Capítulo XXII

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Sus palabras seguían dando vueltas en mi cabeza, él y mi madre habían tenido una relación clandestina,  pero eso no era mi problema, la razón por la cual no quería aceptar nada, por la que no deseaba entender y hacerme la tonta, era por una única razón; él era mi padre, era la hija de un dios, del dios del sol, de Apolo.

— Mi vida sólo ha sido una mentira. — Abrazó a Phobos, mi amigo lamia mi mejilla sin decir una palabra. Afuera Klaus y Romina tocaban la puerta deseando entrar. — ¡Váyanse, no quiero verlos!

— Helena, déjanos entrar. — Romina parecía preocupada. — No podíamos decir nada, no era nuestro deber.

Dejó a Phobos encima de la cama, me recuesto a su lado.

— ¿Era divertido? — Me mira extrañado por mi pregunta. — Ocultar las cosas.

No lo creó, yo sabía que eras especial pero no hasta ese punto. Helena eres única. — Phobos siempre buscaba como animarne, acarició su cabeza sonriendo. — Quieren lo mejor para ti.

Pero no es justo vivir en un mundo de engaños. — Se sube a mi pecho, sentandose encima de mi. — ¿Qué?

— Deja de lamentarte o voy a morderte la nariz. Perdiste a tú madre y padre, pero ahora tienes a tu verdadero padre no estás sola como creías y nosotros estamos a tu lado, ¿Yo no importó?

Sonrió levemente, no podía quitarle la razón en eso de preocuparse por mí, yo también los quería y obviamente Phobos era un buen amigo. Acaricio sus orejitas con cuidado, su pelaje era suave y delicado.

— Tienes razón, pero aún así. No quiero verlos, no por ahora.

Apolo aún está aquí, deberías escuchar quien eres para Caos.

¿Tú lo sabes? — Asiente. — Prefiero que tú me digas.

Lo miró a los ojos, parecía meditar a mis palabras, baja de mi estómago de un saltó dándome la espalda.

Tú madre sería la llave para abrir el tártaro porque en sus venas corría la sangre de una ninfa antigua, esa sangre abriría el candado que aprisionaba las cadenas del Caos, pero se volvió inservible cuando quedó embarazada de ti, mitad dios y puede decirse que humana pues en ti no hay rastro de sangre de ninfa. — Phobos alza el rostro mirando hacía mi cómoda, allí reposaba una fotografía de mamá sujetandome al nacer. — Amor prefería decirte que eras normal para no asustarte, porque significaba la muerte si supieras quien eres para el mundo.

— Yo entiendo que desee protegerme al buscar ocultar la verdad de mi origen aunque todo parece una locura. — No podía negarme que quizás saber todo en algún momento del pasado cambiaría algo en este momento. — Prosigue.

Tu madre quedó embarazada de Apolo y todo se retrasó para Caos, pero ahora sabe de tu existencia y está obsesionado con tenerte.

— Yo podría liberarlo, ¿cierto? — Asiente.— ¿Cómo?

— Eso nunca lo he sabido, pero quizás tienes algo que le sirve. — Me siento cruzando mis piernas, tenía curiosidad de saber cómo una persona; "normal" podría liberar al Caos. — ¿Qué quieres hacer?

¿Quieres salir?  — Sonrió al verlo asentir. Tomo mi suéter abrigandome bien con él, levantó a Phobos resguardandolo dentro  para que se mantuviera caliente, afuera comenzaba hacer frío. — Creo que podemos correr con suerte.

¿No temes a lo que harás? — Niego. —  Estaré a tu lado.

Sabía que lo estaría,  después de todo era mi protector. Abro la puerta encontrandome con la mirada de preocupación de Romina y Amor.

— ¿Estás bien? — Mi amiga se encontraba con una expresión de preocupación, ella me conocía y sabía que podría hacer una locura como ir a preguntarle al dios del Caos si pudiera. —

— Lo estoy, simplemente saldré a caminar. — Amor sujeta mis hombros obligándome a verla. — Estoy bien,  Phobos irá conmigo.

— Phobos se ha vuelto tú confidente y amigo, me preocupa que también sea quien te cubra en tus tonterías. — No podía negar que tenía razón. — ¿Segura que sólo vas a caminar?

—  Te conocemos Helena, ¿No harás tonterías? — Podría decir que Romina era quien más desconfianza tenía de mi en este momento. —

Niego dándoles una sonrisa tranquilizadora.

— Sólo iré por allí a caminar. — Sin decir más sigo mi camino, Klaus estaba en la sala con Apolo, él quiso acercarse pero me apresure a salir del departamento. Me recuesto de la puerta al salir, aún no me sentía lista para verlo a los ojos y dejar que me explicara; ¿Por qué después de la muerte de mamá no vino? Hubiera sido mejor en ese entonces que ahora. Miró hacia la puerta de su departamento, me daba curiosidad saber si estaba allí, quería hablarle y que esta vez él me hablará con la verdad.

No deberías confiar en él, después de todo, es una parte del Caos. — Phobos tenía razón, pero aún asi, quería lograr que él cambiará, quizás eso haría que Caos dejará de tener una  mente retorcida, lo había visto en las películas, puede que fuera de las pantallas eso también funcionará. Me acercó a su puerta y tocó el timbre, tenía nervios, no sabía con quien me encontraría o podría ser que nadie estuviera allí,  después de todo,  cualquier cosa era posible y si estaba siendo perseguido por los dioses,  dudo mucho que estuviera aún viviendo al lado de un departamento lleno de dioses que en un principio lo derrotaron.

— Creo que no hay nadie allí... — Muerdo mi labio sintiendo decepción, pero el escuchar el click de la cerradura al abrir me alertó. Alzó el rostro sólo para toparme con él, usaba unos lentes para mejorar la visión, su cabello estaba húmedo y despeinado, no llevaba camisa, por su pecho se deslizaban unas  pequeñas gotas de agua, sólo vestía un pantalón oscuro, sus pies  descalzos. Una sonrisa se formó en su rostro, sin decir nada se hace a un lado, era la oportunidad de decidir si irme o quedarme. Ya estaba allí, frente a su puerta, no podía irme ahora.

— Sabía que vendrías, por eso permanecí aquí. — Cierra la puerta a mis espaldas. Ambos estábamos en el pequeño pasillo de su entrada,  el interior estaba iluminado con una luz tenue. Acaricia la cabeza de Phobos suavemente, se acerca a mi oído, su respiración era lenta y cálida, un escalofrío recorrió mi estómago,  me estaba  pononiendo más nerviosa.

— Yo vi cuando naciste. — Se aleja de mi sorprendido. — Vi cuando Caos estaba en ese ataúd de cristal. Pero, ¿Qué quieres?

Se aparta, lo miró ir y servirse una copa de vino, no la toma, simplemente la observa.

— ¿Lo que quiero? — Se voltea a verme, en su mirada sólo había indiferencia hacía mi. —  Quiero hacerte mía.

No pude evitar sonrojarme, no sabía si era una broma o de verdad lo estaba diciendo en serio. 

Fénix oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora