Capitulo III

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Nuevamente había tenido esa pesadilla, me sentía agitada como si todo lo vivido en mi sueño hubiera sido real. Toco mi cuello sintiéndolo frio, estaba sudando, quizás era producto de la misma agitación. Observo la pantalla de mi celular, el reloj marcaba las 1: 00 a.m. de la madrugada, la misma hora en la que siempre despertaba, cierro mis ojos recordando mi sueño, era lo mismo, nada variaba. Recordaba con claridad cada detalle, tomo mi móvil para escuchar algo de música y así olvidar mi sueño, sin embargo desistí a la idea, me conocía perfectamente como para saber que no sería así. Abrazo mi oso de peluche, uno que desde mi niñez me acompañaba, había sido un regalo de mi padre y lo cuidaba mucho, cierro de nuevo los ojos recordando aquella pesadilla repetitiva.

No sabía dónde me encontraba, miraba hacia un lago, podía observar el brillo de dos espadas, el choque de las armas se hacía más fuerte a medida que pasaban los minutos, la luz de luna comenzó alumbrar el bosque donde estaba, frente a mi se encontraban dos hombres, uno de ellos alto de cabello negro, su tez era blanca, casi podría pasar por un vampiro de la tv, pero no era así, pues no podría decirse que era pálido al extremo. Ese chico había desarmado a su compañero y tenía en sus manos el arma con la que estuvieron atacándolo, su contrincante, era un hombre de cabello oscuro igual que el suyo, de tez bronceada, ambos se miraban desafiantes, retrocedo al ver como se alejan el uno del otro y en sus espaldas se despliegan un par de alas de pájaro gigantes, rojas en las puntas, siguiendo más arriba de un color naranja, y finalmente un tenue dorado concluía el matiz de colores, pero lo que me asustaba de ellos dos eran sus ojos, parecía que les hubiera inyectado sangre, ambos se miraban como si desearan exterminar la vida del otro. Luego estaban esas palabras; "Déjame verte". Cada vez que escuchaba su voz, sentía un escalofrió recorrer mi piel, pero era en ese momento que algo me cubría los ojos antes de abrazarme, esa sensación me hacía despertar. Pero esta vez era diferente, sentí que era  real, que aún me miraban esos ojos rojos, aunque sabía que estaba sola en mi habitación, niego levemente con mi cabeza y busco dormir nuevamente, después de todo era lunes y debía ir a mis clases, mis días eran largos y debía descansar, aunque algo me decía que todo sería diferente en la mañana, comienzo a sentir nuevamente como el sueño me invade, solo podía pensar que en la mañana la rutina seria la misma.

Un extraño golpeteo en mi ventana me hizo despertar, abro mis ojos sintiendo la pesadez en mi cuerpo debido a lo adormilada que aún estaba. Observo como una rama golpeaba el cristal, pensé que quizás podía ser un ave, pero no lo era,  el cielo comenzaba a nublarse de una forma rápida, dejando de lado los pocos rayos del sol que aun había esa mañana seguro una tormenta se avecinaba, me gustaba mucho sentarme a ver la lluvia mientras degustaba el olor del chocolate recién hecho, sentir el calor de la taza entre mis manos, el sabor del cacao en mi boca, pero más que nada, pasar ese momento en la tranquilidad de mi casa.

- ¿Helena? – Miro hacia la puerta mi abuela estaba asomando la cabeza, estaba  sonriendo, parecía que ocultaba algo. - ¡Ya está despierta! Tenemos una visita.

- ¿Visita? ¿Quién es? – Abre la puerta dejando ver a un hombre que nunca en mi vida había visto, tenía el cabello oscuro y lacio, lo llevaba despeinado, su piel estaba bronceada levemente, vestía una camisa blanca con franjas rojas en las mangas, pantalones negros y zapatillas deportivas blancas, sus ojos estaban cubiertos por unas gafas negras, sentía su mirada fija en mí. Como pude me acomodo para sentarme recostando mi espalda de la cabecera de la cama. – No quiero parecer descortés, pero ¿Quién es él?

- Es un primo lejano, vino de visita, su nombre es...- Mi abuela no pudo terminar su oración,  él lo impidió colocando una mano sobre su hombro derecho. –

- Mi nombre es Klaus, - Su acento era extraño, me parecía europeo por alguna razón, pero no lograba distinguir de qué lugar exactamente. – Estaré con ustedes una temporada.

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