubiera pasado nada y esto fuera una broma. Durante estos últimos dos días no había querido dirigirle la palabra, no lograba entender como todos estos años tuvo esa apariencia, me pregunto si mis padres lo sabían. Por otro lado estaba Klaus, quien parecía acostumbrado a esta situación, tenía la impresión de que él estaba esperando que esto sucediera. Ambos estaban frente a mí, ella me miraba esperando que en algún momento le hablara, él en cambio, miraba por la ventana del departamento al que me habían traído.

- Mi pequeña, sé que esto es... - Alzo mi mano interrumpiéndola. No quería oírla, pero sabía que debía dejar que me explicara que pasaba. -

- ¿Dónde está? - Ella me miro sin entender mi pregunta. - ¿Dónde está mi abuela?

Suspiro.

- Es mejor que le digas la verdad, su supervivencia depende de lo que le digas a partir de este momento, Amor. - Miro a Klaus al oírle llamarla así. -

- Mi nombre es Amor, soy una diosa. - No pude evitar reírme al escuchar semejante estupidez. Pero ver la seriedad de su mirada supe que no mentía. - Es la verdad, soy la diosa amor, quien en el inicio de la humanidad se encargó de que Caos fuera exiliado al olvido, soy la misma diosa del mito que te contaban todas las noches antes de dormir, esa diosa que le dio a Caos una mujer hecha únicamente para que cambiara su perspectiva de las cosas. A tu pregunta, tu abuela murió cuando nació tu padre, ella me pidió cuidarlo, pero el porqué de conocerme lo sabrás en otra ocasión, ahora hay que hablar de cosas mas importantes.

- Espera, ¡Espera un minuto! ¿Eres una diosa? - Asiente. - Eso quiere decir que Klaus, ¿es un dios? - Vuelve asentir. - Quiero saber que diablos está pasando.

- Primero que nada, cuida tu vocabulario. - Arqueo una ceja sintiendo que llamarme la atención por mi vocabulario no era importante. - Klaus es el dios Erebo hijo del Caos, su deber es proteger a la llave del Caos.

El asiente levemente sin retirar la mirada de la ventana.

- ¿Quién soy yo? - Me sonríe y saca de su bolso una foto, la gira hacia mí. En ella estaban mis padres sonriendo felices, mamá lucia hermosa, un vestido blanco teñido a su cuerpo, su cabello suelto adornado por hebillas doradas, sus manos reposaban sobre su vientre, estaba embarazada, quizás de seis meses o siete, papá estaba junto a ella abrazándola por los hombros. - ¿Si eran mis padres?

- Sí...— No sabía si creerle pues su respuesta fue dudosa. — tus padres fueron los más dichosos del mundo al saber que estaban esperándote. Eres Helena, hija de Nikolas Voulgaris y Laila Bennett,  - Miro como se sirve una copa de vino, pasa suavemente su dedo índice por el borde de la copa, parecía meditar antes de seguir hablando, alza la mirada para verme. - Recuerdo el día que tus padres se encontraron después de mucho sufrimiento del pasado. — En mi mente seguían sonando sus palabras y por una extraña razón sentía que no me decía la verdad completamente sólo por ahora no diría nada. — Dicen que los dioses nos enamoramos de la humanidad, en mi caso, me enamore de esos dos amantes, en el pasado cuando les di mi bendición bajo las estrellas, Caos me encontró, se dio cuenta de que los había bendecido y decidió destruirlos, sufrí mucho en ese entonces, pero entendí que un dios no debía amar a la humanidad, debíamos cuidarlos pero no amarlos hasta el punto de querer darles todo, lo hice, los quise como si fueran míos, su amor, su esencia era diferente a la de otro ser vivo y fue por eso que los ame y decidí que debía darles todo para ser felices, pero fue mi error, olvide que Caos buscaría lo que yo más amara y me haría pagar quitándomelo,  los asesino usando sus engaños o debería decir la eliminó a ella.

- ¿Hace cuánto fue eso? - Ella ríe para sí misma y toma un largo sorbo de su vino. -

- La humanidad apenas nacía en ese momento. Pero entonces decidí que ayudaría al Olimpo para controlarlo, en mi afán de hacerlo cambiar, cree la mujer más hermosa que podía existir. Yo misma le di vida, yo misma cree su alma bajo la tutela de Gea. - Cierra sus ojos, se recuesta del espaldar del sofá, alzo su mano y sus dedos se movían suavemente delineando la nada. - Me dije: Caos cambiara, su corazón frio y lleno de odio se purificara, cuando abrió sus ojos lo vi, era la indicada para él. Estaba segura.

- Pero entonces, Caos la asesino. Es la historia del fénix oscuro. - Asiente. - eres amor, la diosa amor, quizás el sintió que ella solo lo usaba no lo amaba de verdad, porque la habías creado tú, quizás sintió que no fue un amor natural.

Asiente, abre sus ojos levemente.

- Tienes razón, pero ella corto los hilos que la unían a mí, se revelo, me dijo en ese momento que si deseaba amarlo y no sería por influencia mía, seria porque ella misma así lo decidiría. Pero como sabes, Esmeralda no era humana, era una ninfa de la madre Gea.

- Aun así, no entiendo algo. Mis padres y yo, ¿Dónde entramos en esta historia?

- Eso es algo que sabrás más adelante, por ahora solo quiero que sepas una cosa, obedece a Klaus, trata de no quedarte sola mucho tiempo y otra cosa Helena, no trates de buscarlo.

Ambos se miran y salen de la habitación, me sentía confundida. Mi abuela era una diosa o mejor dicho, la mujer que llamaba abuela era la diosa Amor. Era tan extraño todo lo que estaba pasando, hasta hace unas semanas atrás estaba en mi salón de clases escuchando a la profesora Erika hablar sobre la colonización en Venezuela, dos días después mi abuela decidió junto a mis padres que debíamos volver a mi país de origen, volver a vivir a Portugal después de casi cinco años lejos por negocios de mi familia en otro continente, los últimos meses habían sido increíbles recupere viejas amistades y comencé a  vivir una vida tranquila, pero tres meses después pasó el accidente donde ellos fallecieron, nuevamente me mude de mi vieja casa junto a la abuela a una de sus muchas propiedades y por tres ocasiones me pidió cambiar de residencia,  al final terminó decidiendo que deseaba volver a la vieja casa de mis padres, de la nada Klaus aparece como si de una bomba se tratase para que finalmente todo explotara en mi vida, nuevamente acabo de nuevo en un hotel, con unos dioses cuidando de mí, me gustaría saber si esto es un programa de cámara oculta y mi abuela saldrá de atrás del sillón gritando: ¡CAISTE! Ambas reiremos tan fuerte que nos dolería el estómago. Me asomo tras el sillón, pero no había nada, era estúpido, pero quería comprobarlo. Mi vida estaba cambiando, el Caos existía, no hablaba en el sentido de los desastres en la humanidad que auto dominaban Caos, me refería a ese dios griego que en el pasado aterrorizo al mundo y acabo con civilizaciones enteras.

Me alzo del sillón y camino hacia la ventana, desde allí podía ver la ciudad de Lisboa, quizás no duraría mucho tiempo en esta ciudad, tal vez mi abuela decidiría que deberíamos irnos a otro lado, después de todo lo dijo claramente: Hay que alejarnos de él.

- El fénix. - Miro el dije colgando en la repisa de la sala, parecía brillar, su luz me estaba llamando. Me acerco a él con cuidado, por una extraña razón sentía que me atraía ese tenue resplandor, lo tomo en mis manos acariciando la perla que sostenía. Sentía mi cuerpo adormecerse. - ¿Qué quieres fénix?

- A ti. - Un escalofrió recorre mi piel al escuchar esa voz justo tras de mí, me giro para mirar, pero todo comenzó a oscurecerse a mi alrededor, pero por un momento solo alcanzo a ver la silueta de una persona acercarse y esos ojos rojos que me seguían en mis sueños.

Fénix oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora