Tenia tantas cosas en la mente que no sabía cómo iniciar, Romina me miraba fijamente, acusándome con su expresión de abogado acusador, definitivamente si no resultaba como actriz podría ser una excelente abogada o juez, lastima que todos caerían en la cárcel por sus veredictos. Klaus no había pronunciado palabras, Phobos estaba a mis pies, se encontraba triste, quería preguntar pero ahora tenía a mi mejor amiga sentada justo en frente esperando que hablara, si la conocía bien y lo hacía, no me dejaría en paz hasta saber todo de este asunto tan extraño.
— ¿Y bien? — Muerdo mi labio nerviosa. — Inicia por lo básico.
— Pues, los dioses si existen. — Asiente. Señaló a Klaus. — Él es un dios, mi cachorro es un lobo gigante del tamaño de un edificio que me cuida de otro dios.
Se acerca a mi cachorro y alza sus orejas mirándolo bien.
— Me parece muy normal, pero lo mismo pensé de él y resulta que apareció una espada... ¡Dime que tu no eres medusa!
—... — No esperaban algo así, niego. — No soy un dios y mucho menos medusa. — La miro asentir a mi respuesta soy muy normal, siempre me vi como alguien normal que creía en los mitos y ese tipo de cosas. Hasta el accidente, no podía negar que la primera vez que vi algo sobrenatural fue ese día. Un escalofrío recorre mi piel al recordarlo, sus ojos rojos que parecían dos rubíes, mirando hacia nuestro auto, el cómo mi padre caía sin vida por enfrentar aquella criatura gigantesca, ese perro de tres cabezas, el olor a cadáver que desprendía su aliento herizo mi piel, aquel ser de oscuridad fue el causante de cada lágrima que derrame desde ese momento, pero lo que más recordaba eran sus ojos, los ojos de mi salvador, él ya me había salvado dos veces, pero ¿Por qué a mí? ¿Que tenia de especial?
— ¡Helena! — Quería responderle a Romina, no lograba pronunciar palabra alguna. Observó como Klaus se acerca corriendo hacía mí, los gritos de mi amiga y el ladrido de Phobos. — ¿Qué le sucede?
— ¿Helena? ¡Helena reacciona! — Sabia que lloraba, la humedad de las lágrimas podía sentirlas. Romina golpea mi mejilla buscando que reaccionará pero no lograba articular palabras, los veía, escuchaba y sentía, pero no lograba hacer algo. — Hades.
— ¿Hades? Es imposible, estas loco, él murió junto a los demás dioses, Érebo. — Observó a mi amiga darme la espalda, hablaba como una de ellos. — Tú y yo vimos como murió junto a Zeus.
— Hades no puede morir, se alimenta del inframundo. Hades despertó, Nix.
¿Nix? Ella era su esposa, era igual a ellos, Romina también me engañaba. Mis ojos comienzan a cerrarse, solo podía pensar que vivía rodeada de mentiras y monstruos.
- Pobre niña, su corazón está decepcionado. Tu amiga te engaño, quien amas igual, tu familia entera está llena de misterios. — La oscuridad comenzó a rodearme, en medio de ella había alguien sentado en algún trono, una tenue luz le alumbraba, sabía quién era, sus ojos rojos me lo decían. — Sí, soy el mismo de esa noche, Hades.
— ¿Dónde estoy? ¿Qué quieres de mi?
— Muchas cosas, pero en especial deseo la llave. — Escucho sus pasos en la oscuridad acercándose a mi, retrocedo, pero acabo chocando con una especie de pared de agujas, el filo golpeaba mi espalda, no podía moverme más. — ¿No lo sabes aún, cierto? No quieren que estés lista.
Su mano era fría y esquelética, tocaba con ella mi mejilla, su aliento frío golpeaba mis labios, no supe en que momento se acercó completamente, pero estaba allí presionando mi cuerpo contra la pared de agujas.
— Déjame ir. — Cierro mis ojos al ver como pasa su lengua por sus labios. Un escalofrío me recorre al sentirla en mi cara, era áspera, seca.
— Confía en mí, solo yo puedo ayudarte. — No podía confiar en él, había asesinado a mis padres. — El pasado fue un trágico momento para conocernos, fuera yo o no, algún dios los mataría. Incluso podías estar en un barco en el mar con ellos y poseídon los mataría.
— No soy especial, ¿Por qué no me dejan ir?
Toca mi pecho, siento como uno de sus dedos se introduce en el, una ráfaga de frío recorre mi ser.
— Aún no estás lista. — Todo a mi alrededor comienza a temblar, cada vez lo miro más lejos, era como si alguien me jalara. Nuevamente los ladridos de Phobos estaban cerca, abro mis ojos topandome con el techo de mi habitación. Me inclinó un poco sobre mi cama buscando a mi compañero, pero parecía que estaba afuera de mi habitación, podía oír una discusión desde la sala, Romina aún estaba aquí y parecía que se encontraba enfadada con alguien. Quería salir, pero no deseaba verlos, después de todo, ya no sabía quién mentía, que ocultaban o el porque me necesitaban.
Miro la puerta de mi habitación abrirse, me sorprendo al verla, Amor se encontraba aquí, tras ella estaba Romina junto a Klaus. Desvío la mirada de ellos.
— Quiero irme de acá. — Amor se acerca. Toma asiento en mi cama. — ni a ti deseo verte, váyanse.
— Se que te hemos mentido Helena. Lo siento, pero era por tu bien y ahora que él te encontró por culpa de nuestro descuido no podemos seguir ignorando la realidad, no podemos olvidar el pasado ni ocultarte más lo que sucede. — Era la primera vez que Amor parecía arrepentida.
— Helena, perdón por ser tan mala amiga y engañarte durante tanto tiempo, pero nuestro deber es cuidarte del Caos. — Observó a Romina, estaba apoyada en el hombro de Klaus. — Él es mi eterno esposo, Érebo.
— ¿Qué quieren de mi? Solo quiero ser una persona normal. ¡Déjenme en paz! — Me sentía desolada, solo deseaba huir de ellos. Amor sujeta mis manos obligándome a sentarme a su lado. — No quiero más mentiras.
— Iremos a mirar el pasado, para que veas la verdad de la historia.
Nix y Érebo juntan sus manos creando un especie de vórtice oscuro, todo en mi habitación se movía suavemente debido a la ráfaga de aire de su interior. No quería seguirlos, pero al ver sus miradas suplicantes accedí a ir y conocer la verdad.
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Fénix oscuro
AcakElla era una persona normal, pero la vida se encargó de quitarle lo que más amaba, desde ese instante se vio envuelta por el misterio. ¿Por qué creer en los dioses no está de más? El Caos fue el origen de la vida y su vida fue enredada en los lazos...