Capítulo XXXV

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El frío me está helando hasta los huesos, mi padre sostenía fuertemente mi mano derecha mientras caminabamos por un túnel bajo una gran cantidad de hielo, en este momento me preguntaba: ¿Por qué el descendiente de Chronos vivía en el lugar más frío del mundo? ¿No podía vivir en una playa llena de arena blanca, palmeras y un hermoso y reluciente sol? La respuesta era clara, ni en mis fantasías podría serlo. Papá me mira de reojo, parecía divertido por mis locuras, le doy una sonrisa, aquello parecía relajarlo. Nos detenemos frente una  gran puerta de cristal, era hermosa a mi parecer, habían tallado en ella algunas rosas que eran adornadas con rubíes y zafiros, los bordes brillaban, quería tocar para confirmar que era oro, aunque se veía como esa fina escarcha dorada que usaba de niña para mis trabajos escolares de navidad, un aro negro descansaba en el sitio donde debería verse la manija de la puerta.

Papá la sostiene y da un ligero golpe con ella, el sonido hacia eco entre las paredes del túnel, me abraza por los hombros buscando tenerme más cerca, quizás tenía miedo de que Caos estuviera allí, aunque decía que nunca iría a ese lugar, pero no podía estar tan segura de ello. Me imagine en este instante como se sentía sailor moon cuando fue al reino de la guardiana del tiempo para ir al futuro y salvar Tokio de cristal, estaba segura que no vería a una mujer de cabellos verde bosque sosteniendo un báculo que además de ser la llave del tiempo era un poderoso talismán.

— Tienes una gran imaginación. — Sonrió al oírle decir eso. La puerta se abre con suavidad, no oí siquiera algún rechinar de bisagras que hicieran el momento un poco tétrico. El interior era diferente a lo que imaginaba, las paredes eran de cristal, el frío había quedado tras nosotros, el pasillo no era muy largo hasta llegar a la siguiente entrada, a los lados habían pilares sosteniendo el techo del lugar, podía escuchar el sonido del agua caer, algunas aves cantando, lo que me parecía raro ya que esto estaba bajo tierra, una ligera brisa cálida nos rodea, el aire olía a flores silvestres.

— Normalmente no recibo visitas. — Pensé que Chronos tendría una hija por descendiente como en todas sus historias, estaba equivocada. Era un niño de no más de ocho años, sus pies estaban descalzos, su piel blanca, las mejillas poseían un suave rubor a causa de la temperatura, sus ojos de un color café y su cabello rubio ceniza despeinado parecía que se encontraba durmiendo justo cuando llegamos, su vestimenta era la de un chico normal, camisa color azul y un pantalón deportivo blanco.

— No estabas aquí exactamente, ¿Por qué? — Se encoge de hombros. — Sabes que está prohibido dejar el templo del tiempo.

— A veces me gusta ir al mundo humano y probar cosas nuevas. — Me mira de arriba hacia abajo, su mirada recae en mi padre. — Tú hija por fin esta a tu lado.

— Vine aquí por tu ayuda. — Asiente. — Necesito que la mantengas aquí, segura de Caos.

— No puedes evitar lo que sucederá, la muerte o la vida. — Se acerca a mi, toma mis manos. — Te quedarás aquí pero no quiero ver que cruces las puertas de cristal, estarás en una de las habitaciones todo el tiempo.

Quería preguntar la razón de no
salir de la habitación, pero ya bastante tenía con la mirada severa que me regalaba. Alejo mis manos de las suyas.

— No molestare, se lo aseguró. — El parecía no confiar en mi palabra. Padre y yo lo seguimos por el pasillo hasta un pequeño jardín. Miro hacia el techo buscando de donde provenía la luz que mantenía el lugar iluminado, me topó con un cielo azul, las nubes se movían lento, la imagen me parecía fuera de lugar, ya que estábamos bajo tierra. Un árbol de manzanas y otro de durazno eran parte la flora del lugar, una pequeña fuente de cristal se mantenía en el centro, podía los ver los peces en el interior, la hierva verde bajo nuestros pies tenía pequeños pétalos de rosas rojas, blancas y otras de un color rosa; el sonido de la aves nos acompañaba. El jardín era pequeño rodeado de pilares que sostenían la construcción creando un círculo alrededor, la única forma de acceder al jardín era bajando unos pequeños escalones del lado izquierdo del pasillo, allí no había nada más que los escalones y una escultura de una doncella tocando el arpa, al pasar a su lado sentía su mirada.seguirme al caminar.

Fénix oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora