Tal vez nunca existió

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El ya no estaba ahí.

Desperté por unos gritos provenientes de la cocina. Por un tiempo las discusiones habían cesado, creí que por fin mi padre estaba aceptandome, que las cosas serían más soportables.

Pero se escuchaban gritos. Una mujer llorando.

Me levanté rápidamente a socorrer a mi madre. Tenía miedo, sabia lo que me esperaba pero ella había soportado mucho más por mi.

-¿ya despertó la princesa? -dijo irónico mirándome con desprecio. Ese mismo hombre que jugaba conmigo de niño, ese mismo hombre que me cargaba en sus brazos al quedarme dormido en el sofá, ese mismo hombre que solía admirar. Ese mismo hombre que golpeaba a mi mamá.

-dejala en paz, ella no tiene nada que ver en esto -intenté verme seguro, mis piernas y voz temblaban, mi madre cubría su rostro con su larga cabellera.

-¡ella más que nadie! Por su culpa eres así, porque te crió mal. Débil.

Si tuvieras que pasar por lo que yo no me dirías débil. Si supieras el dolor que me causan tus palabras no las dirías.... O quizás lo harías de todos modos.

-por favor, sólo deja de hacerle daño... ¿no-no ves que tiene miedo?

Primer golpe.

-¡tu te callas! Yo veré qué hago -me miraba con tanto odio. A veces me pregunto dónde estará mi padre, ese de mi niñez... Tal vez nunca existió.

Más llantos, más golpes. Se cansó, se fue.

Luego de dejar a mi madre en la casa de mi tía, caminé hasta la escuela. Al llegar me detuve en la puerta.

-Espero que no se note demasiado... -toqué la herida de mi labio y aguanté las ganas de llorar.

Al entrar vi a Alan, estaba sentado en su anterior lugar. Estaba hablando con una linda chica que no dejaba de sonreír.

Me senté en mi lugar y miré el puesto vacío a mi lado.

El ya no estaba ahí

Un amor diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora