#22 Patadas

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Aspen:

Bastian conduce en silencio hasta que llegamos al restaurante y mi primera preocupación son los olores, he vomitado varias veces estas últimas semanas y todavía tengo el recuerdo del dolor en mi garganta.

—Tranquila. — Pronuncia el al llegar, se quita el cinturón de seguridad. —No hay mariscos, lo prometo.

Le doy como respuesta una delgada sonrisa, Bastian sale del Jeep y me abre la puerta de copiloto para ayudarme a salir, es algo difícil bajar del asiento de lo alto que es hasta tocar el piso así que cuando intento dar el primer paso fuera del vehículo, el me sostiene con una mano de la cadera y con la otra de la muñeca, por poco resbalo, peor el me atrapa a tiempo.

Quedo tan cerca de él que mi pulso se acelera, tal película romántica de amor.

Nuestras miradas quedan cerca y sus ojos fuertes recorren mi rostro.

— Gracias. — Agradezco colocando las manos encima de la suya.

Bastian se retira un poco después de sentir mi calor sobre su mano en la cadera, pero no suelta mi muñeca y mis ojos van a ese lugar.

El carraspea y me suelta. —Deberíamos entrar.

Ingresamos al restaurante, de los que solía llevarnos en nuestras citas y por primera vez mi estómago está de acuerdo con él, ir a un Mcdonald o un KFC no era una opción, por más amor que le tenía a la fritura, mi bebé se encargó que le coja desagrado con cada mes que pasaba, aunque a ella si le encantan los dulces.

Sera un moustro come chocolate.

Escogemos una mesa cerca a las ventanas por si me produce nauseas algo en el menú y porque realmente es un horno dentro y necesito algo de aire.

El lugar esta medio lleno, con algunas mesas vacías al centro y quizás es porque llegamos temprano, nuestra mesa está decorada elegantemente, con una copas y el juego de cubiertos a cada lado de ambos platos, tiene un pequeño florero en medio y la carta.

Le pido a Bastian que haga el pedido porque no soy mucho de comer comida italiana, por eso mismo desconozco los platos y mientras él se dirige al mozo, yo voy a los servicios.

Cuando termino voy a los lavados y me observo el rostro, me veo totalmente demacrada, la bebé a consumido todo de mí, aunque no es algo que el maquillaje no pueda arreglar, saco el polvo y lo extiendo por mis mejillas, por todo mi rostro hasta que disimula el cansancio, aunque no el que tengo en los ojos.

Entre el trabajo y la bebé.. bueno, al menos no tendré que preocuparme por lo primero.

Mi tiempo se reducirá por completo a quedarme en casa, aunque ame trabajar, pero es un sacrifico que estoy dispuesta a ser con tal de terminar el embarazo hasta donde llegue, peor bien-

No quiero ponerla en riesgo.

Bajo la mano a mi vientre y me lo acaricio.

La puerta se abre y un grupo de chicas ingresa, intercambian unas palabras y se meten a cada uno de los baños privados, unos minutos después una mujer ingresa y me saluda.

Es guapa, ojos verdes y cabello castaño, labios definidos y debe medir algo de 1.60, aunque los tacones que lleva junto a esa ropa elegante la hacen ver mucho más alta.

Dejo de admirarla cuando un pequeño dolor me obliga a ir hacia adelante sosteniéndome con una mano del cemento del lavado y la otra la mantengo sobre mi barriguita mientras seguramente una muestra de dolor marca mi rostro.

— Cielos.. ¿Te encuentras bien?. — Me pregunta ella, sus ojos verdes se abren mucho.

Asiento y me reincorporo despacio.

Contra Todo Pronostico (#10 Saga Bebé)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora