Dudaba en abrir la puerta, podía encontrar cualquier cosa tras ella, Esmeralda me veía esperando que la siguiera, sus manos sostenían el pomo, se detenía únicamente por mí. Doy un paso hacia ella, no podía seguir dudando, la vida no se basaba en dudas, si fuera así nadie llegaría a donde se lo propone. Golpeó mis mejillas con mis manos buscando darme algo de valor.
- La vida da muchas vueltas. - Abre la puerta dando un suave empujón. Del otro lado reinaba la noche, las estrellas habían abandonado el firmamento al igual que la luna, él estaba allí mirando por el borde de un risco, sonriendo complacido. Esmeralda se encontraba a pocos pasos de Caos, ambos miraban lo mismo; los árboles ardiendo en llamas, las aves que alzaban su vuelo por encima de las llamas buscando salvar sus vidas, los ciervos que huían del fuego, cubro mis oídos al oír los gritos de la gente que vivía en el pueblo. A él parecía no importarle todas esas vidas que se perdían por su deseo de complacer aquellos dioses que sólo querían encerrarlo eternamente. Esmeralda se acerca, toma su mano derecha llevándola hacia su vientre, apenas podía notarse su embarazo.
- Será una niña. - Él la miró por un segundo, sus ojos parecían pasar del odio a la confusión. - Termina con esto y vivamos una vida juntos.
- Cuando nazca la tomaré como al resto. - Alejo su mano bruscamente de ella, por la mirada de él entendí una cosa; no le importaba nada más que su venganza, el tomar todo era lo que deseaba. El viento comenzó hacerse más fuerte, el cielo era atravesado por los rayos que anunciaban la llegada de una tormentosa noche.
- Pensé que podrías cambiar. - Esmeralda le sonrió con tranquilidad, estaba decidida aceptar su destino. - dime, ¿Me amaste?
-... - La mirada de Caos me recordaba a las veces que observaba a Lucius debatirse entre lo que siente y sus deseos por vengarse. Al ver como dejaba de sonreír llevando su mano izquierda a su frente, apretándola como si algo le estuviera causando mucho dolor pude darme cuenta de una verdad silenciosa que nadie más notó, ni ella lo hizo a pesar de amarlo y conocerlo. Caos si llegó amarla, pero su orgullo y deseos fueron más fuerte que aquel amor. - No siento amor por nadie.
Me hubiera gustado gritar que mentía, yo aprendí a conocer las miradas de Lucius, él era parte de Caos, podía saber cuándo mentía y cuando no, estaba segura que en este momento lo hacía, no era sincero con ella, muy a pesar de todo lo que ambos habían pasado, al darme cuenta como Esmeralda asentía resignada, sin pensar en cada momento que vivió a su lado, que le permitió conocerlo hasta un punto donde podría notar la verdad tras las mentiras, sólo pude sentir tristeza, un profundo sentimiento de tristeza, ambos eran tan idiotas como para fracasar en ese momento.
- Supongo que seguir con esto es tú deseo. - Cubrió sus oídos con sus manos, sabía que oía los gritos de esos seres que eran consumidos por las llamas. Conocía el resto de la historia, su enfrentamiento, como ella lo desafió y detuvo lo suficiente hasta que los dioses aparecieron para sellarlo en el tártaro.
Desvío la mirada, no quería seguir mirando.
- Ya basta... - Sentía una fuerte presión en mi pecho que me hacía sentir temor. - ¡Basta!
- Aquí estoy... - Me sorprendo al sentir sus brazos rodear mi cintura en un abrazo protector, no podía verlo en lo absoluto. Me mantenía presa contra su pecho, su respiración golpeaba mi nuca, Lucius no se atrevió a decir algo más, solo me abrazaba mientras las imágenes de aquel recuerdo ajeno a mí eran consumidas por una densa neblina. Esmeralda nos observaba, se veía confundida.
- En el pasado nunca viví esa muestra de cariño. - Sacude su cabeza levemente, abre su mano mostrando una pequeña botella de cristal atada a un cordón dorado. - Este recuerdo encerrado muestra cómo te volviste dos mitades.
- ¿Por qué dicen que soy su descendiente? - No comprendía la razón, se suponía que sus hijos no habían logrado crecer luego de su nacimiento.
- Uno de nuestros hijos no fue absorbido, Caos lo mantuvo preso buscando que fuera poderoso y pudiera servirle para su propósito y sí, mi hijo cumplió el propósito, vivió lo suficiente para tener familia y que esa familia viviera hasta este punto. Tienes la sangre de los dioses y puedes abrir el sello que ata a Caos.
No supe que decir, eso significaba que nunca estuve cerca de una vida normal, siempre había sido una chica con un destino marcado. La observó caminar hacia mí, traía en su mano el frasco de cristal, dentro no podía ver nada, pero suponía que algo debía tener allí pues sentía la presencia cautiva en aquella botella antigua. Lucius me suelta, poco a poco se aleja hasta el punto de situarse a mi lado, sabía lo que quería.
- Quiero saber cómo lograste separarnos. - Sus palabras habían sido precisas, exigentes y un poco desafiantes. - Esmeralda puedo consumir tu alma, entrégame el único recuerdo que han borrado de mi mente.
Ella miró la pequeña botella en sus manos, le sonrió levemente, con un fuerte apretón de su mano la hizo pedazos ante nuestros ojos. No supe cómo tomar aquella acción por parte de ella, al ver su sonrisa llena de júbilo lo entendí, quería que él sufriera una parte de lo que ella sufrió y ese recuerdo perdido era su castigo.
- Maldita...- Lucius quería ir sobre ella, lo sostengo del brazo imponiéndome ante él, no quería que hiciera algo que lo dañara. - Quítate, es una maldita... ¡La consumiré!
- ¿Qué ganarás? Podemos buscar las respuestas de otra forma no... - Un escalofrío me recorre la piel, no podía moverme, Lucius me miraba esperando que continuará, mi pecho dolía nuevamente, la presión se hacía cada vez más insoportable, mis piernas tiemblan hasta el punto que acabó cayendo de rodillas.
- Déjala ir Esmeralda. - No podía pronunciar vocablos, él se había movido de su lugar, apenas lograba ver por el rabillo de mi ojo como se abalanzó sobre ella con una daga en sus manos, pero no pudo tocarla justo frente a ella aparecieron dos lobos gigantes de color blanco, uno de ellos dio un zarpazo con una de sus patas lanzando a Lucius lejos, aquellos animales protegían a esa mujer de él.
- Nuevamente te esconden detrás de aquellas bestias.
No escuche respuestas, sólo siento el aire frío envolvente a mi alrededor, me acogía como un suave abrazo, al alzar la mirada veo a Perséfone, ella me protegía con su cuerpo, aquellas dos bestias seguían buscando como devorarlo, apenas lograba hacerles daño, ambos parecían guiarse por el deseo de su ama de asesinar al hombre frente a ella, quería que se detuviera, deseaba que dejara de buscar matarlo, Lucius no era la misma persona de sus recuerdos, el solo era la mitad buena que se desprendió de un ser lleno de odio.
- Es suficiente. - la voz de Perséfone había logrado detener aquella batalla sin sentido para mí, me deja en el suelo. - Esmeralda no te traje para esto. - Alza su brazo izquierdo hacia ella, unas brasas negras envuelven aquella alma torturada por los siglos, sus gritos de agonía me aterran, cierro mis ojos negándome a verla, me negaba a observar como las llamas la consumían. Poco a poco dejo de oír sus gritos de dolor. – Tanto tiempo en el que pudiste perdonar, limpiar tu alma... aun así decidiste ser un alma vengativa. – Abro mis ojos solo para ver como alzaba los brazos hacia el cielo, abriendo sus manos para que las cenizas de aquella mujer cayeran en ellas suavemente al ser traídas por el aire. Lucius corre a mi lado, me sostiene ayudándome a levantarme, me apoyo en él, no quería soltarlo por miedo a que algo más pasara.
- La llevare conmigo. – Ella asiente a sus palabras. – Quería tener ese recuerdo, como nací, pero lo ha destruido.
Sopla las cenizas en su mano dejándolas libre, en la palma de esta aparece nuevamente el frasco que había destruido Esmeralda.
- Es mi regalo para alguien que niega su corazón, - Se acerca a nosotros, toma mis manos dejando el frasco en ellas. – Hades no volverá a molestar, esperaremos que Caos sea libre, pero tengan cuidado, cuando abran este frasco sus cadenas se romperán.
- ¿Creí que yo sería su llave? – Asiente. – No entiendo cómo puedo ser una llave.
- El corazón tiene las respuestas, la última batalla del Caos se acerca con rapidez, hasta entonces no se alejen. – Se aleja desapareciendo de nuestra vista, miro a Lucius, parecía preocupado al verme. –
- Ya te han liberado. – Comienzo a sentir mis parpados pesados, me dormía, quizás a causa del cansancio que me genero todo lo sucedido, solo esperaba que el estuviera a mi lado al despertar.
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Fénix oscuro
AcakElla era una persona normal, pero la vida se encargó de quitarle lo que más amaba, desde ese instante se vio envuelta por el misterio. ¿Por qué creer en los dioses no está de más? El Caos fue el origen de la vida y su vida fue enredada en los lazos...