Capítulo XIX

8 8 0
                                    

Helena

Había escuchado todo lo que quería sobre la historia de Nix y Érebo, ambos fueron sinceros al hablarme de Caos, pero aun así deseaba saber la historia de parte de él, aunque era algo peligroso. Hablar con Caos significaría bajar al tártaro y poner mi vida en riesgo, arriesgarme a morir solo por saber la verdad de su pasado, por otro lado estaba él, su otra mitad, no me sentía muy segura de poder hablar sobre esto con el permiso de  Amor, Romina o Klaus algo me decía que no me dejarían acercarme ni cinco centímetros, por algo estaba en los campos de Gea para protegerme, según ellos sabría porque me protegían, que quería él de mi.

Observó el templo, la piedra de las columnas resplandecía levemente con la poca luz, los árboles le rodeaban dando sombra suficiente, algunas enredaderas de rosas subían por los pilares de la entrada principal, arrastrándose por el único escalón que separaba el suelo del templo. Romina y Érebo estaban tomados de la mano, se miraban con tanta complicidad entre ellos que era fácil notar cuanto se amaban, ambos atraviesan la entrada, me sorprendo al ver como una pequeña luz destella en el momento que cruzan;  Amor sostiene mi mano dándome un apretón leve antes antes de seguirlos.

— Debo cruzar sola. — Miro a mi alrededor, no había más que arbustos con rosas, grandes árboles. Temía que al cruzar quedará hecha polvo por esa luz, después de todo no era una diosa, no sabia que esperar. Tomó una bocada de aire buscando valor, era ahora o nunca, cierro mis ojos al cruzar el umbral. Un escalofrío recorre mi piel, la suave brisa cálida de los campos cambio por una fría. Levemente abro mis ojos notando como Amor estaba mirándome con una sonrisa. Pero no era eso lo que me sorprendía, era el hecho de estar en medio de la noche en un templo en ruinas. No había más que ruinas a mi alrededor, Klaus y Romina estaban sentados en un pilar que yacía en el suelo partido en varios pedazos.

— ¿Dónde estamos? — Camino mirando el lugar, el cielo nocturno, la luna encima de nosotros acompañándonos, este no era el lugar donde estuvimos hace unos segundos. — Abuela.

— Hace mucho no me dices así. — Sonríe. — Estamos en las ruinas de un viejo templo. Aquí inicio todo.

— Aquí enfrentaron a Caos. — Era la primera vez que veía a Klaus tan pensativo, era como si su mente viajará al pasado. Romina aprieta su mano. —

— Aquí usaron la llave por primera vez. — Mi amiga me mira. — Aquí es donde Caos fue encerrado.

Observó como en lo que debería ser la entrada una luz resplandece con tanta fuerza que me vi en la obligación de cerrar mis ojos por temor a quedar ciega. Poco a poco vuelvo abrirlos para ver quien causo esa luz.

— Helena, te presentamos al dios que tomara el trono, Apolo. — No sabia que decir, estaba asombrada al verlo. Observó a Klaus y luego a él, el dios ante mi era alto, de cabello rubio, lo llevaba despeinado dándole un aspecto rebelde, sus ojos grises, piel bronceada, usaba una camisa azul de cuello alto y mangas largas ceñido a su cuerpo, le hacía resaltar su musculatura abajo de la tela, un pantalón negro y zapatillas deportivas blancas, parecía un chico normal, no se veía como un dios super poderoso. Me giro al ver a la abuela. — ¿Qué?

— ¿De verdad es un dios? Parece un estudiante de la universidad.

Escucho la risa del chico, parecía que en lugar de molestarle mi cometario al contrario acabó causándole gracia, por una extraña razón me dio vergüenza, me sentí como  tonta al decir aquello, después de todo, Klaus tampoco tenía la apariencia de un dios, más bien parecía un muchacho normal, sobre todo cuando le daba por beber todo el licor del mini bar.

- Chica del azúcar. – Me sorprendo por aquellas palabras, justo atrás suyo apareció la misma mujer que vi ese día en su departamento. – Nos volvemos a ver.

- Selene. – Sonríe al oírme, coloca su mano en el hombro del joven. - ¿Por qué ella está aquí?

- Es la hermana de Apolo, la diosa de la luna. – Amor no entendía a que me refería, pero Romina por su lado si, tanto ella como yo la habíamos visto hace poco tiempo. - ¿Sucede algo?

- La vimos en la escuela. – Mi amiga se apresura hablar. – Pero en ese momento no le dije nada. Me fue raro verte allí.

Selene sonríe levemente, se aleja de Apolo para acercarse a mí.

- Estoy en contacto con él, además, tenía curiosidad de conocerla. – Sostiene un mechón de mi cabello y lo acaricia. – En fin, ¿Quién falta?

- ¿Hay más? – Asiente. Se aleja, un pequeño cumulo de luces aparecen frente a ella tomando la forma de un pequeño banco para que  pudiera sentarse con comodidad. – ¿Cuántos son?

- Somos pocos. – Apolo se recuesta de uno de los pilares, me mira como si deseara atravesarme con su intensa mirada. Un escalofrió recorre mi piel. – La mayoría de los dioses han ido desapareciendo.

- Poco de nosotros hemos sobrevivido, solo porque aun en estos tiempos los humanos nos mantienen presentes. – Gea se acerca a nosotros, desde que cruzamos el umbral no pronuncio palabra alguna. – Dioses como Apolo son venerados en cualquier lugar del mundo.

- ¿Cuántos de ustedes hay? – Selene alza su mano como si deseara pedir permiso para hablar, pero vuelve a bajarla. - ¿Acaso no saben?

- Ares, Atenea, Hades. – Se queda pensando sin dejar de mirarme. -

Escuchar el nombre de Hades me hizo recordar ese momento, no quería volver a verle nuevamente. Era un dios grotesco a mi parecer.

- Lo es. – Busco a quien haya contestado a mis pensamientos, justo al lado de Apolo había una niña de no más de 12 años, su cabello era ondulado de color platinado, sus mejillas sonrosadas y labios rosados como si fueran pintando al natural, sus ojos eran de un profundo color café, usaba un vestido invernal de color perla. Mira Apolo dándole una sonrisa, el acaricia su cabello con total familiaridad. – Soy su hermana menor, soy Eos, represento la aurora que enamora a los hombres y embellece la naturaleza.

- Creo que estamos todos. – Romina toma la palabra, toca mi frente, una extraña sensación de cansancio invade mi cuerpo, mis piernas comenzaron a fallarme, perdía las fuerzas con rapidez. La miro preguntándole con la mirada, ¿Qué sucedía? Siento como me sostienen, era Klaus, acaricia mi frente sonriendo levemente. – Lo siento Helena.

- ¿Qué haces? – Mi pregunta fue acompañada de un pequeño susurro. Miro al cielo, tenía la sensación de que las estrellas se movía con rapidez, eso era casi imposible. Deseaba preguntar que ocurría, pero no podía moverme, ni hablar.

- Es hora de conocer la verdad. – La voz de Apolo parecía lejana, mis ojos comienzan a cerrarse poco a poco, solo deseaba entender que pasaba.

Fénix oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora