24. Los Pataki en Nueva York

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Disclaimer: Hey Arnold no me pertenece, todos los derechos corresponden a Craig Bartlett y Nikelodeon salvo la idea de la historia y los personajes inventados.

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Muchas veces uno como padre cree que siempre tiene la razón y que todo el tiempo lo que hacemos siempre es "por nuestros hijos", pero la vida nos demuestra lo equivocados que estamos, por años desprecie a una de mis hijas e internamente la culpe de mis desgracias cuando ella... era inocente, no voy a negar que fui feliz al saber que sería padre por primera vez, estaba siempre atento a mi familia, cuando llego la noticia de que llegaría un segundo bebé, desee con todo el corazón que fuera niño para que se encargara de los negocios familiares pero, nos dieron la noticia de que sería otra niña y yo no reaccione muy bien ante eso.

Mi pobre Helga, tantos años olvidándome de ella, posando mis ojos solo en Olga, pero tuvieron que apartarla de mi lado para poder apreciar el maravilloso tesoro que tenía enfrente de mí, Helga heredo mi carácter y eso mismo creo en mi la falsa idea de que ella no me necesitaba porque era mucho más fuerte que Olga, pero que equivocado estaba.

Después de todo lo que paso con Helga, pude darme cuenta de la falta que me hacia esa pequeña, su mal genio, su inteligencia, todo de ella me hacía falta, era yo quien la necesitaba, cuando recibí la noticia de que otra familia la adoptaría me sentí fuera de lugar, devastado, solo pedía que esta nueva familia la trataran mucho mejor de lo que yo lo hice, obviamente nos prohibieron tener contacto con ella hasta que este problema no fuera resuelto, jamás creí que esto tardaría cinco años en solucionarse, ahora que he vuelto a ver a mi hija, pude observar la hermosa dama en la que se ha convertido y lo que me hace aún más feliz es que ella nos ha perdonado.

Cuando Helga le dijo al juez que deseaba estar con ambas familias, me entró un poco de temor de que sus padres adoptivos no quieran que nos acercáramos a ella por todo lo que ocurrió, pero, nos sorprendimos mucho al ver que eran una pareja joven y muy amables, convivimos con ellos y la pequeña, son realmente personas simpáticas y lo mejor es que son gente de negocios lo cual me alegro que tuviéramos en común, de esta forma no sería una relación tan incómoda para mí, Dylan es dueño de una gran empresa en Nueva York y su esposa es una decoradora de interiores, Dylan y yo pudimos entablar una buena relación.

Pasaron unos días de que llegaron los Anderson a la ciudad, Helga tenia planes de salir con su amiguito Alfred en la noche, por lo que nosotros jugaríamos un poco de póquer para pasar el rato, unas horas después llego la niña a la sala con su amigo que resulto ser su novio, jamás creí que Helga tendría la confianza para presentarme al chico que le gusta, si hubiésemos vuelto el tiempo atrás, ella hubiese negado ese hecho sin dudarlo, me alegra formar parte nuevamente de su vida y que sienta esa confianza de contarnos un poco sus cosas, los chicos se fueron y nosotros seguimos en el juego, pasaron las horas y me percate que era muy tarde y Helga aún no llegaba por lo que optamos por marcarle para ver que todo estuviera bien.

– Hola cariño ¿estás bien?, ya es tarde y nos prometiste llegar temprano – comento Dylan bastante sereno – entiendo, claro que si princesa, casa de los Lloyd, de acuerdo yo le diré a Bob, adiós.

– ¿Le ocurrió algo a la niña?

– Al parecer si, no me dio detalles por teléfono, pero me pidió que fuéramos a recogerla a la casa de los Lloyd.

– Cielos, espero que ese Alfred no le haya hecho nada malo.

Nos dirigimos a la residencia Lloyd, un millón de ideas se estuvieron plantando en mi cabeza, a lo lejos logro divisar la residencia, nos detenemos en la entrada del porche y esperamos a que nos abrieran las rejas, cuando se abrieron en su totalidad pudimos divisar a Helga platicando con la chica Lloyd por lo que toque el claxon para que supiera que habíamos llegado, una vez que la pequeña se subió, arranque el auto de vuelta a casa.

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