Cuando por fin transcurrieron las 12 horas de su turno del sábado, Rubén se embutió en su cazadora de cuero negro con capucha, se enrolló el pañuelo palestino alrededor del cuello y se dirigió hacia su piso bajo la mortecina luz de las farolas de la calle Monforte. Jesús siempre le acercaba a casa en su moto cada noche de los fines de semana, pero esta vez no esperó a su amigo. Necesitaba estar solo. Necesitaba pensar.
Llegó al cercano parque de la Vaguada y elevó la vista sobre las copas de los árboles hasta hallar a unas cinco manzanas de distancia el edificio cuyo ático tenía alquilado. Se adentró caminando entre los árboles y los arbustos para encontrar un banco en medio de la oscuridad. Pese a la contaminación lumínica, si miraba hacia lo alto aún podía observar las lejanas estrellas de la otra parte de la galaxia.
Cuando conseguía perderse en la silenciosa paz del cosmos, sus problemas parecían alejarse. Suspiró algo más calmado.
¿Habría extraterrestres por allí? ¿Serían deformes engendros de adorables ojos como E.T.? ¿Serían reptiles envueltos en piel humana, como los de «V»? ¿Serían humanos de portentosos poderes, como Superman?
Quizá habría incluso otros universos ahí fuera, otras realidades paralelas en las que hubiera un Rubén Castillo que no fuera casi violado sistemáticamente por dos pervertidos; en uno de ellos podría ser un yutuber de éxito con cientos de miles de seguidores, o quizá habría otro Rubén que hubiera seguido el consejo de su padre y hubiera estudiado informática, y ahora trabajaría reparando ordenadores en aquella tiendecita del pequeño pueblo norteño que le vio nacer.
Cuando fantaseaba con las infinitas posibilidades del universo, su boca se curvaba en una nostálgica sonrisa. Se había llevado tantos chascos, tenía tanta mierda metida dentro que se pasaba la vida tratando de alienarse, huyendo de la rutina diaria que inundaba esta realidad que tanto odiaba; por eso llevaba años empleando todo su tiempo libre entre series y películas, leyendo libros y comics, sumiéndose en un mundo de fantasía. ¡Cualquier cosa con tal de escapar de la perenne decepción que era su vida!
Y ni siquiera quería pensar en tener un novio, ahora no. ¿Cómo comprometerse con alguien, sabiendo que debía «cumplir» con su casero y su jefe en el burguer? ¿Dejaría su casa y su trabajo para darse la oportunidad de querer y ser querido por alguien? Tendría que depender de esa persona, de su imaginario novio, para sobrevivir hasta rehacer su vida. No quería algo así, y por eso había estado huyendo desde hace largo tiempo de cada situación o relación que tuviera visos de poder convertirse en algo más que un casual folleteo.
Rubén no era un conformista; a decir verdad, siempre le habían tenido por un luchador, un rebelde, un líder... pero últimamente le costaba mucho reunir fuerzas para pelear. Las pocas veces en que acumulaba suficiente valor como para quejarse, recibía un palo tan fuerte que se veía forzado a esconderse de vuelta a su cubil para lamerse las heridas; testigo de ello era el hematoma de su espalda, cuyo color ya debía ser amarillo verdoso.
«Sería tan, tan fácil claudicar... quizá con un cortecito en cada muñeca, o con un rápido salto al vacío. O con una sobredosis de esas pastillas para dormir. Y entonces dejaría de sufrir para siempre. Me liberaría de esta rabia y podría escapar de todo lo malo que me ocurre. Por fin podría descansar de toda esta mier...»
Se quedó poco menos que horrorizado ante sí mismo al darse cuenta de los derroteros que había tomado su mente. Había pensado en serio en suicidarse, ¡y le había parecido buena idea!
Se agarró el frondoso cabello negro con las dos manos, apoyados los codos en los muslos, y se dijo que esto no podía seguir así. No podía seguir soportando vejaciones y callando su dolor, o terminaría cometiendo una locura. Las lágrimas cayeron sobre el césped en medio de la fría soledad de aquel parque.
A sus veintidós años, su vida le daba asco. La vida en general le daba asco. ¿Por qué todo tenía que ser así? ¿Por qué no podía haber elegido otro camino en algún momento de su vida (¡cualquier otro camino!) que le hubiera llevado a otro lugar, a otra situación...? ¿No había innumerables decisiones cada día por tomar? Entonces... ¿por qué todas las que había tomado le habían conducido a esta terrible situación? ¿De verdad merecía la pena vivir así?
Sabía que se lo estaba planteando en serio, que no apreciaba su vida en absoluto y que empezaba a tener demasiadas tentaciones de rendirse y acabar con todo. Tendría que ir al psicólogo... si conseguía ahorrar un poco.
Podía dejar de poner la calefacción. Quizá así podría pagarse una sesión de terapia... el mes que viene.
Derrotado, su mente puso el piloto automático y le encaminó hacia su hogar tan abatido que no se dio cuenta del proceso. Su subconsciente tomó el control y le permitió llegar a la puerta, abrir la cerradura, desnudarse y meterse en la cama.
En el momento en que su cabeza tocó la almohada, ya estaba soñando.
Volaba, sobre las nubes, sin ataduras, responsabilidades o culpas que le pesasen.
Así era feliz.
En sueños podía volar alejándose de su vida. Todo iba a cambiar.
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REM
ParanormalSinopsis: Asqueado con su vida actual, Rubén se plantea cómo de diferente hubiera sido todo si hubiera tomado alguna decisión distinta en el pasado. Lo extraño sucede cuando despierta en una versión alternativa de su vida: Nuevo novio, nuevo empleo...